tag:blogger.com,1999:blog-67806032777592586892024-02-20T17:05:05.363-03:00CronoelipsisAl escribir cuentos, y en particular los fantásticos, hay que crear "universos" creíbles. Algunas ideas al respecto.Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.comBlogger39125tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-83809170724345469632010-10-28T23:09:00.001-03:002010-10-28T23:11:49.963-03:00Cambio de plataformaHola. Los invito a seguir este blg desde su <a href="http://axxon.com.ar/cronoelipsis/">nueva dirección</a>.<br />La página de Blogspot no será actualizada.<br />Gracias. Alejandro AlonsoAlejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-18159678937971104592010-07-25T23:38:00.005-03:002010-07-25T23:58:22.269-03:00Presentación de "El jardín de las delicias"<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEix3c9xmqVH8t4DL7uu0z0bzJKnPjI0m6NpDfuXu_BC6Dt6p1fmsAWIUEhe4e3rfQVi-AmMV9rxI350WKYCbdFpTkKy9YhPaTlANXAUBO_Qr1bvaXw1ReB9jPOQEsVp8Wz9z548braNH0s/s1600/presentacion_El_jardin_de_las_delicias.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 300px; FLOAT: right; HEIGHT: 225px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5498042984268125506" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEix3c9xmqVH8t4DL7uu0z0bzJKnPjI0m6NpDfuXu_BC6Dt6p1fmsAWIUEhe4e3rfQVi-AmMV9rxI350WKYCbdFpTkKy9YhPaTlANXAUBO_Qr1bvaXw1ReB9jPOQEsVp8Wz9z548braNH0s/s320/presentacion_El_jardin_de_las_delicias.jpg" /></a>Para superar la abstinencia causada por la falta de regularidad de este blog (lo lamento), quiero obsequiarles dos momentos. Los siguientes videos fueron registrados en la presentación <em>de <a href="http://axxon.com.ar/noticias/2010/06/comentario-el-jardin-de-las-delicias-de-paula-ruggeri/">El jardín de las delicias</a></em>, de Paula Ruggeri, en la Biblioteca Nacional, el pasado 19 de Julio. Fue un momento delicioso, por momentos de sensibilidad exquisita y de descubrimiento.<br /><br />La presentación estuvo a cargo de la autora, el dramaturgo y actor italiano Matteo Belli (<a href="http://jukevoz.blogspot.com/2010/07/matteo-belli-nuevamente-en-la-argentina.html">de visita en la Argentina</a>), el humorista Rudy y el editor Luis Pestarini. En la platea acompañó el artista que ilustró la portada del libro, Daniel Vázquez, y muchos amigos.<br /><br />Habla la autora sobre el protagonista del libro, Ulises:<br /><br /><br /><object width="480" height="385"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/aQhs_SQo7TI&hl=es_ES&fs=1?rel=0"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><br /><embed src="http://www.youtube.com/v/aQhs_SQo7TI&hl=es_ES&fs=1?rel=0" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="480" height="385"></embed></object><br /><br />Matteo Belli reflexiona sobre representación, nostalgia, ausencias y del arte escénico:<br /><br /><br /><object width="480" height="385"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/25l0foqac0M&hl=es_ES&fs=1?rel=0"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><br /><embed src="http://www.youtube.com/v/25l0foqac0M&hl=es_ES&fs=1?rel=0" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="480" height="385"></embed></object><br /><br />Desde luego, esto fue una mínima parte de la presentación. De hecho, no pude registrar ni las palabras de Rudy, ni la sabrosa y provocadora comparación de Ulises con Diego Maradona (que me va a obligar a repasar la novela de Paula Ruggeri con otra intención). En todo caso, les informaré en los comentarios cuando esté disponible la grabación de todo el encuentro, en caso de que se haga pública.Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-61468887732057374692010-06-17T12:24:00.005-03:002010-06-17T12:34:41.381-03:00Diálogos, en tiempo real<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCmJG7w3Mhf2VYtI_zV09cgym7nc9Z5NZ6vrT6J83O0VNkfKS4PYGx8W2ogCeNmbg90cnpWFbOHZCMJF76_aqvE-jtS6YCFCUp66_rPVZ4KjcRzw-W6MpUAvF5xUincm5pNfyPRzcAlak/s1600/Dialogos.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; FLOAT: left; HEIGHT: 208px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5483765175620852226" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCmJG7w3Mhf2VYtI_zV09cgym7nc9Z5NZ6vrT6J83O0VNkfKS4PYGx8W2ogCeNmbg90cnpWFbOHZCMJF76_aqvE-jtS6YCFCUp66_rPVZ4KjcRzw-W6MpUAvF5xUincm5pNfyPRzcAlak/s320/Dialogos.jpg" /></a> <div>Gracias a la generosidad de Eugenio Zappietro, director del Museo de la Policía Federal, más conocido en el mundo de la historieta como Ray Collins, pude poner en práctica algunos de los preceptos que vengo impulsando desde este blog. El escenario fue el taller de policiales de los días viernes, que él coordina y en el que yo colaboro.<br /><br />La idea era explicar algunos conceptos de diálogos, cuyo resumen está en este <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2009/06/sacando-voces-de-nuestra-cabeza.html">post</a>. El motivo: a la mayoría de los escritores que recién empiezan les cuesta muchísimo escribir diálogos. Cuentan cómo son los personajes, pero no se animan a poner en escena a esos personajes. Los diálogos no son imprescindibles, pero son necesarios, porque “mostrar” es un método mucho más eficaz para involucrar al lector que simplemente “contar”. La eficiencia radica en que se elimina el intermediario. El narrador se corre, y se le permite al lector instalarse directamente delante de los personajes.<br /><br />En mi opinión, hay dos cuestiones que dificultan la construcción de diálogos. La primera: que el escritor no ha internalizado debidamente a los personajes, por lo tanto no los “escucha”, ni es capaz de intuirlos en sus gestos y sus actitudes. La segunda cuestión es que no se trabajan las circunstancias en las cuales los personajes llegan a ese diálogo: los motivos que llevan al encuentro, las intenciones manifiestas y ocultas, las relaciones de poder, qué espera cada personaje de su interlocutor, qué información le quiere sacar o qué sentimiento busca provocar en el otro. Finalmente, para que el diálogo sea una auténtica puesta en escena, es necesario “ver” a los personajes, a través de párrafos e incisos intercalados donde los personajes se expresan a través del lenguaje corporal o se ve en funcionamiento el entorno que rodea a ese diálogo.<br /><br />Esto se dice fácil, veinte minutos de bla-bla alcanzan. La cuestión es que el alumno del taller lo pueda ver en la práctica. Ése era el desafío. Y para ver, hay que escenificar. Mi experiencia como <em>rol master </em>vino en mi ayuda.<br /><br />Construí una historia muy simple, un crimen en una fábrica. Escribí media docena de fichas de personajes que describían a los involucrados, puntualizaban lo que sabían, y sus motivaciones. Transcribo una de esas fichas para que se entienda la idea.<br /><br /><span style="color:#ffff33;"><span style="font-size:85%;"><strong>Clara Fulgencio.</strong> 45 años. Una mujer vital, que no se deja intimidar. Cree íntimamente que todos son sus sirvientes. Viuda de Enrique Fulgencio, recientemente asesinado. Engañaba a su marido con Carlos Ordóñez (55), socio de Enrique Fulgencio (también dueño de la fábrica). Es la beneficiaria en la herencia. Su principal objetivo es que no la inculpen, pero debe esconder a toda costa el romance con Carlos. En el momento del asesinato ambos estaban en un hotel amándose. La policía no la encontró enseguida. Básicamente, no tiene coartada.</span><br /></span><br />La ficha del asesino era ésta:<br /><br /><span style="font-size:85%;"><span style="color:#ffff33;"><strong>Armando Benítez. </strong>50 años. Contador. Es tímido, habla poco. Le teme hasta a su propia sombra. Pero cuando se ve acorralado, reacciona violentamente. Es jugador empedernido, y debe dinero a gente peligrosa. Acaba de matar a Enrique Fulgencio (68), dueño de la fábrica donde él trabaja, para evitar ser descubierto en un desfalco que él realizó con el objetivo de saldar esas deudas. El hecho sucedió a las 20.12 del martes. Aprovechó una distracción de Fulgencio y le partió la nuca con un adorno de mármol. Después salió del edificio, tiró el adorno y los papeles que probaban el desfalco en un basurero de un callejón lindero, esperó escondido a que el camión se lo llevara, regresó a la oficina y llamó a la policía a las 21.15. Su principal objetivo es que no lo descubran. Cree que en este objetivo puede contar con la ayuda de Margarita Goyeneche (20 años, secretaria del difunto), a quien ayudó alguna vez facilitándole unos legajos. Nunca supo para qué quería eso. El contador Benítez es una de las tres personas que conoce la combinación de la caja fuerte (los otros son el muerto y Carlos Ordóñez (55), socio del muerto). No le tiene mucho aprecio ni a la viuda (Clara, 45 años) ni a Carlos Ordóñez.<br /></span></span><br />Elegí seis voluntarios, incluyendo un detective, de quien también hice una ficha. Una de las ventajas fue que el detective estuvo encarnado por un policía retirado, alguien con experiencia en resolver crímenes y entrevistar a los testigos, así que la faz del interrogatorio estuvo muy bien. La ficha del detective fue:<br /><br /><span style="font-size:85%;"><span style="color:#ffff33;"><strong>Paz Rodríguez.</strong> Detective. 60 años. Llega a la escena del crimen (una fábrica de autopartes, una PyME) a las 21.55 y se encuentra con un asesinato. Ernesto Fulgencio tiene la nuca rota. El contador Armando Benítez fue quien lo encontró así. Encontraron en el sótano a la secretaria del muerto, Margarita. Ella no puede explicar por qué estaba ahí. Tanto la mujer (Clara) como el socio del muerto (Carlos) no estaban en sus casas cuando avisaron del asesinato. La caja fuerte fue abierta: no hay señales de violencia ni en la caja fuerte ni en las puertas de entrada a la fábrica o la oficina.<br /></span></span><br />Le di a cada voluntario una ficha para que la estudiara. El resto de la clase tenía como tarea observar a esos testigos, analizar sus gestos y sus dichos y, en última instancia, resolver el crimen. Yo asumí el papel del asistente del detective, que iba presentando testigos y avisando de las novedades (“jefe, los muchachos encontraron un legajo de Ordóñez sobre el escritorio de la secretaria”, “todavía no pudimos localizar a la viuda”, etc.)<br /><br />Para mi sorpresa, el interrogatorio (bajo la forma de un careo al que se fueron agregando personajes progresivamente), levantó temperatura rápidamente, y comenzaron a aflorar los resentimientos entre los personajes, con diálogos y réplicas realmente lucidas. Estas cosas contribuyeron a cimentar el misterio. Porque todos los personajes tenían secretos, por lo tanto se mostraban sospechosos. Todos eran culpables de “algo” pero sólo uno era el asesino. Además se puso de manifiesto la red de relaciones pre-existente. Esto también es un desafío para los escritores jóvenes: en los relatos policiales, la mayoría de las veces, ni los asesinos ni sus víctimas son marcianos ni paracaidistas, hay un ecosistema antes del crimen, hay historias que se han silenciado. El policial clásico es siempre un viaje hacia el pasado, por lo tanto ese pasado debe estar bien construido.<br /><br />Los improvisados actores estuvieron brillantes, y además se divirtieron. Quienes miraban la puesta en escena en calidad de espectadores pudieron tomar nota de actitudes y gestos, que contribuían no sólo a caracterizar a los personajes sino también a generar intriga: ¿Por qué el contador está a la defensiva? ¿Por qué la secretaria discute con la viuda y el socio? Y así sucesivamente. Los espectadores vieron a los personajes encarnados moverse y hablar.<br /><br />Me dirán: <em>“Pero si de eso se trata el teatro y el cine, ¿dónde está la novedad?”</em> Probablemente la novedad sea sutil. En este caso no hay guión previo. Del mismo modo en que no hay guión en la cabeza del escritor cuando se propone construir el diálogo. Están, sí, los materiales constructivos de ese diálogo: los personajes vívidos (el punto de partida es casi siempre una ficha de personaje bien armada) y las circunstancias que llevan al diálogo. El combustible de los diálogos son las motivaciones, las relaciones de poder, las formas de expresarse de cada uno de los personajes, los miedos, los secretos, las relaciones de amor o de odio… Una vez dispuestos estos elementos, la máquina funciona sola.<br /><br />Alejandro Alonso </div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-31357437527089470662010-05-06T12:29:00.004-03:002010-05-06T12:54:20.822-03:00Una herramienta para tomar distancia del cuento<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmrSZ2vz1x4KxoSx1i2IHnFBKuR0p4ZyFaQDJqwzpa1wW3Rj48rUr6geMNeMzRuE4btmXWFOmIJ3_tJ7z_1z8a64MBfD_oxkLq-rFogrpmgXrUI1fAx6jsyRCd4XD-euj_VnCoWSYOjpI/s1600/Herramienta.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; FLOAT: left; HEIGHT: 208px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5468185696048788274" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmrSZ2vz1x4KxoSx1i2IHnFBKuR0p4ZyFaQDJqwzpa1wW3Rj48rUr6geMNeMzRuE4btmXWFOmIJ3_tJ7z_1z8a64MBfD_oxkLq-rFogrpmgXrUI1fAx6jsyRCd4XD-euj_VnCoWSYOjpI/s320/Herramienta.jpg" /></a> Es relativamente sencillo manejar de memoria una narración corta. Principio, desarrollo y final surgen de manera natural en nuestra mente, y tenemos la sensación de que podemos abarcar las distintas escenas, los personajes, los diálogos, la forma en que se provee información de contexto al lector. La brevedad del cuento contribuye además a evitar la dispersión del ector. Sin embargo, en cuentos largos, esto es más difícil de manejar.<br /><br />Muchos autores escriben sus historias como si fuera un volcado de la memoria (o la imaginación) sobre la página en blanco. Después del primer impulso, generalmente atrapante y conciso, el cuento decae, se dispersa, la narración se bambolea. A veces, incluso, hasta comienza una segunda narración, donde cambia el estilo del narrador, el tono, los motivos de la tensión dramática. Por ejemplo: un cuento que comienza en primera persona, que se centra en un determinado personaje y en su interacción con los demás, termina mudando a un relato escrito como si fuera un diario personal, donde a ese personaje le “pasan cosas”.<br /><br />Lo primero que suele fallar en estos casos es la elección del narrador y del punto de vista. Éstos son aspectos de la estrategia narrativa que pueden ser razonados con relativa facilidad. Pero no es tan fácil darse cuenta, por ejemplo, de una falla a nivel estructural. Por ejemplo, si se comienza a contar la historia de manera lineal o es más funcional apelar al <em>racconto</em>. Tampoco es sencillo darse cuenta si la información que se brinda es suficiente como para que el lector no se pierda, y a la vez es lo suficientemente escasa como para mantener la tensión dramática. No es fácil, en definitiva, abarcar todos los aspectos de un cuento largo. Se necesita tomar distancia.<br /><br />Frente a esto, sugiero usar un recurso robado al cine. <em>La escaleta</em>. Pero la vamos a modificar para que nos resulte útil a nuestro propósito. La idea básica es dividir el cuento en escenas y construir una ficha (puede ser virtual o en papel) para cada una de estas escenas. La ficha debe tener:<br /><br />1) <strong>Un número de orden</strong> (1, 2, 3…)<br />2) <strong>Título de la escena</strong> (esto es simplemente para fijarla en nuestra memoria, por ejemplo: “Diálogo con Muriel” ó “Donde Jorge se entera de la verdad”).<br />3) <strong>Localización de la escena en espacio y tiempo.</strong> No siempre es necesario, pero a veces ayuda ver la ubicación de las escenas y la progresión temporal en que transcurren.<br />4) <strong>Personajes</strong> que participan en la escena.<br />5) <strong>¿Qué pasa en a escena?</strong> Sugiero hacer un listado esquemático con bullets. Si son diálogos, detallar qué información se transmite en dichos diálogos.<br /><br />Los puntos 2) y 3) son opcionales. Un ejemplo de esta ficha podría ser:<br /><br /><strong><span style="font-size:85%;">--------------------------------------<br /></span></strong><strong><span style="font-size:85%;">1. Diálogo fiesta.<br /></span></strong><span style="font-size:85%;"><em>Fiesta de cumpleaños de Jorge.<br /></em><br />Jorge y Ernesto.<br /><br />> <span style="color:#ffff33;">Descripción del patio de Jorge.</span><br />> <span style="color:#ffff66;"><span style="color:#ffff33;">Presentación de Ernesto.</span><br /></span>> <span style="color:#33ffff;"><span style="color:#66ffff;">Ernesto le entrega a Jorge como regalo el <em>Libro de los Tecnócratas</em>.</span><br /></span>> <span style="color:#66ffff;">Ernesto le informa a Jorge que se lo envía Rafael.<br /></span>> <span style="color:#ff9900;">Jorge no le cree.</span><br />> <span style="color:#66ffff;">Ernesto le muestra el holograma donde está con Rafael.<br /></span>> <span style="color:#ff9900;">Jorge le informa que Rafael todavía no nació.<br /></span>---------------------------------------</span><br /><p>A veces se puede señalar con resaltadores de colores el tipo de información que se suministra. Se puede elegir cualquier criterio que resulte funcional: por ejemplo, aplicar distintos colores según el personaje del cuál se da información, o separar la acción de los diálogo y las descripciones, o usar colores diferentes para seguir los distintos “hilos” de la historia a lo largo de las escenas. Cada uno sabe qué necesita ver con claridad para tener la historia más clara.<br /><br />La idea es luego acomodar dichas fichas en un panel, secuencialmente y analizarlas. A continuación, algunas preguntas que podríamos formularnos frente a cada escena: </p><ul><li>¿Fueron presentados adecuadamente los personajes? ¿Alguno está presentado antes o después de lo que exige la narración? ¿Alguno parece “descolgado”? </li><br /><li>¿Qué información sobre el personaje podría quitar (sin afectar la historia)? ¿Qué información es mejor revelar en otra parte de la narración? </li><br /><li>¿Mantengo la coherencia en el comportamiento y en las reacciones de los personajes a lo largo de toda la historia? </li><br /><li>Si hubiera evolución de los personajes a lo largo de la historia: ¿En qué escenas se nota eso? ¿Suena natural o parece forzado? </li><br /><li>¿De qué manera se presenta la información? ¿Se cuenta o se muestra? ¿Necesito más escenas para evitar largas parrafadas explicativas? </li><br /><li>¿Está presentada oportunamente la información de contexto (ni antes, ni después de lo necesario, pero dejando aire suficiente como para que el lector no sospeche que esa información sólo está para justificar una determinada acción)? </li><br /><li>¿Qué función cumple cada escena? ¿Se pueden eliminar escenas? </li><br /><li>¿En qué orden conviene que cuente la historia para que sea más compacta? ¿Se pueden mover escenas a otra posición? ¿Qué escenas distraen de la progresión dramática? </li><br /><li>¿Estoy dando demasiada información en una misma escena? ¿Hay forma de dosificar esa información? ¿Qué ancla dramática estoy usando para que el lector recuerde la información esencial? </li><br /><li>¿En qué punto de la narración conviene que el relato sea pausado y en qué punto vertiginoso? (Obsérvese que a veces una descripción mal situada puede romper con la aceleración que pretendemos darle al relato). ¿Dónde le damos respiro al lector? ¿Dónde le damos los “cachetazos”? </li><br /><li>¿Están bien situados los “ganchos” para mantener atrapado a lector? ¿Se mantiene el tono?</li><br /><li>¿Resuelvo todos los hilos que tiré a lo largo del relato? ¿Puedo eliminar algún hilo de la trama? </li></ul><p>Yo apliqué una variante de esta herramienta para corregir un cuento de ciencia-ficción: usé una planilla de Excell, listando sólo las escenas y lo que sucedía en cada una (a cada suceso le asignaba un renglón) y pintando cada línea con un color distinto, dependiendo de qué personaje era (cuatro colores), la información de contexto sobre el escenario (uno) y asigné otro color a un hilo en particular que me interesaba seguir a lo largo de varias escenas. Mientras completaba este esquema, pintaba del mismo color los párrafos que correspondían a los sucesos en el cuento, de modo que hubiera correspondencia entre el esquema y el cuento.<br /><br />Al observar el esquema y referirlo al cuento, me di cuenta de varias cosas: </p><ul><li>Media docena de explicaciones redundantes o innecesarias. </li><li>Información de los personajes dada antes de tiempo, que estropeaba el suspenso. </li><li>Idem con la información del entorno. </li><li>Una escena innecesaria y otra fuera de lugar. </li><li>Falta de contundencia en varios “ganchos”. </li><li>El hilo que yo estaba siguiendo estaba bien, pero descubrí otro que no cerraba adecuadamente. </li></ul><p>Espero que les sirva, hasta la próxima.<br /></p>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-76937893500951081882010-04-14T18:07:00.008-03:002010-04-14T18:32:14.415-03:00Interludio 7: Mi mirada sobre TEDxBuenosAiresÉste no es un post relacionado con literatura o escritura creativa, aunque el objeto de post (la celebración de TEDxBuenosAires) implica temas como creatividad e inspiración. Esta nota apareció en el portal ITSitio.com, pero como es un portal cerrado, pedí autorización para reproducirla y que así estuviera al alcance de todos.<br /><br /><div align="left"></div><div align="left"></div><br /><div align="center"><strong>Las tres caras de la inspiración en TEDxBuenosAires</strong><br /></div><div align="center"></div><div align="right"><span style="font-size:85%;"></span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;">Por Alejandro Alonso</span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;"></span></div><div align="right"></div><div align="left"><em><span style="font-size:85%;"></span></em></div><div align="left"><em><span style="font-size:85%;">Creatividad, pasión, trabajo. El 8 de abril fue un día especial para quienes participaron de uno de los encuentros más motivadores de los últimos años: TEDxBuenosAires, celebrado en La Rural. Unas 1.400 personas estuvieron presentes y varios miles lo siguieron vía Internet en tiempo real. Oradores y organizadores comunicaron virtudes y estrategias que vale la pena tener en cuenta en los negocios y en la vida.</span><br /></em><br /><br />La vida moderna empuja a que privilegiemos la producción por sobre la reflexión. Es natural: Todos, de alguna forma, somos engranajes en una maquinaria que, por estas cosas de la competencia continua que exhiben los mercados globales, no debería dejar de funcionar nunca. Sin embargo hay momentos en que conviene desembragar, mirar a nuestro alrededor y analizar, ya sea para dar un respiro, o para entender el estado de las cosas, o para buscar esa idea superadora de la coyuntura.<br /><br />Más de 5300 personas en Buenos Aires y alrededores creyeron que esto era necesario y se postularon para asistir a una jornada completa orientada a este fin. <a href="http://tedxbuenosaires.org/">TEDxBuenosAires</a> es una iniciativa independiente y local, sin fines de lucro, inspirada por <a href="http://www.ted.com/pages/view/id/5">TED</a>: una pequeña organización que se dedica a realizar charlas especialmente concebidas para “inspirar” a otros. Por razones de logística, sólo unos 1400 pudieron asistir a La Rural, pero con ese número TEDxBuenosAires se transformó en el evento más masivo de los TED y de los TEDx (eventos independientes con el mismo espíritu que TED). Buernos Aires se suma así a las decenas y decenas de iniciativas para conferencias TEDx en todos los continentes, incluyendo América Latina (e iniciativas para otras ciudades de la Argentina, como Rosario), todas realizadas a pulmón, con el mismo espíritu vivificante.<br /><br />¿Cómo transmitir en un post el ambiente de celebración que significó la jornada? Cómo describir la conducción de un Adrián Paenza totalmente identificado con la propuesta, el trabajo intenso de gente como Santiago Bilinkis, Gerry Garbulsky, la gente de Laura Muchnik o Diego Golombek, por citar algunos, que pusieron cuerpo (literalmente) y alma en la organización. La primera lección que nos deja TEDxBuenosAires surge de la existencia de estas iniciativas. Las ideas son el primer paso para crear realidades. A veces no hace falta otro incentivo que una buena idea movilizadora.<br /><br /><strong>La palabra que inspira</strong><br />A <strong>Mariano Sigman</strong> —Licenciado en Física, Doctor en Neurociencias y con un Postdoctorado en Ciencias Congnitivas— le tocó en surte abrir el juego, mostrando cómo se construye la realidad. Mostrando que sólo somos conscientes de aquello que estamos preparados para percibir, pero que todo lo que no percibimos (y está ahí) tiene igualmente impacto en nuestras redes neurales. Basta con hacer un par de ejercicios de percepción y ver algunos escáneres cerebrales para convencerse de ello. En otras palabras “aprender a mirar” de una manera abierta y desprejuiciada, buscar “la otra mirada”, puede expandir nuestra conciencia de la realidad y, tal vez, reconciliarla con las realidades que otros perciben.<br /><br />El profesor en Derecho Penal <strong>Marcos Salt</strong> y el Fiscal General de la Corte Penal Internacional <strong>Luis Moreno Ocampo</strong> dejaron picando varias ideas de lo que significa la lucha contra los delitos globales. Moreno Ocampo señaló que los problemas sociales más graves de nuestro tiempo requieren soluciones globales, y planteó la necesidad de “instituciones imparciales”, que no necesariamente ayudarán a frenar los crímenes, pero que son efectivas en el cometido de que esos crímenes no escalen. Salt planteó la disyuntiva entre privacidad y libertad de la Red versus el ciberdelito, y también habló de los límites del Derecho. “Internet no tiene fronteras, el Derecho sí”. Su propuesta tiene que ver con unificar las legislaciones en la materia, y la generación de convenios internacionales de cooperación, como el propuesto por el Consejo de Europa, al cual la Argentina adhirió hace pocas semanas.<br /><br />El periodista <strong>Roberto Guareschi</strong> introdujo algunos conceptos relacionados con las nuevas formas de periodismo, en la que profesionales y no profesionales desarrollan contenidos más enfocados en las necesidades de una comunidad, y donde información y acción están mucho más ligados, con el soporte que hoy brindan las redes sociales y otros mecanismos de participación de la Web 2.0. En las organizaciones, agrego yo, esta nueva forma de ver las cosas está muy relacionada con las plataformas de colaboración y con las redes sociales empresariales. El acceso a las fuentes de información y la capacidad de procesar esa información y “hacer algo” que mejore la realidad, están hoy más cercanos. La fuente de la información, la mente que la procesa y el músculo que actúa en consecuencia no sólo están en la nube sino también, compromiso mediante, en nuestra comunidad.<br /><br />La charla de escritor y cantautor <strong>Luis María Pesceti</strong> nos mostró la necesidad de crear una sociedad basada en imágenes reales, no sólo en las ideales. Y también nos inspiró alternativas en el ejercicio del poder, sobre todo en la relación entre adultos y niños. “Cuando actúo soy un adulto que me corro del lugar del poder”, dijo. <strong>Alberto Kornblihtt</strong> nos llevó al interior de las células, para encontrar (tanto metafórica como literalmente) las raíces de la diversidad en la naturaleza. Y luego, al final, la psicóloga social <strong>Bea Pelizzari</strong> nos enseñaría que existe una mirada en nosotros que devalúa la diferencia, que discrimina y relega, e incluso que desaprovecha el potencial del otro en nuestra sociedad.<br /><br />En el mismo sentido que Kornblihtt, el veterinario y biólogo <strong>José Cibelli</strong> nos habla del Límite de Hayflick (la cantidad de duplicaciones que puede sufrir una célula eucariota antes de envejecer), y un mensaje sorprendente: el óvulo tiene la capacidad de revertir el límite de Hayflick y de renovar el ADN. Esto, literalmente, significa que tal vez algún día se dé con una molécula capaz de revertir la vejez. Metafóricamente implica que tal vez el secreto de la juventud esté en nuestro propio origen.<br /><br />¿Y qué decir de <strong>Miguel Brechner Frey</strong>, explicando los resultados sociales del Plan Ceibal en el Uruguay, o del arquitecto <strong>Jaime Lerner</strong> (tres veces alcalde de Curitiba, y dos veces gobernador del estado de Paraná, en Brasil), quien mostró palpablemente como con poco presupuesto y mucha creatividad se puede reinventar el espacio urbano donde vivimos y trabajamos? (Puede ver esta misma charla en inglés, <a href="http://www.ted.com/talks/lang/eng/jaime_lerner_sings_of_the_city.html">aquí</a>).<br /><br />Acaso una de las charlas más esperadas fue la de <strong>Manu Ginóbili</strong>, a través de un video, a quien se le sugirió que hablara del talento. Y para hacerlo recorrió su vida deportiva, encontrando algunos patrones y talentos que vale la pena tener en cuenta en el juego en equipo, en los negocios y en la vida: </div><p align="left">1. Ponerse un objetivo y no dejarse distraer. </p><p align="left">2. Entender lo que pasa a tu alrededor, y preguntarse qué se puede agregar, qué puede aportar uno a ese contexto. </p><p align="left">3. Saber relegar el lucimiento personal para que el equipo gane. </p><p align="left">4. Disfrutar el juego con los compañeros. Alegrarse cuando a otro las cosas le salen bien. </p><p align="left">5. Entender las propias limitaciones. </p><div align="left">Mientras esperamos las versiones en video de las charlas de TEDxBuenosAires, le sugiero visitar estos links, que apuntan a otras charlas del TED original que se pasaron durante el encuentro. Bajo la pantalla encontrará un listado de subtítulos disponibles.<br /><br /><a href="http://www.ted.com/talks/lang/eng/elizabeth_gilbert_on_genius.html">Elizabeth Gilbert on nurturing creativity </a><br /><a href="http://www.ted.com/talks/lang/eng/ken_robinson_says_schools_kill_creativity.html">Juan Enriquez wants to grow energy<br />Ken Robinson says schools kill creativity </a></div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-91469218268367932662010-03-24T13:03:00.006-03:002010-03-24T13:13:12.672-03:00Anzuelos<p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwCCKYnFpYQfLpaijfx-YAjXaoMgTCnSbkFAfDqKEPUWLkznkuW6ffdS7f9fOkT0mMQyw1Nr4Agsp9-ab5ZCe8zs6kRJ8Ixb10U4ZAt0eMsvuw2EHENdD1vF3QMrifnG8GDTUvQHR5WpE/s1600/ANZUELO.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; FLOAT: left; HEIGHT: 208px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452233486538701378" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwCCKYnFpYQfLpaijfx-YAjXaoMgTCnSbkFAfDqKEPUWLkznkuW6ffdS7f9fOkT0mMQyw1Nr4Agsp9-ab5ZCe8zs6kRJ8Ixb10U4ZAt0eMsvuw2EHENdD1vF3QMrifnG8GDTUvQHR5WpE/s320/ANZUELO.jpg" /></a>De regreso al blog, luego de una impremeditada pausa. El tema de este post me cayó de casualidad: haciendo limpieza me encontré con una página llena de “frases-gancho” de Eduardo Carletti. Se trata de un ejercicio que realizamos en el taller de Axxón hace muchos años, probablemente hace más de una década. La página está amarilla, tiene anotaciones y subrayados (que yo no hice), y unos numeritos a los costados que, presumo, fueron el orden de predilección de esas frases (el de Eduardo o el del grupo, difícil saber ahora).<br /><br />Escribir frases gancho, sin tener una historia que contar, es un ejercicio de fascinante levedad. Es como ver el paisaje desde la montaña, pero sin necesidad de bajar y recorrerlo. Una frase-gancho es todo promesa. Por eso, a menudo, conviene tenerla en cuenta a la hora de escribir un cuento.<br /><br />Transcribo las frases de Eduardo en el orden que estaban en el papel: </p><ul><li><span style="font-size:85%;color:#ffff00;">Siguiendo las marcas, pintamos un círculo de treinta metros de diámetro. Más tarde, como dudaban de nosotros, volvimos a buscar las marcas: no estaban. </span></li><li><span style="font-size:85%;color:#ffff00;">Ciento cinco años después, alzaron la gigantesca piedra y la volvieron a su lugar. Cuando el poderoso sistema de elevación despegó la mole de piso, los ingenieros vieron lo que había debajo y se quedaron helados. </span></li><li><span style="font-size:85%;color:#ffff00;">Nunca se sabrá cómo llegaron allí, pero ahí están. Nadie puede explicar qué son, de dónde provienen, para qué les han dado un lugar en este universo donde todo, excepto el caos, parece tener una funcionalidad. De lo que sí se tiene una idea aproximada es de lo que hacen y de lo que pueden hacerle a la gente. </span></li><li><span style="font-size:85%;color:#ffff00;">Cayendo desde lo más lejano, arribó ella. Nunca nada fue igual. Mil años después es la generadora de casi todas las leyendas, y también de lo que surge en este momento de mi corazón… </span></li><li><span style="font-size:85%;color:#ffff00;">Corrió por la arena desesperadamente. Trepó la ladera, se lanzó desde el acantilado, se dejó golpear brutalmente por las olas contra las piedras. Volvió a correr y a trepar. Volvió a arrojarse. El mar lo golpeó de nuevo. En pocos segundos estaba reconstituido y sin ningún dolor. No era humano, pero quería serlo. Quería sentir dolor, quería cansarse… Quería morir. </span></li></ul><p>En la sección teórica de taller <a href="http://axxon.com.ar/rev/110/c-110Maq3.htm#01"><em>Máquinas y Monos</em></a>, Eduardo Carletti explica en qué radica la importancia de estas frases y cita un ejemplo extraído del taller Clarion (uno de los más influyentes en materia de ciencia-ficción de los Estados Unidos). Al pie de página, Eduardo cuenta la experiencia surgida de aquella jornada del taller Axxón, fruto de un análisis realizado sobre sus frases y sobre las del resto del grupo.<br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ffff00;">En un ejercicio de Taller realizado entre colaboradores de Axxón descubrimos que las frases gancho que más nos gustaban a todos tenían algún tipo de afirmación con medidas físicas (ejemplo: "A cien metros de allí [...]", o "Luego de treinta años [...]"). Quizás estos valores, tan conectados con la realidad, le daban credibilidad al resto de la frase, que siempre —o por lo general— presentaba algún elemento fantástico para crear el "gancho".<br /></span><br />Puedo dar mi propia experiencia de aquel día. Jamás recuperé la hoja con mis frases, pero una de esas frases quedó dando vueltas en mi cabeza. No recuerdo su formulación exacta. Se refería a un ómnibus incendiado, donde los cadáveres carbonizados estaban en sus asientos, con los brazos en alto y, en la punta de los dedos, el pasaje. La frase se quedó clavada en mi memoria, y durante mucho tiempo me pregunté cuáles podrían ser las condiciones necesarias para que esa escena ocurriera. Finalmente la idea quedó plasmada (ya no como frase-gancho) en el capítulo 4 de “La ruta a Trascendencia”.<br /><br />Más allá de mis obsesiones, lo interesante es analizar cuando una frase-gancho es necesaria, o qué elementos debe tener una frase-gancho para ser efectiva. Lo primero, mucho depende del tipo de relato que queramos encarar y de cuál es nuestra estrategia para meter al lector en el relato. <em>¿Queremos que se vaya metiendo de a poco, o decidimos empezar el cuento en medio de la acción? ¿Necesita el lector información previa para que esa frase sea eficaz? ¿Nos sirve plantear un misterio en el primer párrafo? ¿Cómo se llevan entre sí la frase-gancho y el punto de vista, o el narrador, elegidos? </em><br /><br />Los invito a releer el post <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2008/04/el-primer-prrafo.html">“El primer párrafo”</a>, donde se da un ejemplo con el relato “Incursión aérea”, de John Varley: probablemente la mejor frase-gancho que haya visto en los relatos de ciencia-ficción. O tal vez no: Greg Egan logra un efecto de similar eficacia con los primeros párrafos de <em>El instante Aleph</em>, algo que descubrí (una vez más) gracias a Eduardo.<br /><br />Acerca de los elementos y las características que debería tener una frase-gancho, se me ocurren los siguientes cuatro (pero seguramente habrá más): </p><ol><li>Debe ser capaz de ubicar al lector. Lanzarle algunas coordenadas para que sepa dónde está parado (y dónde NO está parado). En <em>El instante Aleph</em>, Egan arranca con el siguiente diálogo: <em>“De acuerdo. Está muerto. Adelante, habla con él”.</em> John Varley, en <em>Playas de acero</em>, abre con otra declaración: <em>“Dentro de cinco años el pene será obsoleto”.</em> En ambos casos, los autores dan pistas de que no estamos en nuestra realidad cotidiana y que las diferencias con el universo de la narración son drásticas.<br /></li><li>Debe plantear algún misterio. Esto queda claro con las dos frases que cité en el primer punto. Como decía en este <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2008/08/sobre-ladrillos-y-coordenadas-ii.html">post</a>, dos coordenadas disímiles o de distinto potencial (pene-obsoleto, muerto-habla) plantean una brecha, y el lector seguirá leyendo para cruzar ese abismo. La esfera narrativa comienza a rodar.<br /></li><li>En muchos casos, la efectividad de estas frases nace de su valor descriptivo. A veces son personas con cierta peculiaridad, a veces son paisajes extraños, otras veces son procesos. Pueden encontrar un ejemplo bastante bueno de esto, <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2009/08/oficio-fabricante-de-universos.html">aquí</a>.<br /></li><li>En la frase/párrafo-gancho deberían estar incluidos, aunque más no fuera embrionariamente tres características del relato: el lenguaje, el ritmo y el tono. William Gibson trabaja muy bien esto en el inicio de <em>Mundo espejo</em>: <em>“Cinco horas de jet lag, y Cayce Pollard se despierta en Camdem Town para hacer frente a los temibles predadores de sus trastocados ritmos circadianos dando vueltas y más vueltas”.</em> </li></ol><p>Por supuesto el análisis no se agota aquí, como dice Eduardo, se podrían escribir libros enteros sobre las frases-gancho. De hecho, me pregunto: ¿Cuáles son vuestras frases-gancho favoritas y por qué?<br /><br />Nos vemos la próxima.<br /></p>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com13tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-25594480254303404732010-02-08T12:43:00.003-03:002010-02-08T12:47:49.058-03:00Dos preguntas (y algunos balbuceos) sobre universos literarios y de ciencia ficción<p><em><span style="font-size:85%;">Publicado originalmente en Literatura Prospectiva (3/2/2010, en mi columna La Trama Celeste).</span><br /></em><br /><strong>¿Qué es un universo, cuando hablamos de un relato de ciencia ficción?</strong><br /><br />No encontré hasta ahora una definición que me satisficiera y, aunque me considero un creador de universos (de ciencia ficción), no estoy seguro de poder dar una definición clara, que no esté llena de reglas <em>ad hoc</em> y excepciones. Pero tal vez podamos aproximarnos a una idea si intentamos definir qué cosas deben ser abarcadas por ese universo:<br /></p><ol><li>El ambiente (escenario, entorno), en que se desarrolla el relato. </li><li>Las características de los personajes. No sólo las físicas, sino también las mentales, las sociales y las psicológicas. </li><li>El tono y el punto de vista (y a menudo el narrador mismo, si lo consideramos un personaje). </li><li>El conflicto debería ser propio de ese universo, o al menos estar fuertemente teñido por la óptica que impone ese universo. </li></ol><p><span style="font-size:85%;"><em>(El resto de la nota, </em></span><a href="http://www.literaturaprospectiva.com/?p=3573"><span style="font-size:85%;"><em>aquí</em></span></a><span style="font-size:85%;"><em>).</em><br /></span></p>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-88035627537260102492010-01-06T18:58:00.004-03:002010-01-06T19:07:30.101-03:00Preparen, apunten, disparen<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjP9S8TmUY8JRSoAZo3DkDYKNUfcAjoDoXuD1LbdQx8fwImdf_STE96IsBQaIn3hcai-rDc8Bf-EDG2JVyQ7DonqhyphenhypheneFSwVMC100O78IVnRZZLZs4_y_acU2bL-OaWrNIWd1J2SxYYXf_0/s1600-h/Disparadores1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5423751641971178002" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjP9S8TmUY8JRSoAZo3DkDYKNUfcAjoDoXuD1LbdQx8fwImdf_STE96IsBQaIn3hcai-rDc8Bf-EDG2JVyQ7DonqhyphenhypheneFSwVMC100O78IVnRZZLZs4_y_acU2bL-OaWrNIWd1J2SxYYXf_0/s320/Disparadores1.jpg" border="0" /></a> <div>Los universos de ficción a menudo surgen a través de disparadores. Como expliqué en el <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2009/08/oficio-fabricante-de-universos.html">post</a> referido a “Exhalation” (el cuento de Ted Chiang ganador del Premio Hugo 2009, y del Premio Locus y del BSFA), a partir de ese disparador se deben desarrollar las reglas de ese universo “a fuerza de pura especulación (plantar coordenadas, deducir, extrapolar); y también avanzar sobre las motivaciones de los personajes, su biología, su filosofía, su sociedad, imaginar los conflictos y las crisis. Incluso plantear una forma de narrar que resulte propia del personaje, pero comprensible para el lector. Crear un universo es también dilucidar metáforas nuevas y enriquecedoras, que aplican a ese universo”.<br /><br />Pero esto se ve mejor en la práctica. Tomemos un disparador que nos resulte provocador. Asumamos, por ejemplo, que en el mediano plazo, merced al desarrollo de las tecnologías de realidad aumentada, o por alguna extraña y generalizada mutación que aumenta notablemente la empatía entre los individuos (los medios se los dejo a ustedes), todas las personas se conocen entre sí. Nos cruzamos con un tipo cualquiera en la calle y sabemos quién es, de la misma forma en que conocemos a un hermano o a un amigo cercano.<br /><br />El tipo y nivel de conocimiento dependerá del proceso por el cual se llega a ese estado de las cosas. Si es a través de la realidad aumentada, por ejemplo, un sistema informático omnipresente será capaz de reconocer los rostros que nos vamos cruzando y comenzar a escupir información sobre esa persona: nombre, profesión, edad, domicilio, actividades a las que se dedica, relaciones, simpatías deportivas, lugares de veraneo, antecedentes policiales, opiniones políticas… Si es a través de un medio “empático”, entonces ese conocimiento será más analógico: de alguna manera sabremos quién es esa persona y qué podemos esperar de ella, e incluso podríamos acceder a los rasgos en los que se apoya su identidad, y a sus gustos o preocupaciones.<br /><br />Lo que les dejo aquí es apenas el disparador: el primer escalón. Para construir un universo, hay que comenzar a remontar la escalera. La metáfora de la escalera no es caprichosa. En la medida en que comencemos a deducir y a extrapolar características de esta sociedad del conocimiento interpersonal absoluto, que delineemos posibles conflictos, que encontremos formas de organización, tabúes, protocolos de comportamiento, etcétera, entonces podremos ascender al siguiente escalón. Cuanto más alto nos ubiquemos, más lejos podremos llegar a ver. Y todo esto antes de escribir siquiera una palabra.<br /><br />Muchos escritores que recién empiezan en esto de la ciencia-ficción se quedan en los disparadores. Creen que contar un cuento es reseñar el proceso por el que se llegó al nuevo estado de las cosas, y poco más. Están parados en el primer escalón, y por lo tanto el cuento suele ser chato, lleno de datos y precisiones poco literarias, con prescindencia de personajes, de conflictos que motiven a seguir leyendo, y sobre todo de una “historia”.<br /><br />El método que yo uso para desarrollar los disparadores es someterlo a toda clase de preguntas. Generalmente hago esto de manera secuencial, una pregunta a la vez, porque cada respuesta debe ser coherente con la anterior. Por ejemplo: ¿Cómo impacta este “conocimiento interpersonal” en la organización de una sociedad? ¿De qué manera facilita o dificulta la convivencia? ¿Es una sociedad más permisiva? Y así hasta lograr construir el siguiente escalón. Sólo cuando llego a ver esa sociedad "funcionando", comienzo a buscar la historia y los personajes.<br /><br />A menudo, involucro a otros en estas especulaciones. O escribo cuentos donde ensayo estas ideas y hago leer y discutir esos cuentos.<br /><br />El objetivo está seis o siete escalones más arriba. Toda esa sociedad, ese universo ficcional que construimos escalón por escalón, es apenas el telón de fondo. Me gustan los cuentos donde el lector tiene que ir “armando” ese escenario extraño a su experiencia, basado en las pistas que el escritor dejó estratégicamente dispuestas. Son cuentos que comienzan en acción, con eje en los personajes, sus interacciones y sus conflictos.<br /><br />Son cuentos muy difíciles de escribir. Sobre todo porque sabemos “mucho” de ese universo que creamos, y no todo lo que sabemos en funcional a la historia.<br /><br />Si quieren experimentar, les regalo el disparador. Intenten un universo a partir de esta idea. Y cuenten una historia a partir de ese universo. No es necesario que me citen o me atribuyan la idea en ningún punto: tal vez yo esté inspirándome, sin saberlo, en otro que propuso algo parecido.</div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-91747984054337046922009-12-23T12:13:00.002-03:002009-12-23T13:21:13.304-03:00Reflexiones sobre el tiempo y saludos nevideños<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4GxhD4Y1JEocddcBPt7yyfOW_-3MDVvOehS6PdfV35XfzqSghOP63eI_Unf20rSaT4rHf8yXbSXh7IU9oikkhw6B-XJb-_ay5hvmplTA79DkCCCoYT14dnoj87u2KD0URferRuo1fYQk/s1600-h/SaludoNavide%C3%B1o.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5418467214626964594" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4GxhD4Y1JEocddcBPt7yyfOW_-3MDVvOehS6PdfV35XfzqSghOP63eI_Unf20rSaT4rHf8yXbSXh7IU9oikkhw6B-XJb-_ay5hvmplTA79DkCCCoYT14dnoj87u2KD0URferRuo1fYQk/s320/SaludoNavide%C3%B1o.jpg" border="0" /></a> <div>En estas fechas, uno se obsesiona con encasillar los días y definir ciclos. Esas marcas del tiempo generan emociones diversas, que van desde la ansiedad a un sentimiento de plenitud... cada quien sabe de qué lado cae la moneda.<br /><br />Escribiendo <em><a href="http://axxon.com.ar/rev/?p=519">La canción de Maguerra</a></em> (era un momento especial de mi vida, aunque no vale la pena entrar en detalles), descubrí algunas cosas sobre el tiempo. Me ayudó el hecho de que, en la novela, apareciera un púlsar como elemento dominante. La canción de la que habla del título deriva de las señales de ese púlsar, y fueron tan fuertes en la ficción que catárticamente me ayudaron a superar en parte algunas crisis que tuve en la vida real.<br /><br />Por eso, para estas Fiestas, quiero regalarles algunas frases que me resultaron especialmente reveladoras (pero no en el momento en que las escribí, sino meses después, al entenderlas cabalmente... así que no intenten atribuirme rasgos de sabiduría porque no los hay).<br /><br /><span style="color:#ff9900;">Y entonces volvía a cantar la letanía cronométrica:<br /><br /><em>Maguerra-uh.<br />Maguerra-uh.<br />Maguerra-uh.<br /></em><br /></span><span style="color:#ff9900;">(...)<br /><br />Cuando no contaba, pensaba en los nombres. Su padre había vuelto. César Milstein, oficinista de un pueblo chico, pasaba algunas tardes con él, hablando del único tema posible: el tiempo.<br />—El tiempo transcurre, Lucio. Indefectiblemente. Y al transcurrir sobre tu rostro, sobre las manos de los tequis del pabellón dos, o los hombros de los peones del pabellón cinco, en el clima, en el ánimo de los porteros, deja una marca que nadie puede borrar. Es irreversible. Y eso le da sentido al motor de la historia y del universo.<br />—¿Adónde querés llegar?<br />—A veces, tratamos de bebernos todas las horas de una vez porque sentimos que no pertenecemos al espacio y al tiempo en que estamos. Queremos que el tiempo pase, para que sea él quien nos empuje a otro lugar, a otra circunstancia. Pero no nos damos cuenta de que el tiempo pasa sobre nosotros. Nos gasta, nos aplasta. —La voz de César Milstein fue cambiando de dirección: el hombre caminaba de una esquina a otra de la celda—. Primero te provoca ansiedad la oficina, porque no es <em>tu lugar</em>, nadie quiere que una oficina de mierda sea su lugar, o que las horas del trabajo sean <em>su tiempo</em>. Pero la ansiedad es adictiva: después sentís que tampoco pertenecés a tu propia casa, o que el tiempo que pasás con tus amigos es tiempo perdido. Nunca termina… —Milstein suspiró—. El tiempo no se deja manipular, ni puede cambiar mágicamente nuestra eterna insatisfacción de Gata Flora. Intentar controlar el tiempo es una soberana estupidez.<br />—Eso lo decís vos, que tenés reloj.<br />—¿Sabés cuál es la mejor forma de pasar el tiempo en la oficina?<br />—No.<br />—Trabajar en lo tuyo, compartir una charla con tus compañeros, imaginar qué harás cuando salgas, almorzar, ir al baño las veces que haga falta, atender los llamados telefónicos, solucionar problemas… Y nunca, nunca, nunca mirar el reloj. Si pensás en el tiempo, la oficina se vuelve una prisión.<br />—Pero ésta es una prisión.<br />—Razón de más para seguir mi consejo.<br /></span><span style="color:#ff9900;">—¿Y el ritmo?<br />—El ritmo es otra cosa. El ritmo no deja marcas, no es irreversible. El ritmo es otra cosa…</span><br /><span style="color:#ff9900;"></span><br /><span style="color:#ff9900;">(...)</span><br /><span style="color:#ff9900;"></span><br /><span style="color:#ff9900;"><span style="color:#ff9900;">La memoria y el tiempo seguían siendo temas de preocupación para Lucio, pero el ritmo de la canción de Maguerra actuaba</span> como sedante. A veces, Lucio entraba en una especie de trance y veía cosas. Soñaba mientras estaba sentado en la oscuridad del agujero. Soñaba mientras se alimentaba, mientras defecaba. Oía esa canción mientras dormía y cuando estaba en vela.<br />Veía el faro con prístina claridad. No un edificio de ladrillos o piedra, sino una secuencia ondulatoria de luces y sombras. Profunda, palpitante, idéntica a sí misma. </span><br /><br /><span style="color:#ff9900;">(...)</span><br /><br /><span style="color:#ff9900;">Según los cálculos de Lucio, hacía más de diez minutos que el loco estaba perdido en aquella peculiar ceremonia. Quiso gritarle que era inútil insistir, que la cuenta del tiempo era como una prisión. Quiso decirle que los hitos del paso del tiempo se marcaban en la piel de su rostro, sobre las manos de los tequis del pabellón dos, en los hombros de los peones del pabellón cinco, en el clima, en el ánimo de los porteros, en la memoria, en los huesos descarnados. Había que ser un johnson para resistir con éxito la cuenta del ábaco corporal. Quiso advertirle que aquel intento de controlar el tiempo despertaría fantasmas, temores, ansiedades. Lo lastimaría.<br />El ritmo, en cambio, era otra cosa. Era un susurro profundo, palpitante, idéntico a sí mismo y por lo tanto no podía herirlo. Era la conciencia de cada momento, con prescindencia del pasado y del futuro. Porque, al igual que los huéspedes, el ritmo no tenía memoria ni esperanza. Por eso tenía que abandonar aquella pretensión absurda de controlar el tiempo: no podía. César Milstein, su padre, sabía de qué hablaba cuando trató de advertirle allá, en el agujero. Lucio quería contarle todo esto al loco, pero en cuanto decidió hacerlo el loco dejó de cantar... </span><br /><br />Tal vez sea como dice el ínclito Don Isaac Stanislaw Casares:</div><div></div><br /><div><em>En las profundidades del espacio, el Tiempo se encoge, se estira, se despereza, pero gusta de viajar en primera clase sobre las espaldas de los pobres seres humanos. </em></div><div><em></em></div><br /><div><em><span style="color:#cccccc;">¡Felices Fiestas!</span></em></div><div><em><span style="color:#3333ff;"></span></em></div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-80500220635593910112009-12-10T00:20:00.004-03:002009-12-10T00:41:48.616-03:00Interludio 6: Apuntes sobre la investigación<div align="left">Estos son algunos apuntes en relación con el proceso de investigación, que presenté en el <strong>Tercer Encuentro sobre experiencias y escritura en la Cultura del Consumo</strong>, celebrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Más precisamente en una mesa redonda de la que participaron editores y escritores, coordinada por Laura Ponce y el profesor Armando Capalbo. La idea está presentada escuetamente pero, por lo que me manifestaron algunos asistentes, coincide con sus propias experiencias. </div><div align="center"></div><br /><br /><p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5413446116581644658" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: hand; HEIGHT: 225px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJKS4bGSAp55UvXmGV3nWvvyCm5XcrBVt5yuVDrXxG20r3tgRamngiNwyWGdz-TRjqOdPLq3QgVf7QY0fplZdeFreeqTE-v4sE8nOAwHSNeh9bc0UtLmXdyIhFbvVE0v313ovXxvd1MeM/s320/FotoMesaTercerEncuentro.jpg" border="0" /></p><div align="center"><span style="font-size:78%;">Néstor Darío Figueiras, Teresa Mira, Laura Ponce, Luis Pestarini,<br />Hernán Domínguez Nimo y Alejandro Alonso.</span></div><p align="left"><span style="color:#66ffff;">No todos los escritores trabajan de la misma manera, ni todos los escritores (incluyéndome) pueden decir a ciencia cierta de qué manera procesan la información, o cómo surgen las ideas para sus relatos cuentos. Hay factores azarosos en el proceso, intuiciones, asociaciones de las que uno se da cuenta sólo a posteriori. En mi caso pasa lo mismo con la cuestión de la investigación y la documentación.<br /><br />En un intento por sistematizar ese proceso, encontré tres momentos en los cuales el escritor acude a documentación. Son tres etapas distintas.<br /><br />En la primera de estas etapas no podemos hablar de investigación. Es frecuente que quien escribe ciencia-ficción o ficción histórica también disfrute de la lectura de artículos científicos, noticias, ensayos históricos y textos por el estilo. En el principio está la lectura. En ese punto uno ni siquiera sabe que va a escribir un cuento con ese material. Pero en algún punto uno empieza a ver que hay algo. Aparecen elementos, que son como las coordenadas de un mapa, o las estrellas de una constelación. En algún punto encontramos un patrón. </span></p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5413447364431290674" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: hand; HEIGHT: 225px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrv88SmRjNHGRJTBoebStOKJBUrKZpV3dOqT8jULGJGdpGtOs60rpzRZ5nTK_kS9RS5Prqka3TPYfRvuh81LZiEq1J__v8SBd8FtTQzwkM6g3c0wVc89uwkrxebjVlLfeXtZm6ahhG3rQ/s320/FotoAleTercerEncuentro.jpg" border="0" /> <p align="left"><span style="color:#66ffff;">Hace varios años, una amiga me había fotocopiado una nota sobre cómo funcionan el cerebro y la memoria, de qué manera se organizaban las redes neuronales para almacenar los recuerdos, qué pasaba en caso de una parte de esas redes se dañara. Mientras lo leía, incluso antes de llegar a la mistad del artículo, me di cuenta de que iba a usar esa idea. Pero no de manera directa, no quería escribir un cuento sobre alguien con alguna afección en el cerebro. Me interesaban más bien las reglas de ese proceso. Me atraía la idea de cambiar las neuronas por personas, es decir: mostrar el mismo proceso pero en otra escala.<br /><br />Tenía ciertas reglas para jugar, pero me faltaba bastante para plasmarlo en un relato. Estando de vacaciones, no sé por qué, me surgió otra idea. Un combate entre dioses o semidioses, pero que transcurría en un conventillo del principios del siglo XX, un duelo de esgrima criolla, con cuchillo o facón.<br /><br />Junté ambas ideas. Tenía un escenario, había imaginado algunas escenas, pero todavía no tenía ni personajes, ni argumento. El <em>Fausto</em> vino en mi ayuda, o al menos la idea general del un pacto fáustico. Escribiría la historia de una mujer que le vende su alma a Mandinga para empezar una vida nueva (seguramente había una mácula ignominiosa en su pasado, quería deshacerse de ese pasado). La historia transcurriría justo cuando el enviado del diablo empezaba a buscarla para cobrarse. Pero esa mujer había hecho trampa. A medida que iba conociendo hombres dejaba en ellos parte de sus recuerdos, como si fuera una gigantesca red neural. Para encontrarla, el enviado de Mandinga tenía que batirse a duelo con esos hombres y matarlos, o dejarlos muy malheridos. De esa forma los recuerdos eran liberados y el emisario podía seguir el rastro de la mujer.<br /><br />Esas ideas no surgieron todas de golpe. Fueron apareciendo de a poco. A partir de este punto siempre es más fácil imaginar que la historia ya está escrita, que nosotros tenemos que rastrearla, desenterrarla, esculpirla.<br /><br />Lo cierto es que para escribir esta historia no necesitaba documentarme sobre redes neuronales, la lectura de ese artículo sólo me dio una estructura, una serie de reglas para que mis personajes jugaran. Para escribir esa historia tenía que releer libros como <em>Un guapo del 900</em> de Samuel Eichelbaum, o <em>El reñidero</em> de Sergio De Cecco. O el <em>Fausto</em>, de Estanislao del Campo. Lo que buscaba en estos libros era el tono general del cuento, un lenguaje, un conjunto de personajes. También me documenté sobre la llamada esgrima criolla, con un libro de Mario López Osorio.<br /><br />En este punto, la investigación es diferente. Acá ya no leo por curiosidad o entretenimiento, acá se trata de desenterrar la historia, de descubrir el David que hay dentro del mármol. Y yo leo con muy mala leche, a veces ni siquiera leo todo el libro: me urge encontrar esa historia. Y voy llegando a esa historia por pistas que están en muchos lugares, asociaciones ilícitas de ideas casi.<br /><br />El cuento se llamó <a href="http://axxon.com.ar/c-CuentoDeMemoriasAjenas.htm">“De memorias ajenas”</a>.<br /><br />Me pasó también en otro cuento, <a href="http://axxon.com.ar/rev/112/c-112Invasiones.htm">“1807”</a>, que es una crónica de las Invasiones Inglesas con un componente fantástico. Partí de un librito del teniente coronel inglés Lancelot Holland. Pero lo leí con la clara intención de intervenir en lo que contaba, del mismo modo que un artista “interviene” un espacio urbano. Yo quería meter cuchara, y leía con esa intención.<br /><br />Y la historia va emergiendo. Vamos logrando el tono, vamos construyendo personajes y situaciones, y aquí llega el tercer momento en que investigamos o acudimos a la investigación. Porque tanto en la ciencia-ficción como en la fantasía histórica necesitamos desesperadamente que el lector no ponga reparos a nuestro relato, al menos no en aquellas partes que forman parte del escenario, las costumbres... En los relatos históricos, para que el lector acepte el elemento fantástico, tenemos que ser rigurosos en la parte histórica. En ciencia-ficción, para que el lector nos siga a través de nuestras especulaciones, tenemos que partir de bases sólidas.<br /><br />Recientemente, escribí un cuento que trata de enfermedades y de nanotecnología. Ciencia-ficción dura. Una zona de Buenos Aires invadida por una plaga de insectos que portan nanomáquinas. Algunas de esas nanomáquinas diagnostican, otras transportan el tratamiento para cada tipo de cáncer. Había insectos artificiales y naturales. Todo controlado por una inteligencia artificial, capaz de aprender de sus errores. Una pesadilla ambientada en un Buenos Aires del futuro cercano.<br /><br />Casi todo el esfuerzo de investigación de este cuento estuvo en lograr verosimilitud. Reuní artículos sobre marcadores basados en una ciencia relativamente nueva (la optogenética), investigaciones de nanomedicina, artículos donde se sugieren nuevas formas de diagnóstico sistémicos a través de modelos computacionales del cuerpo humano (donde analizando proteínas específicas se puede saber qué es lo que está mal), y hasta encontré un artículo que describe una radio construida con un solo nanotubo. Con todo esto, comprobé que la concepción del cuento no era para nada loca, que era verosímil, y que mi especulación era válida.<br /><br />La idea aquí es pararse en el borde, crear, distorsionar un poco, adelantarse. En muchos casos se trata de un acto de ilusionismo. Sabemos que ese escenario que planteamos es imposible, pero lo presentamos de manera convincente, ya sea porque acudimos a un lenguaje científico convincente o porque lo relacionamos estrechamente con otros elementos de la realidad científica, técnica o histórica.<br /><br />Con todo, y en última instancia, el valor de un cuento casi siempre pasa por el factor humano. En ciencia-ficción tenemos muchos cuentos que son mera especulación, jugar con las ideas, empujarlas, hacerlas explotar. Pero creo que la literatura que trasciende, la que toca al lector, tiene que ver con el ser humano, con lo que le pasa al ser humano.<br /><br />Sobre las formas de documentarse, no puedo decirles mucho, porque hoy, más que nunca documentarse es relativamente fácil. Se pueden buscar datos en Internet, en revistas de divulgación que se compran en kioscos, en libros, en documentales... Traigo a colación otras dos formas de documentarme que uso con cierta frecuencia. La primera es hacer uso de las redes sociales (y digo esto en referencia, no a Twitter o Facebook, sino a nuestra comunidad: a la gente que conocemos). Tengo amigos que se interesan por la historia mucho más que yo, médicos que pueden pasarme información sobre ciertos procesos del cuerpo, ingenieros, biólogos, periodistas, otros escritores...<br /><br />La segunda forma es usar las entrevistas. Hace poco, para escribir un relato policial basado en una ucronía, que se ambientaba a fines del la década del 50, entrevisté al director del Museo Policial y a un fotógrafo de la policía: ¿Cómo eran los cuadros de la policía en ese momento? ¿Quién encaraba la investigación? ¿Cómo se abordaba en ese entonces la escena del crimen?<br /><br />No hay que se un genio para leer sobre estas cosas. Revistas de divulgación como <em>Scientific American, Ciencia Hoy, Nature, Todo es Historia</em>, o decenas de miles de páginas de la Web incluyen información sobre estos temas. Y es también la causa por la cual una revista de ciencia-ficción y fantasía, como es <em><a href="http://axxon.com.ar/noticias/">Axxón</a></em>, incluye noticias sobre ciencia y tecnología. Porque, para que el factor humano llegue al lector, tenemos que hacer que todo lo demás sea creíble. La investigación, la documentación y la lectura forman parte del proceso de escribir relatos como éstos que mencionamos. Son una pata de la mesa solamente, pero sin esa pata lo que está sobre la mesa se cae. </span></p>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-8947615425497359902009-11-27T02:24:00.008-03:002009-11-27T02:35:36.032-03:00Interludio 5: María Negroni, sobre Cortázar y “Las babas del diablo”<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOVisEUotIBnU5H1H3dy4bGjMHa3AhhZhR5j1rlkSfbzNKI5bTfIVSKXTgCXih-MekchoiIavJtp9VQGezHCAWwoLkkW2eX9tLcUF45aTe2ysGvL_vHaNeDOda8tXXboZhHCpRFiNFz4s/s1600/Negroni.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5408651206740261666" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOVisEUotIBnU5H1H3dy4bGjMHa3AhhZhR5j1rlkSfbzNKI5bTfIVSKXTgCXih-MekchoiIavJtp9VQGezHCAWwoLkkW2eX9tLcUF45aTe2ysGvL_vHaNeDOda8tXXboZhHCpRFiNFz4s/s320/Negroni.jpg" border="0" /></a> <div>Ya hablé en este blog de María Negroni, en este pequeño ensayo sobre <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2009/09/interludio-el-lenguaje-poetico.html">“Lenguaje poético”</a>. Ahora, quiero compartir con ustedes este clip, que tomé durante la presentación de su nuevo libro de ensayos, <em>Galería fantástica</em>, presentado el 26 de Noviembre en el Centro Cultural de España en Buenos Aires. Allí, María lee el capítulo dedicado a Julio Cortázar, y en particular a su cuento “Las babas del diablo”. El video recoge un fragmento de dicha lectura.<br /><br />Próximamente (apenas termine de editarlo), <a href="http://axxon.com.ar/axxon.htm"><em>Axxón</em></a> publicará un reportaje a la escritora, donde habla del Gótico, tratado en su anterior volumen de ensayos, <em>Museo negro</em>, y sobre esta nueva obra que ganó el Premio Universidad de Sinaloa – México / Editorial Siglo XXI, entre otros temas.<br /><br /><object height="344" width="425"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/zGOGgftGLQ0&hl=es_ES&fs=1&"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><br /><embed src="http://www.youtube.com/v/zGOGgftGLQ0&hl=es_ES&fs=1&" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="425" height="344"></embed></object><br /><br />En la contratapa de Galería fantástica reza:<br /><br /><span style="font-size:85%;">En este libro de ensayos, la autora argentina María Negroni interroga los textos más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XX –entre ellos <em>Aura </em>de Carlos Fuentes, “La muñeca menor” de Rosario Ferré, “Las hortensias” de Felisberto Hernández, <em>La invención de Morel</em> de Adolfo Bioy Casares, “El impostor” de Silvina Ocampo o “Las babas del diablos” de Julio Cortázar”– para postular una poética de oposición a la moral soleada (y petrificante) del status quo. Leyendo dichos textos como una suerte de deriva del gótico europeo y norteamericano del siglo XIX, que abrió, en su tiempo, una gangrena en el costado del Iluminismo, consigue una mirada nueva sobre un género tan fértil como díscolo dentro del panorama literario continental.<br /><br /></span><span style="font-size:85%;">Y en esos “teatros del mundo miniaturizados, en esos pequeños teatros del yo” que son los relatos, consigue formular algunas preguntas poco frecuentes (o poco articulables) que hacen trastabillar la realidad, ampliando de ese modo el abanico de lo concebible. En palabras de la autora: “Por un instante, algo invade algo y las jerarquías se borran. Entra el aire por alguna rendija invisible. Como en la poesía, en este tipo de relatos, la incredulidad queda, por un instante, suspendida y lo menos temeroso de nosotros mismos hala consuelo y agradece.”<br /><br /></span>La seguimos luego. </div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-13577869472218677072009-11-04T02:58:00.007-03:002009-11-04T10:14:03.433-03:00El revés de la trama 4: Las estelas como recurso narrativo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFT6mEV_gwd1Cudef7bOIwi5ifgWvacM0TQ5A2JUnCGvDdm3LKCv7xNAYX7eluQATKmccU0KAnmJy5kkCpYRXVl7MIrfkxqBPrZFyMVdocDmVsEuKHxwHrXz42CulN6rs7mnguAuP0Sgk/s1600-h/EstelasRecursoNarrativo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5400128334328494930" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFT6mEV_gwd1Cudef7bOIwi5ifgWvacM0TQ5A2JUnCGvDdm3LKCv7xNAYX7eluQATKmccU0KAnmJy5kkCpYRXVl7MIrfkxqBPrZFyMVdocDmVsEuKHxwHrXz42CulN6rs7mnguAuP0Sgk/s320/EstelasRecursoNarrativo.jpg" border="0" /></a> Al escribir “La ruta a Trascendencia” tenía una ventaja, no empezaba de cero. Como comenté en un <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2009/09/el-reves-de-la-trama-2-la-ruta-del.html">post anterior</a>, ya había escrito el cuento <a href="http://axxon.com.ar/c-CuentoDemasiadoTiempo.htm">“Demasiado tiempo”</a>, y sabía que no había explotado el tema lo suficiente. Una de las cosas que definitivamente había desaprovechado era las posibilidades narrativas que se abrían a partir de la existencia de las estelas temporales.<br /><br />Tal vez convenga aclarar que, para graficar esas estelas temporales en el relato, intercalé los ecos de lo que los personajes decían (en la primera edición de la novela usé los signos "<" y ">" para delimitar esas estelas, pero en la edición argentina, por cuestiones de estética, primó el criterio de usar itálicas. Por limitaciones de la interfaz de Blogger, que malinterpreta los signos ">" y "<", aquí usaré corchetes).<br /><br />Es así que una particularidad del contenido del relato —que algunos personajes vivieran extensamente en el tiempo, y que los “ecos” de lo que decían volvieran a aparecer en el texto— ponía en mis manos una herramienta narrativa eficaz: la posibilidad de usar esos ecos para pasar información de contexto al lector, retomar ideas durante un diálogo, crear evocaciones, e incluso asociaciones y recontextualizaciones caprichosas. Y es que, entre lo que pasa y el eco de lo que pasó se produce un diálogo, una tensión: las mismas palabras pueden significar cosas diferentes en la medida que los diálogos evolucionan.<br /><br />Creo que esta herramienta le dio una consistencia particular al relato, una cierta originalidad expresiva, incluso una poética que, entonces y ahora, me parece novedosa (uno nunca sabe del todo a quién le está robando ideas, dicen que todo esta inventado).<br /><br />Repasando el primer capítulo, aparecen varios ejemplos.<br /><br />1) Apenas llega Tony a Trascendencia, sufre un extraño incidente automovilístico. Es su primer encuentro con un híbrido temporal y sus estelas. No está en condiciones de seguir manejando y Eduardo se ofrece a llevarlo al pueblo. El diálogo sigue. La estela de esa sugerencia <strong>permite retomar la idea</strong> (la oferta de Eduardo de llevarlo al pueblo) para justificar una acción al final de la escena.<br /><br /><span style="color:#ff9900;"><span style="font-size:85%;">(…habla Tony)<br />—Apague el proyector, señor —dije—. Es un peligro.<br />—No hay ningún proyector. —El tipo, no sé cuál de todos, me miró y diagnosticó acertadamente que yo estaba en estado de shock—. Hagamos una cosa: déjeme el coche acá y yo lo llevo al pueblo. Manejar por esta ruta puede ser peligroso para usted, con esto de las estelas.<br />—¿Qué son las estelas?<br /><em>[¿Quién quiere saberlo?]</em><br />—Bueno, quisiera explicarle bien para que lo entienda. Pero seguro que su primo puede hacerlo mejor —dijo el hombre—. Somos nosotros, pero en otro tiempo. Aguante un cachito que saco la camioneta.<br />La mujer también se acercó a la tranquera. Era morocha, menuda y bastante atractiva. Frotaba una taza de café con un repasador viejo, como si pretendiera sacar un genio de aquel pocillo. Usaba un enorme reloj de pulsera. Noté que el hombre también tenía uno similar.<br />—Me llamo Clara y mi marido se llama Eduardo —dijo—. Fuimos de los primeros trascendis. No como su primo, que llegó después.<br />—¿Trascendis?<br />—Como dice mi marido, va a ser mejor que le explique su primo.<br />—¿Tiene algo que ver con las estelas? —pregunté.<br />—Sí, y con el primer epicentro.<br />El hombre interrumpió la conversación.<br />—Eduardo Sanguineti —dijo, extendiendo la mano para presentarse—. Cuando usted quiera nos vamos.<br /><em>[No hay ningún proyector… déjeme el coche acá.]<br /></em>Vacilé con la llave del auto en la mano.<br />—Déjele la llave a Clara… Entrá el auto, amor, que ya vengo. —El granjero me miró con aire divertido—. Voy a llevar al nuevo ayudante del comisario.</span><br /></span><br />2) Otra posibilidad es usar las estelas para <strong>traer a colación una parte de la conversación anterior a la escena</strong>. En el texto no aparece en ningún momento la conversación de la que provienen esas estelas, pero ese fragmento de información llega de todos modos al lector.<br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ff9900;">(…)<br />Lando enfrentaba un dilema. Y a pesar de su intrínseca cobardía (que lo llevó a dilatar una decisión por dos o tres años) se las había ingeniado para encontrar un camino de salida. No era un asunto sencillo. Para entenderlo tuve que remontarme veintidós años hacia el pasado y pedir explicaciones sobre ese secreto que la milicia y los tracs se empecinaban en guardar.<br />Ante todo, decidí entrevistar a mi propio hermano. Es decir, a mi primo. Lando. Yo buscaba certezas que me permitieran conocer la verdad sobre Trascendencia. No me sentía cómodo interrogando a mi jefe, pero Lando me había llamado para eso.<br /><em>[No, no estamos encerrados contra nuestra voluntad. ¿Me dejás que te explique?]</em><br />—Caminemos, Tony. Así podemos dejar atrás las estelas por un rato. Para mí es más difícil, pero ya estoy acostumbrado. </span><br /><br />3) Las estelas permiten en el texto que sigue <strong>recalcar algunas ideas</strong> antes de la revelación. Nótese que cuando Lando dice “Todavía está funcionando”, el lector ya sabe de qué está hablando, el lector acaba de recibir el resto de la información a través de la estela.<br /><br /><span style="font-size:85%;"><span style="color:#ff9900;">(…habla Tony)<br />—¿Cómo es eso?<br />—El motor que impulsaba esa nave podía manejar el espacio-tiempo. ¿Se entiende? Los tripulantes de la nave, si los había, tenían que actuar en ese espacio-tiempo distorsionado. Es posible que ellos también estuviesen distorsionados.<br />—¿Distorsionados cómo?<br />—Así, como yo. Cuando la nave chocó en Primer Epicentro, esa distorsión que traía alcanzó a todos en un radio de diez kilómetros a la redonda. Los habitantes de Redención empezaron a desdoblarse en estelas.<br />Tragué saliva, conmocionado. Lando siguió caminando en silencio y tuve que apurarme para no perderle el paso.<br />—Recuerdo que los diarios hablaban de una epidemia cerebral o algo así —dije cuando lo alcancé.<br />—Ese desdoblamiento en estelas vuelve loco a cualquiera. —Rolando alzó la vista y miró en derredor, como si ese pasado estuviera todavía ahí—. Porque no es solamente la apariencia: toda la conciencia empieza a desdoblarse. Es terrible al principio.<br />Noté que cuando Lando hablaba de las estelas no se refería a los hologramas ni a los ecos que tanto me molestaban. Tal vez era como me había resumido Eduardo: eran ellos, pero en otro tiempo.<br />—Y si no sabés lo que te pasa —siguió Lando—, el pasaje de tridi a trascendi es un infierno.<br />—Ya me vas a contar —dije para evitarle el mal trago—. Después llegaron los militares.<br />—Sí. Dijeron que había una epidemia, lo cual no era del todo errado, y cercaron el pueblo. Así estamos desde entonces. Pero si no lo abrieron hasta ahora fue por mutuo acuerdo.<br />Lando se detuvo una vez más y saludó a una mujer que pasaba de la mano de sus dos hijos.<br />—Clara los puede cuidar —dijo. La mujer asintió y siguió su camino.<br />—¿A qué viene eso? —pregunté.<br />—Ayer me hizo una pregunta y se la estoy respondiendo.<br />—Buena memoria.<br />—No, Tony. Estamos ahí, en la puerta de la comisaría, charlando. Acaba de hacerme esa pregunta. Ahora sé la respuesta, eso es todo.<br />Me quedé pensando y Lando aprovechó para encender un segundo cigarrillo.<br />—Tengo que dejar esta mierda.<br />—¿El pueblo?<br />—Los cigarrillos.<br />La pausa duró dos o tres minutos, y en ese tiempo dos de sus estelas se acoplaron al original. Oí el eco de las explicaciones que me había dado.<br /></span><span style="color:#ff9900;"><em>[Cuando la nave chocó en Primer Epicentro, esa distorsión…]<br />[El motor que impulsaba esa nave podía manejar el espacio-tiempo. ¿Se entiende?]<br /></em>—Todavía está funcionando —dijo Lando—. Los físicos que analizaron el proceso eran tridis, pero ya no lo son. Yo tampoco.</span><em><cuando><br /><el></em></span><br />4) Las estelas me permitieron también <strong>poner el énfasis en un hecho </strong>que después sería importante en la novela: el amor de Lando por una mujer. Inmediatamente después de la porción de diálogo que acabo de citar arriba, surge el eco de una estela de Lando: “Clara los puede cuidar”. La estela nos dice en qué está pensando Lando. De esta forma, el narrador atestigua un hecho, pero no le da ningún valor. El valor puede dárselo el lector, o sencillamente queda el antecedente para cuando se revelen más detalles, hacia el final de la novela.<br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ffff99;"><span style="color:#ff9900;">(…)<br />—Todavía está funcionando —dijo Lando—. Los físicos que analizaron el proceso eran tridis, pero ya no lo son. Yo tampoco.<br />—Dijiste que habías sido el primero.<br />—El primer voluntario, sí. Lo de los físicos fue un accidente. Pero gracias a esas transformaciones logramos avanzar en la investigación.<br />—Un sacrificio en aras de la ciencia —dije.<br />—Algo así.<br /><em>[Clara los puede cuidar.]</em><br />—Sí, un sacrificio en aras de la ciencia —repitió Lando con la mirada perdida en la dirección en que se había ido la mujer. </span><br /></span><br />5) Al final del capítulo. Las <strong>revelaciones </strong>llegan a Tony, pero después de que Lando se fue, así que no puede retrucarle.<br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ff9900;">(…)<br />Dijo algo más, pero en voz tan baja que no le entendí. Alguien se acercaba y evidentemente Lando no quería que oyera nuestra conversación.<br />—Ahora la seguimos —dijo, y se fue a atender al trascendi.<br />Estuve en vilo durante un minuto, hasta que la estela de Lando llegó a mi posición.<br /><em>[Cuando les ofrecí un plan, una posible salida, aceptaron sin vacilar. Y los demás tracs también… Vos sos la parte principal de mi plan.]</em><br />Y yo que creía que me había llamado porque me extrañaba.</span><br /><br />Avancemos un poco.<br /><br />6) En el capítulo 4, las estelas sonoras del tango “Por una cabeza” (una serie de fragmentos tramposamente escogidos para que sugirieran otra cosa) me permiten <strong>mostrar, no explicar</strong>, las asociaciones de ideas que llevan luego a resolver el misterio del salón de baile de Hastings. Allí, unos jóvenes se habían incendiado, literalmente, comenzando por la cabeza. ¿La razón? Habían especulado (habían jugado a cambiar una y otra vez el futuro, iterativamente). La mecánica de ese proceso especulativo se explica más adelante. Lo interesante es que puedo sugerir las pistas sin detener la acción: Tony vuelve a casa y Susana está llorando.<br /><br /><span style="font-size:85%;"><span style="color:#ff9900;">(…)<br />Lando dormía en la habitación de al lado. Cerré la puerta que comunicaba ambos cuartos y bajé el volumen del amplificador. De poco me sirvió: los ecos del tango atravesaban la bruma eventual y llegaban hasta mis oídos con la misma sonoridad.<br /><em>[No olvides, hermano, vos sabés, no hay que jugar…]</em><br />Susana estaba llorando.<br /><em>[Por una cabeza, metejón de un día…]</em><br />—¿Qué te pasa? —le pregunté.<br />—Nada. Me voy a dar un baño.<br /><em>[Quema en una hoguera todo mi querer.]</em><br />—¿Por qué llorás?<br />—No importa. Tengo sueño y quiero darme un baño.<br />Cuando volvió del baño, se metió en la cama y se hizo la dormida. La canción empezó otra vez. O tal vez eran las estelas.<br /><em>[No olvides, hermano, vos sabés, no hay que jugar…]<br />[Por una cabeza…]<br />[Quema en una hoguera…]<br /></em>—Apagálo —me pidió de mala gana—. Ya escuché bastante, no hace falta más.<br />No pegué un ojo en toda la noche.</span></span><br /><span style="font-size:85%;color:#ff9900;"></span><br />7) ¿Puede una charla científica volverse romántica? ¿Ayudan las estelas a ello? Esta escena (perdonen la extensión de la cita) <strong>juega a cambiar el contexto</strong> de lo que se dijo para hacer que fragmentos de una explicación delaten, en otro contexto, intenciones románticas. Pero en esta escena suceden más cosas. Las estelas intercaladas permiten retomar ideas para avanzar con las explicaciones, hacen parecer que los personajes se “justifican” mentalmente antes de “atajarse” verbalmente, o que demandan la atención de su interlocutor sin hacerlo verbalmente, entre otros efectos. Es como si un duende invisible hiciera acotaciones, a veces con fines didácticos, otras simplemente para mofarse, de puro juguetón.<br /><br /><span style="font-size:85%;"><span style="color:#ff9900;">(…habla Susana)<br />—El espacio-tiempo puede ser comprimido o expandido —me explicó—, al menos en teoría. Una nave como la de los epics, que quiera moverse «más rápido que la luz», comprime el espacio-tiempo delante de ella y lo expande detrás.<br />Susana vio mi perplejidad y confusión, o quizá vio un futuro cercano donde al final de su trabajosa explicación yo le decía que no había entendido. Se puso en el papel de maestra y me dio un ejemplo.<br />—Mirá esa hormiga.<br />Esa hormiga era tres hormigas caminando en perfecta hilera.<br />—Las veo.<br />—Ahora imaginemos que esa hormiga puede moverse, con toda la furia, a dos centímetros por segundo. Y que se aleja de nosotros a esa velocidad.<br />—Sí.<br />—Pero, de repente, se sube a una oruga como ésta. —Me mostró una oruga tridi, en una hoja trascendi que ella acababa de sacar vaya a saber de dónde—. Y esta oruga también se mueve a dos centímetros por segundo, y se aleja de nosotros. ¿Me seguís, bachiller?<br />—Sí gordi, te sigo.<br />—¿A cuánto se mueve la hormiga?<br />—A cuatro.<br />—No, amor. Localmente se sigue moviendo a dos centímetros por segundo, pero se aleja de nosotros a cuatro centímetros por segundo.<br />—Retorcido, pero muy gráfico.<br />—Ahora lo voy a hacer más complicado. —Dejó la hoja en el piso—. Digamos que la oruga se queda quieta y lo que se mueve es el piso. Entonces la oruga arruga el piso que está por delante y estira el que está por detrás.<br />—Pobre hormiga.<br />—Chistoso. Bien, si la oruga fuera la nave, y la velocidad de la luz fuera de dos centímetros por segundo, y el piso fuera el espacio-tiempo que la nave comprime y expande, entonces se podría mover de un punto a otro más rápidamente de lo que lo haría la luz en un espacio-tiempo sin comprimir.<br />Tardé medio minuto en deglutir todo lo que me había dicho. Hay libros enteros con fórmulas matemáticas que explican este fenómeno, pero eso lo supe luego. Siempre que pienso en el plegamiento del espacio-tiempo, se me aparecen la hormiguita viajera y el gusanito arrugador.<br />—¿Y cómo llegamos desde ese gusanito a los trascendis? —pregunté.<br /><em>[El espacio-tiempo puede ser comprimido o expandido…]</em><br />—Eso es más complejo. La mayoría son suposiciones, premisas.<br />Vaciló, y esa vacilación la pintó de cuerpo entero: por momentos muy segura, y por momentos endeble y llena de dudas.<br />Una mujer adorable.<br />—Lo primero a considerar —dijo Susana, jugando con la hormiguita viajera—, es que se necesita mucha energía para comprimir y dilatar el espacio-tiempo. Probablemente en el mismo orden que una pequeña nova. Así que tal vez la compresión no se hiciera con energía continua, sino con picos de energía pulsatoria. Eso explicaría la existencia de estelas puntuales, que bien podrían coincidir con los picos máximos de esos pulsos. Probablemente, si esa energía fuera continua, nuestra extensión temporal también sería continua. ¿Me seguís, Tony?<br />—Hasta la Luna.<br /><em>[Con toda la furia…]</em><br />—Por otra parte, nada que estuviera dentro de la nave podría sobrevivir a una emisión de energía de ese tipo. Nada físico, quiero decir. Yo creo que si estos tipos tienen la habilidad de manipular más finamente el espacio-tiempo, podrían trascender y poner el eje de trascención en su pasado. De esa forma estarían a salvo de las emisiones de energía.<br />Susana hizo una pausa mientras yo trataba de digerir esa idea.<br /><em>[La mayoría son suposiciones, premisas.]</em><br />—Todo esto es muy loco —se atajó. Tal vez pensaba que yo estaba en condiciones de objetar algo de su explicación—. La verdad es que no tengo la menor idea de cómo se puede distribuir toda esa cantidad de energía en distintos ejes de trascención. Pero eso explicaría por qué el impacto no acabó con media provincia. O con todo el planeta. El núcleo de la nave está cien metros bajo tierra. Una de las dudas que todavía tenemos es dónde fue a parar toda la energía cinética del impacto.<br />—No dónde, sino cuándo —objeté con tono triunfal.<br />—Sí, eso —concedió Susana.<br /><em>[¿Me seguís, Tony?]</em><br />—O sea que manejaban la nave, previendo eventos futuros y corrigiéndolos mucho antes —arriesgué yo—. En ejes de trascención anteriores al de la nave.<br />—O no, quizá tuvieran multimotricidad absoluta y manejasen las naves directamente con sus estelas. Y esas estelas terminaran consumiéndose, sólo para se crearan estelas nuevas. No sabemos de qué están hechos estos tipos. Para eso habría que llegar al corazón de la nave y hasta ahora no pudimos. En ese caso tendrían que lidiar con las paradojas, pero sería en medio del espacio vacío. Donde no hay nada, o casi nada, tal vez haya menos consecuencias paradojales… No tengo idea.<br />—¿Por qué razón el equipo no pudo llegar a la nave?<br />—Encontramos fragmentos, incluso parte del mando de la nave, pero no pudimos llegar al motor. Hay radiaciones, la temperatura aumenta abruptamente a medida que excavamos. Los sonares no pueden detectar el núcleo. En temporada alta parece cambiar de posición o los instrumentos derivan.<br /><em>[El espacio-tiempo puede ser comprimido o expandido…]</em><br />—¿Cuerpos?<br />—No. No había nada que pudiéramos considerar cuerpo.<br />—O sea que era manejada a control remoto.<br />—O esos cuerpos están en otro eje de trascención.<br />—¡Mierda!<br />—¿Ya te estás cansando, amor?<br />—No, pero cambiemos de tema.<br /><em>[Al corazón de la nave.]<br />[Con toda la furia.]<br />[Los instrumentos derivan… Al corazón de la nave.]<br /></em>Susana siempre supo cambiar de tema sin decir palabra. </span></span><br /><span style="font-size:85%;color:#ff9900;"></span><br />La seguimos luego.Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-62335910329474378532009-10-21T12:58:00.003-03:002009-10-21T13:17:15.415-03:00El revés de la trama 3: Tony y Lando<div>(Viene de <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2009/09/el-reves-de-la-trama-2-la-ruta-del.html">"El revés de la trama 2"</a>)<br /></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNvtyDWM1wVyj90gHEWN3kAHdGui9mN0KYOLcpNdseadvBI9GgGYiMXHH_iiYM4guiUUGH9rRX-O9UiYJ59G4nyKmG6kEDQ6az5exE3JeApOIVI3w-zKTilB3PSGivPpDVLKks8THB9Pc/s1600-h/Rev%C3%A9sTrama3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5395087992811467490" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNvtyDWM1wVyj90gHEWN3kAHdGui9mN0KYOLcpNdseadvBI9GgGYiMXHH_iiYM4guiUUGH9rRX-O9UiYJ59G4nyKmG6kEDQ6az5exE3JeApOIVI3w-zKTilB3PSGivPpDVLKks8THB9Pc/s320/Rev%C3%A9sTrama3.jpg" border="0" /></a>Tenía dos elementos entonces: la base (la idea de la trascención y las estelas) y un abordaje posible (el viaje iniciático). ¿Qué clase de personaje podía usar para jugar con estos elementos? Por el cuento sabía que tendría un componente denso de especulación científica o pseudocientífica, por lo tanto necesitaría un personaje que fuera capaz de decodificarla para el lector, o que al menos supiera hacer las preguntas correctas. Además, el personaje tenía que soportar sobre sus hombros, de manera no muy artificiosa, la narración del relato (en primera persona).<br /><br />Más por vagancia que por otra cosa, decidí que fuera periodista, como yo. De esa manera, al menos al principio, directamente le daría mi propia voz, y luego, en la medida que lo fuera conociendo en acción, tal vez podría ajustar su discurso. Decidí también que el personaje tuviera poco background: unas ciertas obsesiones, algunos antecedentes familiares que justificaran el viaje a Trascendencia y no mucho más. Y con estas coordenadas iniciales, como en los ejercicios que propuse en <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2008/09/limitaciones-en-los-personajes.html">“Limitaciones en los personajes”</a> y en <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2008/04/uno-de-los-objetivos-de-la-disciplina.html">“Dominó”</a>, el personaje se fue construyendo solo.<br /><br />De esas impremeditadas inferencias que iban vistiendo al personaje (sobre la acción, prácticamente en el mismo momento en que escribía la historia), nació en retrospectiva, durante la reescritura, uno de los patrones o esquemas predominantes de “La ruta…”. De hecho, un mecanismo que resume toda la historia: el protagonista siempre termina ocupando el lugar de su primo. Esto sucede dos veces. La primera, contada en retrospectiva, cuando el protagonista queda huérfano y se va a vivir con los tíos. Lando se va de la casa, deja un vacante un rol que Tony, el protagonista, terminará asumiendo.<br /><br /><em><span style="color:#ff6600;">Después de la muerte de mamá, me mudé a la casa de mis tíos maternos y mi primo Rolando. Esa nueva vida en familia fue buena por un tiempo. Después, Lando-Rolando se fue. Era mayor que yo y cuando cumplió los veintiuno decidió enrolarse en la Gendarmería. Yo ocupé su lugar, pasé a ser el hijo oficial, pero todos sentimos su partida como una pérdida.<br /></span></em><br />La segunda cuando llega a Trascendencia, el primo Lando comienza a apartarse de este mundo y, metafóricamente, vuelve a abandonarlo. El ciclo se cierra:<br /><br /><em><span style="color:#ff6600;">Cuando Trascendencia se quedó sin comisario, el ayudante se hizo cargo. El ayudante era yo. No era el más capacitado, pero así son las cosas en Trascendencia.<br /><br />No hubo ceremonia. Fue tan discreto como había sido el comienzo de mi viaje. Esa travesía que empezó con la búsqueda de un trabajo y de un hermano perdido terminaba con mi conversión en trascendi y mi sumisión total a una religión donde ser inocuo es el valor máximo…<br /></span></em><br />La seguimos luego.</div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-36987405948883348962009-10-11T00:23:00.005-03:002009-10-11T00:55:23.120-03:00Interludio 4: “La duna del 40° aniversario” (y las arenas que cantan)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjw9iJLZkz73V5DhQqVeO68juIBKCBv4b1yaKi-lfm_k_Fw0wcB57_akjFwlNIBdxw75yFziuWeocSKi3X4RRjac7S9JGP0QGTejixyxtzFDMg1PKrF4NvtE5aaodKYsbSZCOqSzwjHZ6g/s1600-h/Duna_ch.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5391185339133074834" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 156px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjw9iJLZkz73V5DhQqVeO68juIBKCBv4b1yaKi-lfm_k_Fw0wcB57_akjFwlNIBdxw75yFziuWeocSKi3X4RRjac7S9JGP0QGTejixyxtzFDMg1PKrF4NvtE5aaodKYsbSZCOqSzwjHZ6g/s320/Duna_ch.jpg" border="0" /></a> Este post surge de una lectura organizada en el bar de FM La Tribu, el pasado 8 de Octubre. Allí leí el cuento <a href="http://axxon.com.ar/rev/117/c-117LaDuna.htm">"La duna del 40º aniversario"</a>, y muchos me preguntaron de dónde salió. El siguiente artículo fue escrito para la sección Zapping de la revista <em><a href="http://axxon.com.ar/">Axxón</a> </em>en noviembre de 2002, y cuenta la idea germinal del cuento. Para ver ilustraciones, referencias bibliográficas, links a material multimedia y demás, pueden visitar el <a href="http://axxon.com.ar/zap/c-zapping0143.htm">artículo original</a>.<br /><div align="right"><br /><br /><span style="font-size:85%;">Durante milenios, los nómadas del desierto han oído voces y</span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;">sonidos misteriosos provocados, a su decir, por fantasmas </span><span style="font-size:85%;">y</span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;">demonios. </span><span style="font-size:85%;">Marco Polo creía que a veces los espíritus malignos</span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;">"llenaban el aire con sones de instrumentos musicales de todo </span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;">tipo, </span><span style="font-size:85%;">redobles de tambor y chasquidos de espadas".<br />—<em>Investigación y Ciencia</em>, dic. 1997. "Los sonidos de la arena"</span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;"><br /></div></span><span style="font-size:85%;"><br /><div align="justify"></span></div>Un día cualquiera, de paseo a la hora del almuerzo por la avenida Corrientes, entro a un local de venta de libros y revistas viejas y, por unos pocos pesos, me llevo cuatro o cinco <em>Investigación y Ciencia </em>—la versión en español de la reputada <em>Scientific American</em>—. Y ése es precisamente el principio de todo. Como dice Eduardo Carletti, a menudo el punto de partida de un argumento de Ciencia Ficción está en los artículos científicos, los documentales, los libros de divulgación y las obras de consulta. En mi caso, el punto de partida para "La duna del 40° aniversario" fue un artículo de una de esas revistas Investigación y Ciencia titulado: "Los sonidos de la arena" (Franco Nori, Paul Sholtz y Michael Bretz de la Universidad de Michigan; Investigación y Ciencia, diciembre de 1997), originalmente aparecido en Scientific American (septiembre de 1997).<br /><br />¿A qué sonidos se refiere este artículo? ¿Cómo se forman? De eso se trata este Zapping.<br /><br />Los sonidos originados por los arenales en algunos desiertos y playas constituyen uno de los fenómenos más desconcertantes de la naturaleza. Los habitantes de esas zonas creen oír campanas, trompetas, sirenas, órganos, tambores, murmullos, gemidos, ruido de motores, truenos e incluso golpes metálicos. Obviamente, no falta quien crea que las arenas del desierto están pobladas por fantasmas y demonios que reclaman la atención de los vivos. Los científicos prefieren explicaciones menos esotéricas. Hasta hoy han sido localizadas al menos 30 "dunas retumbantes" en desiertos y playas de África, América y Asia. Una lista incompleta de esos sitios incluye:<br /><div align="justify"><br />La Montaña de Arena (Estados Unidos)<br />Las Dunas de Kelso (Estados Unidos)<br />La Montaña del Cascabel (México)<br />Las Arenas Crujientes de Kauai (Hawai)<br />El Bramador (Chile)<br />El Punto de Diablo (Chile)<br />Las Dunas del Kalahari (Sudáfrica)<br />Las Dunas de Namibia<br />Bir el Abbés (Argelia)<br />Um Said (Qatar)<br />Dunhuang (China)<br /><br />Sin embargo, los científicos todavía no saben cuál es el mecanismo por el cual, en determinadas condiciones, esas dunas "cantan". ¿Depende del tamaño y forma de los granos? ¿De la interacción dinámica de estas partículas durante una avalancha?<br /><br />Los sonidos de la arena no siempre son espectaculares. Cuando alguien pasea por una playa, la arena cruje. Este tipo de arena se denomina "crujiente" o "silbante". Pero existe otro tipo de arena "retumbante", que en su momento llamó la atención de Marco Polo y de Charles Darwin. En el libro <em>The Voyage of the Beagle</em>, Darwin hace algunos comentarios cortos sobre este fenómeno en Brasil y Chile. En el capítulo XVI del diario, dice:<br /><br /><span style="color:#ff9900;">El primero de julio (de 1832) alcanzamos el valle de Copiapó. El aroma del trébol fresco era realmente delicioso, después del aire inodoro de la zona seca, estéril, Despoblado (sic). Mientras estábamos en la ciudad, pude oír una historia de parte de varios de los pobladores, acerca de una colina en las inmediaciones que ellos llaman "El Bramador", el rugidor. No presté suficiente atención en ese momento al cuento pero, por lo que pude entender, la colina está cubierta de arena y el ruido se produce sólo cuando la gente, al ascenderla, pone la arena en movimiento. La misma circunstancia se describe en detalle con la autoridad de Seetzen y Ehrenberg, como la causa de los sonidos escuchados por muchos viajeros en el Monte Sinaí, cerca del Mar Rojo. Una persona con la que conversé, escuchó ella misma el ruido: lo describe como muy sorprendente y estableció claramente que, aunque no podría explicar cómo es causado, para que se produzca es necesario que la arena ruede pendiente abajo. Un caballo caminando sobre arena de grano grueso seca causa un peculiar ruido de "chirping" debido a la fricción de las partículas, una circunstancia que advertí varias veces en la costa del Brasil...<br /></span><br />Según los científicos, este sonido se oye en dunas que están lejos del agua, en desiertos o en las llamadas "playas traseras", alcanzando distancias de hasta 10 kilómetros del lugar donde se producen.<br /><br />Las arenas retumbantes crean sonidos sordos, de entre 50 y 300 Hertz (ciclos por segundo) y que duran un máximo de 15 minutos en las dunas más grandes (lo normal es sólo segundos). Como bien sospechaban los habitantes del valle de Copiapó, el secreto del sonido parece estar en las avalanchas. Antes de que se desencadene una avalancha los vientos arrastran la arena hasta construir una duna con una cierta pendiente. En el caso del desierto, alcanzan unos 35°. Llegado este punto, la arena a sotavento de la duna inicia el desplome, de forma que las capas de arena se deslizan sobre otras inferiores como en un mazo de naipes. Los granos de las capas superiores caen sobre los inferiores y, transitoriamente, en los intersticios que hay entre ellos, para rebotar y seguir su descenso. Se cree que la fuente de sonido está en ese movimiento vertical de vaivén.<br /><br />Esta primera aproximación al fenómeno no es suficiente y queda mucho por explicar a propósito de las vibraciones. De hecho, todavía no se sabe demasiado sobre las frecuencias de las arenas retumbantes. La Montaña de Arena (Desierto de Nevada, Estados Unidos) retumba entre los 50 y 80 Hz. Los autores del trabajo publicado en <em>Scientific American</em> sostienen que allí se producían sonidos similares al del didgeridoo: un instrumento de los aborígenes australianos que se caracteriza por una baja y monótona cadencia. En los arenales de Korizo (Libia) y en el desierto del Kalahari (Sudafrica) ese rango de frecuencias va de los 130 a los 300 Hz. En casi todos estos casos el resultado es un sonido estridente.<br /><br />Si bien el diámetro de los granos de arena, sean activos acústicamente o no, ronda los 300 micrones, los científicos notaron que los retumbantes se distinguen por su superficie alisada y no todos muestran morfología esférica, como se creía en un principio. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La humedad es otro factor clave. Si bien las dunas retienen humedad con notable eficiencia, los retumbos se producen en las partes en que la duna se seca antes. Con todo, los científicos presumen que las precipitaciones hacen decantar el polvo que impide el movimiento de los granos de mayor tamaño. La secuencia de formación de las dunas retumbantes (que el cuento reproduce artificialmente) sería:</div><ul><li><div align="justify">El viento transporta la arena a través de largas distancias, la pule y la acumula formando la duna. </div></li><li><div align="justify">La lluvia elimina el polvo que impide el movimiento de los granos más grandes. </div></li><li><div align="justify">La duna se seca en pocas semanas. </div></li><li><div align="justify">Cuando la pendiente supera los 34°, la duna comienza a derrumbarse. </div></li></ul><div align="justify">Otro de los factores que podría tener alguna incidencia en el proceso, aunque los científicos lo han desestimado por el momento, es que en las avalanchas se suelen producir fenómenos electrostáticos: los granos se unen formando filamentos. En 1936, en el desierto del Kalahari, fueron observados filamentos de hasta 13 milímetros, cargados electrostáticamente. Al momento del artículo, no existían trabajos serios en esta línea de investigación.<br /><br />Mientras los científicos tratan de llegar a un modelo convincente del fenómeno de las arenas retumbantes en el laboratorio y en campo, la imaginación puede llevarnos a escuchar esas arenas que cantan (graves, estridentes) y que quieren decir algo a quienes tienen la suerte de escucharlas. </div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-51499332441380485192009-10-07T23:50:00.008-03:002009-10-08T00:02:45.539-03:00Interludio 3: Paisajes inquietantes<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeA-i2cMTQLSq3adMoj63grwbuK7W4Fun0plTJOjpe28hOK-3GQ1jHVnasSpRqjYNjv3CiGdAMNQxAoKSW5U57vgpAOZLP6joc2fRLmlcGP794_TIItOj0uH1N4j6cBmMs60fT7kfd1fA/s1600-h/P_hierro.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5390057502727399714" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeA-i2cMTQLSq3adMoj63grwbuK7W4Fun0plTJOjpe28hOK-3GQ1jHVnasSpRqjYNjv3CiGdAMNQxAoKSW5U57vgpAOZLP6joc2fRLmlcGP794_TIItOj0uH1N4j6cBmMs60fT7kfd1fA/s320/P_hierro.jpg" border="0" /></a><span style="color:#ff9900;">Este relato pertenece a <strong>Héctor Ángel Benedetti</strong>, escritor, ensayista, investigador, conductor radial y coleccionista, pero que ha incursionado poco en la ficción. Sin embargo se animó con varios cuentos que reflejan su pasión por las estaciones ferroviarias, los pueblos del interior de la Argentina y sus misterios. De este cuento (más bien un “sucedido”) rescato el lenguaje, el tono y el escenario. Me gusta mucho, espero que ustedes lo disfruten.</span> </div><div align="justify"><br /> </div><div align="justify"><br /></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"><strong></strong></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"><strong></strong></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"><strong></strong></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"><strong>El pueblo de metal</strong></span><br /></div><div align="right"><strong></strong><span style="font-size:85%;"></span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;">por Héctor Ángel Benedetti</span></div><p align="justify"><strong><span style="font-size:130%;">C</span></strong>onservo la memoria vívida, exacta en todos sus detalles, de la época en que estuve haciendo un relevamiento del Ferrocarril Provincial que iba desde La Plata hasta el Meridiano Quinto, en Mira Pampa. Fue durante el primer semestre de 1961, luego que el balance del año anterior, como todos desde hacía décadas, informara que la relación entre gastos del ramal e ingresos del sistema había sido negativa. Las cifras, por demás elocuentes, apoyaban la decisión del Ministerio de cerrarlo definitivamente; aunque aún no se había anunciado en forma oficial, en la administración ya se sabía que a más tardar hacia julio saldría el decreto determinando la clausura de, por lo menos, los cuatrocientos kilómetros entre Carlos Beguerie y la punta de rieles, pues era el tramo con mayor déficit. Por ser ingeniero de vías y obras, me encargaron recorrer la línea y evaluar qué podía recuperarse tras su inminente desactivación; tarea que debía cumplir en secreto, porque los empleados de aquella sección intuían su futuro y empezaban a inquietarse. El sindicato poco podía hacer mientras no hubiera una notificación formal, pero por precaución la gerencia prefirió que mi peritaje se hiciera en medio de un total hermetismo.<br />Un martes a las diez de la noche el tren me dejó en una estación que se llamaba Galo Llorente. Catorce paradas había visitado contando desde Mira Pampa, más el jerarquizado edificio del ramal a Pehuajó; ¿qué sorpresa podría esperarme? Sería, pensé, lo rutinario; un informe calcado de los otros. Como muchos puntos del itinerario del Provincial, Galo Llorente no tenía pueblo en torno suyo; pero el ferrocarril le había puesto una importante construcción con la esperanza que algún día se formase allí un caserío. Esto jamás ocurrió, y la estación sobrevivía plantada en campo raso, para un mínimo tráfico de cargas y el casi nulo movimiento de pasajeros. De hecho fui el único en apearse. Me identifiqué ante el jefe (como hiciera con los demás, me limité a decirle que inspeccionaba la enrieladura) y pedí hacer noche allí mismo, para no tener que andar yendo y viniendo desde Carlos Casares o Nueve de Julio. El encargado arregló para mí un catre en una dependencia.<br />Por la mañana, caminando sobre el terraplén en dirección a La Plata (quiero decir, entre Galo Llorente y Amalia), detecté una irregularidad: había, un kilómetro adelante, restos de un desvío particular, aparentemente clandestino; saliendo de la vía única se dirigía hacia el nordeste y moría tras unos pocos metros. Eso era lo que veía entonces; originalmente debió ser mucho más largo. Como sabe cualquiera que esté iniciado en cuestiones del ferrocarril, construir un desvío no es cosa sencilla ni barata; requiere materiales, mano de obra y tecnología, y desde luego no puede tenderse sin aprobación. Sin embargo ese desvío no figuraba en ningún manual, ni siquiera en los más antiguos; no estaba inventariado, y a efectos administrativos no existía. Antes de telegrafiar a la cabecera le pregunté al jefe de Galo Llorente por aquella rareza, ciertamente única. El buen hombre se excusó con inocencia: él hacía solo dos años que operaba en ese paraje; por supuesto que tenía conocimiento del desvío desafectado, pero nunca se preocupó porque sus cambios estaban anulados desde hacía mucho tiempo y, francamente, ignoraba en qué época estuvo activo y quién había sido su propietario. No obstante, quizá comprendiendo que era una lejana y gravísima infracción, me dijo que mejor podría informarme un hombre de la zona; un viejo de apellido Castro, cuidador de un campo vecino que aquella misma tarde, hacia las tres, iría por la estación a retirar una encomienda.<br />A las tres en punto estaba esa persona por su trámite; treinta años de ver pasar al ferrocarril le habían contagiado puntualidad. El jefe nos presentó: era un criollo antiguo, que venía con ropa de fajina rural; curtido, circunspecto. Su ceño inspiraba, o más bien exigía, el silencio. Entendí que su respeto lo encerraba y le entorpecía cualquier conversación; cuando le pregunté por el desvío, miró el suelo cinco segundos, como buscando las palabras, y lentamente empezó a explicarse.<br />—Sí; ya sé de qué me está hablando usted. Nací en Quiroga, señor, pero me crié en estos campos; todavía me acuerdo que el tren no estaba la vez que pasó Marcelino Ugarte, y eso que yo era un chico; también me acuerdo de Casares vieja, y de la lluvia que inundó las chacras de La Aurora. ¡Cómo puedo olvidarme del desvío, si trabajé poniéndolo! Fue en el año quince; nos conchabaron a todos porque hacía falta gente. Mi madre, señor, tenía sesenta años y cocinaba para la cuadrilla. El desvío se hizo para llevar materiales hasta una empresa; esto era dos kilómetros adentro. Nadie se enteró a qué se dedicaría ese establecimiento, ni creo que tuviera nombre; o por lo menos no lo supe yo.<br />Me extrañó que, siendo de la región y habiendo trabajado ahí, después de cuatro décadas y media solo conservara una referencia vaga.<br />—Lo que fuera, nunca terminó de hacerse; pero llegaron a montar una cosa muy rara. Nos hicieron levantar en medio de la nada un campamento de metal. De metal, como lo oye. Doscientas varas por otras doscientas, y un claro en el centro; todo en fierro de segunda mano, con planchas, barras, varillas, alambres. Tenía casuchas (ni dos iguales) y letrinas; había depósitos, garitas, varios despachos y otras construcciones, algunas sin sentido; recuerdo un vallado de perfiles, que no era muy largo y que terminaba como había empezado: sin cerrarse. Tuvimos que poner un molino, y unos rieles podridos clavados a pique que eran columnas cortas, o quizá palenques. El desvío llegaba hasta el costado de un tinglado que no tenía paredes. Todo estaba colorado por la herrumbre; jamás vi madera o ladrillo. En los pisos de tierra, por donde mirase, topaba uno con escoria, limaduras, y piezas más grandes también: bulones, ganchos, bisagras, eslabones; hasta herraduras tiradas había, y eran completamente inservibles. ¿Me cree si le digo que era como una isla de fierro en mitad del campo? Ni los capataces sabían para qué era todo eso. Y como si fuera poco lo extraño, más de una vez aparecieron chucherías en los alrededores. Una estatuita de acero, por ejemplo; figúrese desenterrar algo así mientras se palea un pozo. Y otro día, macheteando pastizales para hacer el terraplén, dimos con una bola que parecía de bronce; bronce macizo y verdinoso, y que tenía una raya profunda pegándole toda la vuelta. Si me atiende la comparación le dire que era como una bocha, pero de medio metro, más o menos. ¿Para qué serviría, por qué estaba ahí? Ni esa vez ni ahora encontramos contestación, aunque (créame) le dedicamos bastante al asunto. Pero no sé si era lo más extraordinario de ese lugar; a mí en realidad me intrigaba aquel asentamiento sin lógica. Parecía más el obrador de un loco que el de un ingeniero. Y para qué negarle que las construcciones nos daban un poco de miedo, porque no las entendíamos; de lejos se veían puestas sobre la llanura casi pelada y formaban una cosa vieja, oxidada, monstruosa. No nos gustaba mirarla de noche, cuando le pegaba la luna. Dos peones desertaron y se fueron a trabajar a otro lado, y supongo que hicieron bien.<br />Le aseguré que me interesaba visitar el campamento.<br />—De eso no quedó nada: como le dije, no llegó a funcionar; quedó abandonado y un tornado en el treinta y dos tiró abajo lo poco que se mantenía en pie, y después vinieron unos chatarreros a desmantelar y llevarse el resto. Se hicieron de una buena cantidad, señor; eso se lo puedo firmar. Si nunca terminó de hacerse el establecimiento, habrá sido por lo que pasó al final de aquel año quince.<br />El viejo lo dijo con un tono conclusivo, pero a propósito dejó abierta nuestra curiosidad y el jefe de la estación le preguntó qué había acontecido.<br />—Era diciembre; una tarde de mucho calor. Casualmente era la primera vez que mandaban una locomotora al desvío, pero solo para probar. Desde la mañana venían formándose unas nubes gordas, cargaditas; el viento del este trajo unas cuantas más. El aire estaba muy pesado y respirábamos la tormenta. Cuando el cielo se puso negro cayeron unas gotas para aliviarnos, aunque nada del otro mundo; a las seis sentimos un bramido espantoso, y lo que vino a continuación fue terrible. La lluvia no era tanta; eran los rayos, señor. Nunca vi una cosa así. Caían con una fuerza tremenda, uno atrás del otro sobre el campamento; estábamos aterrados y no nos animábamos a guarecernos en las casillas o en los galpones, porque todos los lugares eran alcanzados, y corríamos de aquí para allá sin saber dónde ir. ¿Sabe lo que era eso? Los refucilos parecían quedarse un rato, y algunos se movían sobre los fierros antes de borrarse. Uno cayó sobre una argolla que estaba tirada: la levantó en el aire y la pulverizó. Otro de esos rayos que duraban bastante dio contra el costado de la locomotora y le dibujó una línea de izquierda a derecha, como una gran soldadura. Se olía la electricidad. No teníamos a dónde escapar, pero era claro que las descargas no nos buscaban a nosotros, sino a las construcciones; así que disparamos al campo abierto, y aunque digan que es el peor sitio cuando hay tormenta, no era el caso de aquel día. Vimos una centella que brotó al revés, desde una columna hacia las nubes; también unas chispas que se elevaban para reventar en el aire, y cantidad de relámpagos que se abrazaban al molino, a las vallas, a los perfiles; retumbaban en el techo de las habitaciones, y era un infierno. Mi madre rezaba y todos, peones y capataces, estábamos como petrificados. Una hora habrá durado aquello. Cuando se despejó ya era de noche, y la luna y las estrellas iluminaban otra vez el campamento y lo hacían parecer un fantasma.<br />Impresionados por el relato, el jefe de la estación y yo no supimos qué decir. Los tres permanecimos callados un instante, una eternidad. Le ofecí un cigarrillo al viejo; no lo aceptó. Luego respiró hondo, esperó otro poco y agregó:<br />—Hubo algo más, después. Bajo el tinglado, ese que no tenía paredes, estaba la bola de bronce que encontramos haciendo el terraplén. Los rayos se habían ensañado con ella; ahí cayeron más refucilos que en cualquier otra parte. Por algún motivo que nunca nos explicamos, la bola los atrajo más; pero seguía en su sitio cuando volvimos: le veíamos unas marcas negras por las quemaduras, unos manchones como los que quedarían en un cuchillo puesto al fuego, pero ninguna deformación. Se notaba que ya estaba fría, y no sé qué aprensión nos quedaba que nadie quiso ni siquiera tocarla. Uno de los peones (el más chico de los Duarte, que venía de trabajar en Chivilcoy, o en Bragado) decidió alzársela para recuerdo. “Zonceras del muchacho”, pensé; “si de pesada, nomás, mañana la deja tirada otra vez”. Yo estaba mirando a unos metros, señor. El peón, como le cuento, probó de agarrarla; apenas la tocó cayó fulminado. </p><p align="center">-.-</p>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-2857590927696888972009-09-25T01:54:00.010-03:002009-09-25T02:15:40.898-03:00El revés de la trama 2: La ruta del héroe<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglfjHaX_CtGvOeRPz3Y7PUBu2qKBnRZoFsIOOOWAB7WLQEsTO5WPK2em0Z0moZDUNWmBHVjg1Uc4DX08VzB-pauh7zcBLwm1a_xcROzqaRN3-DT_wbNFd8Zzmi5kvqOIUeerDVLK7M650/s1600-h/Heroe.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5385266904552815746" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglfjHaX_CtGvOeRPz3Y7PUBu2qKBnRZoFsIOOOWAB7WLQEsTO5WPK2em0Z0moZDUNWmBHVjg1Uc4DX08VzB-pauh7zcBLwm1a_xcROzqaRN3-DT_wbNFd8Zzmi5kvqOIUeerDVLK7M650/s320/Heroe.jpg" border="0" /></a> Después de escribir “Demasiado tiempo” y entender que era un cuento desaprovechado, pasaron varios años antes de que me animara a retomar las estelas temporales para incluirlas en un relato más extenso y profundo. Me di cuenta de que, para aprovechar cabalmente la idea, no servía contar la historia de un individuo. Tenía que cambiar la escala: abarcar un pueblo completo, donde todos sus habitantes fueran híbridos temporales.<br /><br />Ese descubrimiento me acobardó. Esa clase de historia, que exigía una narración de largo aliento, estaba fuera de mis posibilidades: demasiados detalles de escenario para imaginarme, demasiados personajes, demasiadas variables en la trama, y además nunca había escrito una novela… Bueno, sí, había escrito una, pero como experiencia narrativa había sido un poco magra. Ya intuía que para escribir una novela (aunque fuera una novela corta) no alcanzaba con sentarse e ir imaginando las cosas sobre la marcha. Esa forma de escribir termina en una narración caprichosa, ardua de leer, donde los personajes se muestran erráticos y, lo peor de todo, aburrida (a fuerza de peripecia inconducente, personajes antipáticos y falta de ritmo).<br /><br />Para los relatos de largo aliento se necesita una estrategia, un tono o al menos una idea de lo que se quiere narrar que pueda servir como esqueleto. Por otra parte, yo sabía que uno de mis puntos flojos era (<em>¿es?</em>) el manejo de los personajes. Sabiendo mis limitaciones, el horizonte empezó a achicarse, resolviendo por decantación la cuestión del narrador y del punto de vista. No sería una novela coral (con muchas voces). Tendría un único protagonista, que también sería el narrador (estaría contado en primera persona). Esto último vino también de arrastre de “Demasiado tiempo”. Era importante que el protagonista mostrara sus impresiones ante lo extraño.<br /><div></div><br /><p>Para facilitarme las cosas, además, decidí que la voz del personaje (al menos inicialmente) sería la mía. Le di incluso mi profesión: periodista. Ese protagonista (un tipo común con la formación intelectual necesaria como para abordar criteriosamente la cuestión de las estelas) entraría al pueblo e iría descubriendo de a poco lo que allí sucedía. Esa estrategia narrativa me permitiría incorporar de a poco las diferencias respecto del universo conocido, acumulativamente, creando situaciones para explotarlas de a una, o de manera conjunta, cuando fuera el caso. De esa forma, evité sentirme abrumado, y tampoco abrumaría al lector con el impacto directo de un universo totalmente extraño a su experiencia.<br /><br />Con todo, esta clase de abordaje exigía que yo viera a través de los ojos del protagonista. De más está decir que pasé muchas horas (días, meses) “viviendo” en Trascendencia. Pero además, ese abordaje en particular me permitía jugar con una clase de estructura narrativa que fue transitada muchas, muchas veces. Su eficacia está bien probada.<br /><br />La primera vez que escuché sobre <em><a href="http://www.scribd.com/doc/12532270/Joseph-Campbell-El-Heroe-de-Las-Mil-Caras">El héroe de las mil caras (psicoanálisis del mito)</a></em> de Joseph Campbell, y sobre “la aventura del héroe” (o “el camino del héroe”) fue en una clase del guionista y escritor argentino Jorge Garayoa. Campbell descubrió que este patrón narrativo se repetía en numerosos mitos de diversas culturas. Con el tiempo, aprendí que también fue usado en muchos textos (desde guiones cinematográficos hasta novelas). Películas como <em>Toy Story</em>, <em>En busca del destino </em>o <em>La guerra de las Galaxias</em>, y en novelas como <em>El Señor de los Anillos </em>o <em>El juego de Ender </em>emplearon este esquema (hasta en los Evangelios, si vamos al caso). Todas estas historias tiene factores en común: el rito de pasaje, el viaje iniciático (a veces físico y espiritual, a veces meramente psicológico), la superación de pruebas, el regreso con el don (o el regreso del héroe transformado).<br /><br />Campbell distingue diecisiete fases típicas en esta clase de narraciones. Sin embargo, no todas son relevantes para todas las historias. Algunas pueden aparecer sublimadas, fusionadas, o no aparecer en absoluto. Resumo entonces: </p><ol><li>El héroe está en el mundo que les es familiar y <strong>recibe un llamado</strong>. Este llamado puede llegar en forma de descubrimiento (hay algo más que este mundo que conozco, “el pueblo” me queda chico), de afrenta, de desafío, o de problema a resolver, pero siempre implica abandonar el mundo que conoce. </li><li>En un principio, el héroe se muestra reticente, <strong>rechaza ese desafío</strong>. Él está bien así, ¿para qué cambiar?</li><li>Alguien, o algo, lo empuja o lo convence para que acepte el llamado. En algunos casos, ese “mentor” lo prepara para el desafío. Ese<strong> mentor</strong> personifica la fuerza del destino.</li><li><strong>Cruce del primer umbral.</strong> El héroe entra a ese mundo extraño y amenazante. Campbell dice: “Con las personificaciones de su destino para guiarlo y ayudarlo, el héroe avanza en su aventura hasta que llega al ´guardián del umbral´ a la entrada de la zona de la fuerza magnificada. (…) Detrás de ellos está la oscuridad, lo desconocido y el peligro…” </li><li>En ese nuevo mundo, el héroe encontrará aliados, <strong>deberá superar pruebas</strong> físicas, psicológicas, emocionales) y enfrentar nuevos enemigos. También deberá aprender las reglas del nuevo mundo si quiere tener éxito en todas esas cuestiones. </li><li><strong>La <em>apoteosis</em></strong>. Es el desafío supremo. De alguna forma, al superar esta prueba, el héroe alcanza un estado superior al del resto de sus congéneres. Es un momento de muerte y resurrección simbólicas (o reales) del héroe.</li><li>De esta prueba máxima, <strong>el héroe o bien obtiene el favor de los dioses</strong>, o bien logra quitarles algo, o bien sale trasformado. Y dotado de este poder podrá regresar con los suyos. </li><li>Si no obtuvo ese trofeo por las buenas, <strong>será perseguido</strong> y deberá ponerse a salvo. Si no puede huir, al menos deberá conciliar con esas fuerzas amenazantes. </li><li><strong>El regreso</strong> (real o simbólico) del héroe, ya transformado, a su pueblo. Aquí se da la resolución del llamado (el héroe regresa con un nuevo poder necesario, o con la cura, o la magia, o el trofeo, o ha vengado la afrenta).</li></ol><p>Desde luego, si bien “La ruta a Trascendencia” empieza siguiendo esta estructura (y después, releyendo a Campbell, me sorprendió descubrir cuánto, sobre todo en la primera parte), no se ajusta plenamente a ella, o al menos no literalmente. Existen dos motivos: el primero es que los personajes suelen elegir sus propios destinos; el segundo es que, en el proceso de corrección de la novela, encontré una metáfora unificadora muy poderosa (algo que estaba ahí y yo no había visto), y fue esa metáfora la que dirigió (incluso sin que yo lo advirtiera) el desenlace.<br /><br />Dejo al lector el juego de trazar paralelos entre “La ruta…” y el camino del héroe de Campbell, hasta donde sea posible hacerlo, claro.<br /><br />La seguimos luego.</p>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-89967496506789521872009-09-22T00:39:00.004-03:002009-09-22T01:12:04.466-03:00Interludio 2: Metáforas, como piedras angulares del universo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP8-eNUAJKgWp__kY9aZjpzzXvTbNl6PQ4FfXmKa9Dr2jdMz2FXcV8rPsc9UDg9M6WuJi7JDiZY304HkD6by-OBI2mlKeR_SNacYXg8GaWG_btTh8MdUafpak-dqeWjcpxZux6VvD9Z4E/s1600-h/ChineseCoinRedBlack.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5384134672036564850" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP8-eNUAJKgWp__kY9aZjpzzXvTbNl6PQ4FfXmKa9Dr2jdMz2FXcV8rPsc9UDg9M6WuJi7JDiZY304HkD6by-OBI2mlKeR_SNacYXg8GaWG_btTh8MdUafpak-dqeWjcpxZux6VvD9Z4E/s320/ChineseCoinRedBlack.jpg" border="0" /></a> Resultó sumamente enriquecedora la entrevista que el periodista Claudio Martyniuk le realizó al profesor de la Universidad Española a Distancia, el filósofo y matemático <a href="http://www.uned.es/dpto-sociologia-I/Lizcano/index.htm">Emmanuel Lizcano </a>(“Nuestra matemática tiene que ver con cómo entendemos el mundo”, <em>Clarín</em>, 20 de Septiembre de 2009, sección Zona, p. 36 y 37). Desgraciadamente, hasta donde pude verificar, no está disponible en línea.<br /><br />Después de leerlo una vez, me di cuenta de que lo que Lizcano decía era relevante para la creación de universos, en el sentido de intentar pensar como el otro (el alienígena). De crear metáforas nuevas para interpretar el universo (las metáforas que usaría una cultura no humana, o la que usarían humanos de realidades distintas a la nuestra), y de concebir y desarrollar el universo teniendo en cuenta (o partiendo desde) estas diferencias con nuestras propias metáforas fundacionales. Hace algunos posts veíamos esto maravillosamente graficado en un <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2009/08/oficio-fabricante-de-universos.html">cuento de Ted Chiang</a>.<br /><br />Cito algunas partes de la entrevista:<br /><br /><span style="color:#ffcc33;"><strong>—¿Por qué le interesa comparar la matemática occidental con la china?</strong><br />—Porque hay diferencias enormes. Una, básica, es que la nuestra está fundada sobre la metáfora de la extracción. Y por eso la matemática europea hasta el siglo XVIII se atrancó al no resolver el problema que constituyen los números negativos, porque a base de extraer o sacar de donde hay, como mucho se puede llegar a vaciar aquello que había, y resultaba inconcebible seguir extrayendo para llegar a generar lo negativo. El matemático griego y el moderno pensaron en cómo si se tienen 4 piedritas se quitan 3, pero el problema es cómo si tengo 3 piedritas puedo quitar 4, algo que no hay manera de resolver desde la metáfora de quitar o sustraer.<br /><br /><strong>—¿Cómo lo resolvieron los chinos?</strong><br />—Los chinos enfrentaron el problema desde una metáfora muy distinta, que es la de oposición. En vez de trabajar con piedritas lo hacen con palillos, que son los mismos palillos con los que comen y se arreglan el pelo. Tienen palillos rojos y negros; van emparejando palillos de un color y de otro, y proceden a la destrucción mutua. Un rojo con un negro se emparejan y se destruyen mutuamente. Entonces, si la operación es 3 menos 4, lo que hacen es tomar 3 rojos y 4 negros, los enfrentan, se destruyen mutuamente y lo que queda es un negro: menos uno. De la manera más “natural”, el menos uno se obtiene con la misma simplicidad que el más uno, porque la metáfora de fondo no ha sido la extractiva, sino la de emparejamiento de opuestos que interactúan.</span><br /><br />Lizcano sostiene que esta concepción de las matemáticas parte de la mitología (o la concepción del universo) que tiene los chinos: “(…) si todo el universo tiene su lado ying y su lado yang, ¿por qué iban a dejar de tenerlo las matemáticas? Entonces, desde la mitología, el número es intrínsecamente ya positivo y negativo”.<br /><br />Otro ejemplo que cita Lezcano es la manera en que se cuenta, y lo grafica con algunos choques culturales:<br /><br /><span style="color:#ffcc33;"><em>En el nordeste brasileño, cuando llegaron los franceses con su espíritu ilustrado, se originó la Revolución de los Quiebrakilos: la población se levantó contra el kilo. Claro, el kilo es una unidad arrasadora, da lo mismo de qué trate el kilo, todo lo unifica. En España, por ejemplo, que para mí en ese sentido sigue siendo deliciosamente tercermundista, hay unidades de medida y superficie como el carro. Uno puede tener un terreno de 10, 20 o 5 carros. Yo me sorprendí cuando vi un terreno de 20 carros en un sitio era más pequeño que el de 5 carros en otro lugar. El carro es la cantidad de hierba que hay que cortar en un terreno para llenar un carro. Entonces depende de la cualidad del terreno: si el terreno está en el valle, la hierba crece más, con lo cual el carro se llena antes; en la ladera de la montaña apenas crece la hierba y hace falta mucha extensión de superficie para llenar el carro. Entonces, son unidades de medida donde la calidad determina la cantidad. Calidad y cantidad son discernibles. El sistema métrico decimal no lo discierne, lo unifica. Tres metros cuadrados son tres metros cuadrados, al margen de la calidad del terreno.</em><br /></span><br />Las metáforas, según Lizcano, determinan la forma en que vivimos el tiempo y habitamos el espacio.<br /><br /><span style="color:#ffcc33;"><em>Escuchemos cómo habla la gente y cómo el tiempo se manifiesta en el lenguaje corriente. Encontramos distintas familias de metáforas. Unas que hablan de “eso que has hecho es una pérdida de tiempo”, o “la de tiempo que he invertido en esta relación”. Hablamos del tiempo como si fuera dinero: lo ganamos, lo perdemos, lo ahorramos, lo invertimos. Vivimos el tiempo como un recurso escaso. Y esto también da una dimensión importante de las metáforas, que es la emotiva, ya que nos genera la misma angustia perder tiempo que perder dinero…<br /></em></span><br />Este trabajo antropológico de Lizcano sobre las metáforas y las matemáticas, que se ha cristalizado en libros como <a href="http://www.uned.es/fac-poli/libros/libros%20imaginario%20colectivo%20y%20creacion%20matematica.htm"><em>Imaginario colectivo y creación matemática</em></a> (de 1993), <em>Metáforas que nos piensan</em> - <em>Sobre ciencia, democracia y otras poderosas ficciones</em> (Biblos, 2009, y también <a href="http://www.bajo-cero.org/ediciones/pdf/lizcano_web.pdf">disponible</a> en su edición de 2006 bajo licencia Creative Commons), nos dan una perspectiva original y enriquecedora que sería bueno incorporar a la hora de crear universos.Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-43730746695626711622009-09-16T00:46:00.006-03:002009-12-06T00:59:45.935-03:00Interludio: El lenguaje poético<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgNy7eaeL3oTKyqVbWP4gZmQDDEa82uDwtfQfkAtGHeQ7kBKCF0a3Goy4l7xrdbSNfW0-7fB5fG_rBT6Dw-d01jHg7l8LPtGZa6UbvDs0EcGeZP-BzblzP6F7Eh17AlyITEoXo3E4Y9Jk/s1600-h/Maria_Negroni.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5381909927879326946" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgNy7eaeL3oTKyqVbWP4gZmQDDEa82uDwtfQfkAtGHeQ7kBKCF0a3Goy4l7xrdbSNfW0-7fB5fG_rBT6Dw-d01jHg7l8LPtGZa6UbvDs0EcGeZP-BzblzP6F7Eh17AlyITEoXo3E4Y9Jk/s320/Maria_Negroni.jpg" border="0" /></a>En <a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2008/08/sobre-ladrillos-y-coordenadas.html">“Sobre ladrillos y coordenadas”</a> jugábamos con la idea de usar las palabras como coordenadas de un mapa que e lector recorrerá a medida que avanza en su lectura. Siempre pensé que la elección de las palabras en un relato, incluso la elección de un tono o de una poética, estaba relacionada con la estrategia de situar al lector en un determinado espacio (un tiempo, un lugar, un determinado nivel de conocimiento, un estado particular del alma a la hora de generar empatía con situaciones y personajes).<br /><br />El encuentro “La voz propia”, organizado este año en el MALBA por Elsa Drucaroff, me dio la oportunidad el pasado 9 de Septiembre de contrastar esta forma de entender el lenguaje y las palabras con la visión de la escritora, poeta y ensayista María Negroni (foto), quien ganó recientemente el Premio Universidad de Sinaloa – México / editorial Siglo XXI, por su ensayo <em>Galería fantástica</em>. Negroni está dando por estos días en el MALBA un seminario sobre literatura fantástica, donde profundiza dicho ensayo.<br /><br />Consultada sobre la idea del lenguaje y las palabras como herramientas para situar al lector allí donde el escritor lo desea, ella ensayó un abordaje diferente:<br /><br /><em><span style="color:#ff9900;">Creo que al escribir, más que una estrategia de situar al lector en algún lado, hay una estrategia de perderse uno mismo. La estrategia de correrse de lo que uno sabe, y de bancarse eso. No sé si es perderse: desubicarse o desorientarse. A mí me gusta la idea (sacada del fútbol) de desmarcarse.<br /><br />El instrumento que usamos es el lenguaje, pero ese instrumento viene armado. Llega con todo el peso de la costumbre y de lo convencional. Es fundamental para alguien que escribe empezar a correrse del eso, a desarticularlo, a desarmarlo. Más que pensar en cómo se va a deslumbrar o asombrar al lector, el trabajo es hacia adentro.<br /></span></em><br />Negroni no concibe la escritura sin ese corrimiento. “En todo escritor verdadero, en mi opinión, hay una conciencia del lenguaje. Hay una conciencia de que su instrumento es el lenguaje. No está contando una historia sin esa conciencia”. Y esto está íntimamente relacionado con la poesía, a la que define como “una especie de reaseguro contra el pensamiento autoritario. La poesía es el género de la literatura que tiene más conciencia de la indecibilidad de lo real”. A través de ese corrimiento y de esa articulación, la poesía (y el lenguaje poético) pueden “tocar eso que no se puede tocar”, entiende Negroni.<br /><br />Leyendo su ensayo <em>Museo negro</em>, dónde Negroni traza lúcidas (y poéticas) reflexiones sobre la novela gótica, los castillos y los monstruos tradicionales, vinculándolos de manera original con la poesía, las ficciones clásicas y modernas, y hasta el cine de ciencia-ficción, esta búsqueda expresiva de la escritora es aún más evidente.<br /><br />Y entonces me encontré ante la desafío de entender en qué contextos (o bajo qué paradigmas) mis afirmaciones y las de Negroni debían ser entendidas. Fue ahí que empecé a desvariar. Lo que sigue es el fruto de ese sinsentido.<br /><br />Mi manía de poner todo en cajitas y clasificar (al menos desde el punto de vista de las ideas, mi hogar es testigo de que no llevé esa obsesión al mundo físico), me llevó a intentar una explicación un poco más arriesgada. Accidentalmente tropecé con el artículo “Partículas, campos… y Picasso”, de Aberto Clemente de la Torre (revista <em>Ciencia Hoy</em>, Agosto-Septiembre de 2009). Y terminé acudiendo a la Física para complicar un poco más las cosas.<br /><br />Entendí que la cuestión era contraponer mi versión clásica, o newtoniana, del lenguaje, que tiene relaciones largamente establecidas entre las palabras y los significados (que si bien no son biunívocas, al menos son bastante abordables y discretas), contra un lenguaje de índole cuántico, donde las palabras (al igual que los electrones y los fotones en Física Cuántica, que se comportan como ondas o partículas indistintamente) tienen múltiples sentidos, e incluso dentro de una misma frase pueden expresar más de una naturaleza.<br /><br />En el artículo mencionado dice acerca de la “partícula cuántica”, en contraposición con la “partícula clásica”:<br /><br /><div><div><span style="color:#ff9900;"><em>La descripción que la mecánica cuántica hace de lo que clásicamente llamaríamos "una partícula", por ejemplo un electrón, debe contener las características duales de mostrar aspectos típicos de las ondas y también aspectos típicos de las partículas. La teoría describe la partícula brindando una función de distribución de los posibles valores de posición que podemos observar para la partícula.<br /></em></span><br />En otras palabras, la partícula es aquí una entidad difusa, que sólo puede describirse a través de una función probabilística. Esa función determina un máximo, que indica la posición más probable de la partícula, pero también una dispersión o indeterminación. Algo similar se puede decir de la velocidad o cantidad de movimiento de la partícula. Según el principio de incertidumbre de Heisenberg, querer acotar esa indeterminación para ambas variables (posición y velocidad) es imposible.<br /><br />Negroni considera que la realidad es indecible (imposible de describir con palabras). Que a través del un uso contraconvencional del lenguaje, que es otra forma de hablar de lo poético, se puede “tocar eso que no se puede tocar”. La palabra se convierte así en una entidad difusa, cuyo sentido sólo puede ser abordado a través de una especie de función de distribución que le asigna múltiples estados dentro de un campo de significado. Es en esa indeterminación, supongo, que la palabra puede ganar eficacia en su cometido de hablar de lo real.<br /><br />Esto no significa que yo vaya a renunciar a mi lenguaje newtoniano, es completamente funcional a mis propósitos. Pero ciertamente estas cosas le dan contexto a un mar de posibilidades, en el cual yo apenas había mojado los pies. </div></div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-33795092352014485412009-09-10T16:30:00.002-03:002009-09-10T16:39:54.611-03:00El revés de la trama I: Demasiado tiempo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdn52RuRCAV5QaoIDh_mWI1s_-22JJgn6ZVv_957UPGUBkJn1mh-LCQze4yvxMeqlksjfNekVXaSS8x9lvJQlVWOxOAlSNSU2KEz9Rbq5C1FBAEg5-FcD9K3KHB45QHesfjzfMCUCF6P0/s1600-h/Revestrama1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5379925758142660706" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 277px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdn52RuRCAV5QaoIDh_mWI1s_-22JJgn6ZVv_957UPGUBkJn1mh-LCQze4yvxMeqlksjfNekVXaSS8x9lvJQlVWOxOAlSNSU2KEz9Rbq5C1FBAEg5-FcD9K3KHB45QHesfjzfMCUCF6P0/s320/Revestrama1.jpg" border="0" /></a> <div>Éste es el primer post relacionado con el origen de <a href="http://axxon.com.ar/wiki/index.php?title=La_ruta_a_Trascendencia">“La ruta a Trascendencia”</a> (LRAT), pero la historia empieza bastante antes de siquiera imaginar la novela corta. Casi una década antes. Y comenzó con esta especulación ociosa:<br /><br />Desde el punto de vista de la línea de tiempo, los seres humanos somos un punto que se desplaza desde el pasado hacia el futuro. En la línea de tiempo no tenemos extensión, somos instantáneos. Pero eso no nos pasa en las dimensiones espaciales: tenemos extensión a lo largo, a lo ancho y a lo alto. La pregunta se cae de madura: ¿Qué pasaría si tuviéramos extensión también en la dimensión Tiempo?<br /><br />Esa pregunta fue la que inspiró el cuento <a href="http://axxon.com.ar/c-CuentoDemasiadoTiempo.htm">“Demasiado tiempo”</a>, publicado en <em>Axxón</em> nº33 (1992). El ejercicio que hice entonces fue suponer la existencia de un hombre que tiene una extensión en la línea de tiempo. Digamos cinco días. Ya no es un punto, sino un segmento que avanza en la línea de tiempo. Ese señor tiene una conciencia repartida en los infinitos instantes que hay entre, digamos, el martes y el sábado próximo siguiente. Y todas esas conciencias avanzan al unísono (al día siguiente, esa persona tendrá conciencia de lo que pasa entre el miércoles y el domingo). Su cuerpo vive en toda la extensión del segmento temporal de cinco días. Y por “vive”, quiero decir que percibe (oye, ve, huele, siente, gusta) y hasta eventualmente podría interactuar con objetos y cosas del pasado y del futuro. En él no hay unidad de tiempo, pero tampoco de espacio (para que hubiera unidad de espacio debería quedarse quietito en el mismo sitio a lo largo de cinco días).<br /><br />Puede ser un personaje muy interesante para retratar pero, desde el punto de vista literario, me parecía inabordable. No encontraba la forma de contarlo. La razón, creo, es bastante simple: la literatura desarrolla el discurso en forma secuencial. Podemos alterar el orden en que contamos las cosas, pero siempre va una detrás de la otra. Aunque contemos hechos simultáneos, necesitamos hacerlo en secuencia, y luego debemos hacer la salvedad de que suceden al mismo tiempo. La radio puede superponer voces, los cuentos y las novelas no.<br /><br />Así que, en aras de la legibilidad, necesitaba una solución de compromiso. No podía tomar los infinitos puntos del segmento, tenía que transformar ese continuo de existencia a lo largo de la línea temporal en algo discreto. Ahí nacieron las estelas. La existencia de mi personaje entonces seguiría siendo puntual, pero en varias partes de la recta temporal.<br /><br />En este orden, resultaba práctico que mi personaje estuviera anclado al presente (como el resto de la humanidad), pero que también tuviera “existencias” (o estelas) en varios puntos del pasado y del futuro. La estela del presente (el eje) sería la que podría interactuar con el narrador del cuento en el tiempo subjetivo en que el cuento se iba desarrollando.<br /><br />Aquí vale la pena contar algo que me pasó muchos años después, leyendo la antología <em>Cuentos fantásticos argentinos</em>, de Nicolás Cócaro (se editó en 1960, pero el año pasado el sello Booklet de Editorial Planeta lo reeditó). Yo creía que había sido original con las estelas, pero no. Manuel Peyrou, en su cuento “Pudo haberme ocurrido” ya las había usado. En su relato (anterior a 1960), Peyrou usa las estelas de una manera diferente, pero el principio de funcionamiento es muy similar. Otro detalle igualmente anecdótico: por esas casualidades, el personaje que vive extensamente en el tiempo dentro de mi cuento se llama Manuel, como Peyrou.<br /><br />Hay dos maneras de escribir relatos como éste, cuyo universo (distinto de la realidad cotidiana) se construye sobre un elemento disruptivo, de orden científico o tecnológico. La primera es la proyección: tomamos una tecnología o un eventual descubrimiento científico y especulamos sobre sus consecuencias. La segunda (y muchos discutirán si es o no es ciencia-ficción) es construir el universo, plantar las diferencias con nuestra realidad cotidiana, y figurarse luego cómo pudimos llegar hasta ahí. O al menos dar unos indicios. Yo elegí este segundo camino. Vale decir: la razón de las estelas no tiene nada que ver con la Física, es una decisión inherente a la narración. Y para justificarlas apelé a leyes físicas extrañas, máquinas que trabajaban con alta energía y altas frecuencias, y al pacto de suspensión de la incredulidad que un texto de CF siempre establece con sus lectores.<br /><br />En su explicación, Manuel dice:<br /><br /><span style="color:#ffcc00;">“La disgresión temporal debió hacerse a una energía muy elevada y continua. Lo primero es imposible, no dispongo de tanta energía pura. Lo segundo tampoco es posible en la práctica, deben usarse pulsos de muy alta tensión a frecuencia muy alta. La falta de energía continua originó la aparición de estelas temporales. La máxima energía que pude lograr, lejos de ser infinita, sólo me permitió una trascensión de cinco días...”</span><br /><br />Con este discurso pseudocientífico intenté que el lector evitara hacerse preguntas sobre cómo se había llegado al nuevo estado de las cosas, validando (espero) los cambios respecto de la realidad cotidiana. También imaginé un montón de cosas para darle coherencia interna a la configuración de las estelas, aunque no lo haya escrito. Por ejemplo, el hecho de que las primeras estelas fueran “más intensas” que las siguientes, del mismo modo que, en acústica, la frecuencia fundamental es más intensa que sus armónicas, y las últimas armónicas son prácticamente inaudibles (efecto de amortiguación). Esto se ve mejor en LRAT, donde, por ser un relato más extenso, tuve que hilar mucho más fino en las justificaciones.<br /><br />Con todo, lo que debo rescatar es que, hasta aquí, sólo hubo diseño del universo donde se iba a relatar el encuentro entre esos dos amigos (Manuel y el narrador). Esa historia es la que le da sangre al cuento. Si no ahondo más aquí es porque ese material no fue utilizado en LRAT. Con todo, si llegué a escribir esa novela corta fue porque descubrí, luego de hablar con quienes leyeron el cuento una vez publicado en <em>Axxón</em>, que tanto la historia “humana” como el telón de fondo habían sido poco explotados. Yo había terminado abruptamente el cuento justo en el momento en que las cosas se ponían interesantes.<br /><br />La seguimos luego. </div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-68965942241282958112009-08-31T02:02:00.006-03:002009-09-10T16:40:58.021-03:00El método<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_jOSAqjJ_3tsStnBaAypX7VZO17pmbXlRC6lyLUiE5xAyV315Od42XhACygFxhD3QvuqNHq1OD3cRGnYy2m13LmsxwdWxum2t7jVKb3uI-ek2PSOOT2jvftdyI2M0z4GqP77iKM3elCQ/s1600-h/Raven.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5375991640908345890" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_jOSAqjJ_3tsStnBaAypX7VZO17pmbXlRC6lyLUiE5xAyV315Od42XhACygFxhD3QvuqNHq1OD3cRGnYy2m13LmsxwdWxum2t7jVKb3uI-ek2PSOOT2jvftdyI2M0z4GqP77iKM3elCQ/s320/Raven.jpg" border="0" /></a> Por ventura encontré entre las cajas de la mudanza la media colección de las revistas <em>Puro Cuento</em>, y el número 27 (Marzo-Abril de 1991) reproduce el ensayo “Filosofía de la composición” de Edgar Allan Poe, publicado en 1846. En él se explica de manera metódica y racional el origen y el método de composición del célebre poema “El cuervo”, publicado un año antes.<br /><br />Pueden encontrar una versión en español de ese ensayo <a href="http://www.literatura.us/idiomas/eap_metodo.html">aquí</a> (las traducciones del poema, lógicamente, no pueden hacerle justicia) y el original en inglés <a href="http://xroads.virginia.edu/~HYPER/poe/composition.html">aquí</a>.<br /><br />En ese ensayo, dice Poe sobre el relato en general:<br /><br /><span style="color:#ffff33;">Si algo hay evidente es que un plan cualquiera que sea digno de este nombre ha de haber sido trazado con vistas al desenlace antes que la pluma ataque el papel. Sólo si se tiene continuamente presente la idea del desenlace podemos conferir a un plan su indispensable apariencia de lógica y de causalidad, procurando que todas las incidencias y en especial el tono general tienda a desarrollar la intención establecida.<br /></span><br />Y luego establece, a propósito de cuento en particular:<br /><br /><span style="color:#ffff33;">A mi modo de ver, la primera de todas las consideraciones debe ser la de un efecto que se pretende causar. Teniendo siempre a la vista la originalidad (porque se traiciona a sí mismo quien se atreve a prescindir de un medio de interés tan evidente), yo me digo, ante todo: entre los innumerables efectos o impresiones que es capaz de recibir el corazón, la inteligencia o, hablando en términos más generales, el alma, ¿cuál será el único que yo deba elegir en el caso presente?<br /></span><br />Más adelante Poe se dedica a describir su <em>modus operandi</em> para crear “El cuervo”.<br /><br /><span style="color:#ffff33;">Consiste mi propósito en demostrar que ningún punto de la composición puede atribuirse a la intuición ni al azar; y que aquélla avanzó hacia su terminación, paso a paso, con la misma exactitud y la lógica rigurosa propias de un problema matemático.<br /></span><br />El escritor pasa minuciosa revista a las consideraciones que debió tener en cuenta, algunas de las cuales encastran como inferencias lógicas sobre sus precedentes. Para seguir estas inferencias, conviene leer el artículo. Un sumario de tales consideraciones incluye:<br /><ol><br /><li>La intención al crear el poema (“escribir un poema tal que satisficiera al propio tiempo el gusto popular y el gusto crítico”).</li><br /><li>Su dimensión (decide que debe ser leído en una sesión para conservar el efecto, unos cien versos).</li><br /><li>El efecto y el tono (la belleza a través de un tono melancólico).</li><br /><li>Un eje en derredor de cual gira la composición de este poema, se refiere a un recurso técnico (elige el estribillo, o frase repetitiva).</li><br /><li>La elección de las palabras de ese estribillo (“nevermore”).</li><br /><li>¿Quién puede decir esa frase una y otra vez? (una criatura que no razonara, pero dotada del palabra; desecha el loro, elige el cuervo).</li><br /><li>¿Cuál de todos los temas melancólicos (punto 3) es el más relevante y universal? (la muerte, y particularmente si se la alía con la belleza: la muerte de una mujer hermosa).</li><br /><li>El protagonista (“…queda igualmente fuera de duda que la boca más apta para desarrollar el tema es precisamente la del amante privado de su tesoro”).</li><br /><li>La estructura de la narración (preguntas del amante que el cuervo responde con el estribillo).<br /></li><li>El final (la última de las preguntas, la más dramática, la culminación de un crescendo de preguntas). En este punto empieza a escribir.</li><br /><li>Decisiones finales sobre la estructura del poema (ritmo, métrica, extensión y la disposición general de la estrofa, “así como graduar las que debieran anteceder, de modo que ninguna aventajase a ésta en su efecto rítmico”).</li><br /><li>Decisiones sobre la relación entre los personajes y las acciones. </li></ol><div align="left">La primera intención de este post era intentar validar una parte de este método para la creación de un cuento (me refiero a la metódica elección de la intención, el efecto, el tono, la longitud, el eje, etc.). Sin embargo, siempre dudé de la sinceridad de Poe a la hora de explicar cómo se originó “El cuervo”. De la forma en que presenta las cosas, pareciera que no hay espacio para la intuición y la inspiración (y aquí no hablo de intervenciones de las musas, sino de procesos que no surgen de la lógica estricta, de combinaciones y conclusiones cuya naturaleza no está al alcance de la conciencia). Me parecía un contrasentido tanta lógica inductiva en un ámbito como el de la poesía.<br /><br />La primera vez que leí este ensayo pensé en la mente extraordinariamente metódica que tuvo Poe. Pero con el tiempo terminé por desconfiar de esa capacidad, o al menos de que la usara de esta forma. Me inclino hoy a pensar (y ésta es una presunción mía, abierta a refutación) que mucho de este razonamiento fue elaborado <em>a posteriori</em>, como un modo de validar algunas estructuras e imágenes surgidas de la intuición y de la inspiración (en otras palabras, surgidas ¡vaya uno a saber cómo!).<br /><br />Entonces parece válido preguntarse: si fue un razonamiento <em>a posteriori</em> (repito, es una hipótesis), ¿es válido (o valioso) este razonamiento?<br /><br />La respuesta a esa pregunta fue “inspirada” por mi amigo y colega Pablo Wahnon. Pablo es un estudioso de la Semiótica y en particular de Peirce. En <a href="http://www.unav.es/gep/JornadaArgentinaWahnon.pdf">este paper</a>, presentado en la Jornada “Peirce en Argentina” (Septiembre de 2004), propone una “Teoría semiótica de la confusión”. En una de sus conclusiones, resalta:<br /><br /><span style="color:#ffcc00;">Las confusiones actúan como una mutación o Clinamen (en el sentido de Lucrecio [de desvío o inclinación]) para brindar en forma espontánea nuevas interpretaciones que no se pueden llevar a cabo (o se hace de una forma más intrincada o muy poco frecuente) sólo por inferencias. Así, las confusiones inducen espontaneidad en el tejido semiótico. Recordemos que, para Peirce, “la espontaneidad es la esencia de la actividad intelectual; proporciona la discontinuidad entre pasado y futuro en la que algo nuevo puede surgir”.</span><br /><br />Sospecho que este grado de discontinuidad (esta espontaneidad) es de una naturaleza muy similar a la que ofrecen los procesos menos asequibles de la inspiración y la intuición. Y digo “menos asequibles”, porque de ser cierta mi hipótesis sobre el método de Poe, queda claro que es posible arribar a las mismas consideraciones poéticas de un modo inductivo.<br /><br />Pero existe una salvedad: inspiración e intuición son procesos irrepetibles e incomunicables, y a la postre inútiles como experiencia. En cambio el método de validación de las decisiones tomadas sobre “El cuervo”, ese razonamiento <em>a posteriori</em> que en su ensayo Poe instaló como método de composición, sí resulta comunicable y más al alcance de la experiencia.<br /><br />Prefiero pensar qué en lugar de decirnos cómo llegó a escribirse “El cuervo” (la filosofía de su composición), Poe nos está diciendo porqué terminó siendo así (la filosofía de la corrección o del pulimento del poema).<br /><br /><em>“¿Y a qué viene tanta consideración pseudo-erudita?”,</em> dirán ustedes. Es que en los posts que vendrán (no sé si inmediatamente después que éste, ni sé si habrá que esperar semanas o meses, pero ténganme fe), intentaré contar y desentrañar de qué manera se compuso mi novela corta “La ruta a Trascendencia”.<br /><br />Tal vez peque de algún razonamiento <em>a posteriori</em>. Escribí todo esto para justificarme. </div><br /><div align="left"></div><br /><div align="right"><span style="font-size:85%;">(Ilustración para “El cuervo”·de Gustav Doré, para la línea: “Not the least obeisance made he.”)</span></div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-74186256102909299852009-08-16T09:16:00.007-03:002009-08-16T09:43:14.366-03:00Universos leves<div align="left"><span style="font-size:85%;color:#ff9900;">Esta reseña de <em>Pájaros en la boca</em> de Samanta Schweblin<em> </em>fue publicada en <em><a href="http://axxon.com.ar/noticias/2009/07/publicaciones-recibidas-%E2%80%9Cpajaros-en-la-boca%E2%80%9D-de-samanta-schweblin/">Axxón</a> </em>a mediados de Julio de 2009. La traigo a colación porque es una manera de crear universos que he visto en muchos escritores argentinos que visitan de tanto en tanto el género fantástico.</span> </div><div align="center"><br />------------------------------------------------------------------------------</div><div align="left"><br /><span style="font-size:85%;color:#999999;">Hace poco más de un año, Elsa Drucaroff publicaba en </span><a href="http://axxon.com.ar/rev/186/c-186ensayo2.htm"><span style="font-size:85%;"><span style="color:#33ccff;"><em>Axxón</em> n°186</span></span></a><span style="font-size:85%;color:#999999;"> un análisis de la figura y de algunas particularidades en la obra de </span><a href="http://www.samantaschweblin.com.ar/" target="_blank"><span style="font-size:85%;color:#33ccff;">Samanta Schweblin</span></a><span style="font-size:85%;color:#999999;">, con foco en el cuento “Hacia la alegre civilización de la capital” (en <em>El núcleo del disturbio</em>. Editorial Destino, Buenos Aires, 2002). Este extenso trabajo de acercamiento a la autora y de contextualización me exime de la tarea de ahondar más. Sólo agregar que el libro de Schweblin ganador de la edición 2008 del premio Casa de las Américas, cuyo título fuera <em>La furia de las pestes</em>, terminó transformándose para la edición de Emecé en <em>Pájaros en la boca</em>, y es la obra que nos ocupa.</span><br /><br /><strong><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrICwkDX1td_vfIEWHwNgooGRzSa3zJEU1QFwY7O3-OdjpycXufEx-Bicv13jZbqdTebP27U_00WVJGZws1ieJufh_tAA26NXUTOuovK7F_ZrjBBB39587pe8nhI_-esiqyXc4hG49g6A/s1600-h/0710-pajarosenlaboca.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5370536693071952514" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 175px; CURSOR: hand; HEIGHT: 278px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrICwkDX1td_vfIEWHwNgooGRzSa3zJEU1QFwY7O3-OdjpycXufEx-Bicv13jZbqdTebP27U_00WVJGZws1ieJufh_tAA26NXUTOuovK7F_ZrjBBB39587pe8nhI_-esiqyXc4hG49g6A/s320/0710-pajarosenlaboca.jpg" border="0" /></a><span style="font-size:85%;">Título: </span></strong><em><span style="font-size:85%;">Pájaros en la boca</span></em><br /><span style="font-size:85%;"><strong>Autor: </strong>Samanta Schweblin</span><br /><span style="font-size:85%;"><strong>Editorial: </strong>Emecé</span><br /><span style="font-size:85%;">Buenos Aires, 2009</span> </div><div align="left"><br /><br />El volumen está compuesto por quince cuentos, muchos de los cuales fueron apareciendo en páginas Web, diarios (como por ejemplo <a href="http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0235/articulo.php?art=5752&ed=0235" target="_blank"><em>Perfil</em></a>, revistas (por ejemplo <a href="http://www.milmamuts.com.ar/n1/perro.php" target="_blank"><em>Mil mamuts</em></a>) y antologías (como La joven guardia. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2005).<br /><br />Es interesante detenerse en los universos narrativos que la autora despliega en una decena o poco más de páginas, que es la extensión en promedio de sus relatos. No son universos altamente estructurados, como los que podríamos esperar de un autor de género (ciencia ficción o fantasía). Pongamos por caso Ted Chiang, en los relatos de <a href="http://axxon.com.ar/not/140/c-1400080.htm"><em>La historia de tu vida</em></a>, o el mismo Bioy Casares con cuentos como “El calamar opta por su tinta”, “La trama celeste” o incluso <em>La invención de Morel</em>. En todos estos casos hay un esfuerzo por dotar de consistencia ese universo narrativo. Y aquí no me refiero a darle verosimilitud o credibilidad, sino a echar mano de mecanismos de justificación y naturalización de esos universos, que terminan haciéndolos tangibles.<br /><br />Un poco más cerca de la tradición de Julio Cortázar —compartida por varios de sus contemporáneos, como Pedro Mairal en algunos de sus cuentos—, Schweblin elige delinear universos leves, anclados en el surrealismo. Esto no significa que las historias sean leves. Schweblin consigue que rápidamente el lector ingrese en la historia y lo lleva, como en una montaña rusa, a través de las preocupaciones y vicisitudes de los protagonistas. No se trata aquí de personajes comunes que enfrentan (en el sentido de oposición y lucha) situaciones kafkianas o fantásticas. El nivel de contraste es mínimo, y es el lector quien acusa el efecto. En la mayoría de los casos, los personajes son atrapados por estas realidades alteradas o alienantes, o se embarcan en proyectos fuera de la lógica que nos es familiar. Estos personajes aceptan o se adaptan a esta lógica onírica, e intentan resolver los eventuales conflictos partiendo desde esa base.<br /><br />Las situaciones que Schweblin presenta en sus relatos son siempre frescas. En cierto punto, adictivas. En buena parte de los cuentos, la sorpresa es reemplazada por la originalidad del punto de partida. A menudo el lector descubre, incluso tempranamente, hacia dónde se dirige el relato, pero —como en la montaña rusa— lo interesante es la experiencia del viaje.<br /><br />Y esas experiencias son variadas: desde el surrealismo poético e inquietante de “Mariposas”, a las situaciones perturbadoras y viscerales de “Irman” o “Pájaros en la boca”, pasando por derroteros un poco más elaborados, como los de “Mi hermano Walter”, “La medida de las cosas” o “Conservas” (es interesante comparar estos dos últimos relatos con <em>El año del desierto</em>, de <a href="http://axxon.com.ar/not/170/c-1700005.htm">Pedro Mairal</a>, o <em>Ensayo sobre la ceguera</em> de José Saramago, o incluso <a href="http://axxon.com.ar/rev/193/c-193cuento11.htm">“El curioso caso de Benjamín Button”</a>, de F. Scott Fitzgerald, y observar el tratamiento del fenómeno de la regresión). El factor común de los quince cuentos, y acaso el logro de Schweblin, es que en estos viajes a través de estas realidades alteradas se consigue iluminar algunos rincones del alma humana: rincones sombríos e inquietantes, donde la violencia y la capacidad de adaptación parecen estar a gusto.<br /><br /></div><div align="right"></div><div align="right">Alejandro Alonso, para <em>Axxón</em>.</div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-61690362769396895502009-08-07T13:07:00.003-03:002009-08-08T01:51:22.682-03:00Ficción: Planeta Argento<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAycdySmDv-J5qdTp_l4Blow9t4kiHp1djBSv8EVEZy83ZORSDDft8luPLNHpiv8QH2KaGP22GBBBl1j_U5BYproE6eWidV6tLz2RqbJ35C6R8c8l-X4wPPI2GocdXyltUwdEMSDz5AAM/s1600-h/buenosaires.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5367255713187438674" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAycdySmDv-J5qdTp_l4Blow9t4kiHp1djBSv8EVEZy83ZORSDDft8luPLNHpiv8QH2KaGP22GBBBl1j_U5BYproE6eWidV6tLz2RqbJ35C6R8c8l-X4wPPI2GocdXyltUwdEMSDz5AAM/s320/buenosaires.jpg" border="0" /></a> <span style="font-size:85%;color:#999999;"><em>Los arqueocriptógrafos aseguran que en los registros de las cincuenta naves generacionales hay vagas referencias a una Tierra y a un estado conquistador que prevaleció sobre los demás. Los registros también sugieren que hubo una opción de exilio e independencia que los conquistadores ofrecieron a los conquistados. Un exilio estelar.<br /><br />Los abuelos de nuestros abuelos aceptaron esa oferta. Construyeron naves, les pusieron nombres como Río</em> de la Plata, Mendoza, Caleuche, Favaloro, La Docta, Valderrama, Uqbar, La Ricotera, Maradó, Virgen de Itatí, Mafalda, Namuncurá, Santa Evita, Rosario, Sui Generis, G-Tango, El Che, El Eternauta, Sur…<br /><br /><em>Atravesaron cientos o tal vez miles de años luz a velocidades relativistas. Llegaron a este lugar y fundaron las nuevas ciudades.<br /><br />Nadie sabe cómo fue el viaje. Las realidades neurovirtuales y las periódicas reclusiones criogénicas fracturaron las memorias electrónicas y biológicas. La tradición oral se encargó de borronear lo demás.<br /><br />Pero los sobrevivientes conservaron su idiosincrasia. Ya es algo.<br /><br />En la vieja Tierra, este mundo era sólo un bizarro código alfanumérico. Aquí le decimos </em></span><strong><span style="font-size:85%;"><span style="color:#999999;"><em>Planeta Argento.</em></span><br /></span></strong><br /><div align="left"><br /><strong>Don Isidro y las pulgas</strong><br /><span style="font-size:85%;">(Nueva Rosario – Protoverano del año 210 de la Era Planetaria)</span><br /><br />No sé cómo llegué al service. Cuando desperté, el tordomec ya estaba revisándome el pie con el escáner de mano.<br />—¿Qué te pasó? —me preguntó con esa amabilidad falluta que tienen los tordomecs. Se llamaba Galíndez. Era bajito y pelado, pero así y todo parecía demasiado joven. Un pasante.<br />Los services estaban llenos de pasantes con poca o ninguna experiencia.<br />—No me acuerdo, hermano —le dije—. ¿Quién me trajo?<br />—¿Estabas cazando zancudos en la inundación? —insistió con aire paternal.<br />Estuve a punto de escupirle una excusa. <em>¿Qué carajo le importaba a él lo que yo estuviera haciendo en la inundación?<br /></em>—Sí —admití—. Estaba cazando.<br />—Esto no es la Tierra. —En su boca de tordomec la frase hecha parecía recién acuñada—. Te arriesgaste mucho al salir del domo urbano. Con todos esos bichos sueltos…<br />—Sí, son fieros los zancudos. No sé cómo carajo hacen para caminar tan ligero con las cinco patas, pero cuando se juntan varios…<br />—Metiste el pie en una buchaca y tropezaste —aclaró—. Te fisuraste un dedo. Los bichos te cayeron encima y te envenenaron. Por suerte sólo dos aguijones traspasaron el traje. Tuviste suerte, Isidro. ¿Puedo llamarte Isidro? —Dejó de lado la sonrisa—. Te encontraron unos vizcacheros de la zona.<br />—En este planeta no hay vizcachas —repliqué. <em>¿Por quién me tomaba?</em>—. Las vizcachas se quedaron en la Tierra.<br />—No hablo de esas vizcachas, Isidro.<br /><em>Un bicho más para comer</em>, pensé. Todos los días se aprende algo nuevo.<br />—¿Voy a estar bien? —pregunté.<br />—Sí, ya te purgamos el veneno. Ahora te voy a acomodar los huesos y te los voy a reparar.<br />El tordomec sonrió. No sé qué tenía de gracioso. Me dio una inyección que me alivió un poco el dolor. Pobre, a lo mejor sólo trataba de ser amable y ganarse el mango.<br />Después de retorcerme el dedo por un buen rato y pasarme varias veces el escáner, apoyó su maletín sobre mi pierna sana, lo abrió y sacó una pistola.<br />—Esperáte un cachito, hermano. ¿Qué me vas a hacer? —pregunté alarmado.<br />—¡No se asuste, amigo! Es una hipodérmica.<br />—Es la primera vez que me rompo el pie —me disculpé.<br />—Está fisurado nomás —dijo Galíndez—. Las nanopulgas te lo arreglan en un periquete.<br />Metió la mano en un estuche de cuero y sacó una ampolla plástica. “Geninfor Viric STD12”, decía. Debe haber visto mi cara de susto, porque empezó a explicarme:<br />—Programamos las nanopulgas usando un virus tallador. Las instrucciones están en el código genético redundante de las nanopulgas. El virus modifica la posición de las proteínas del código redundante y de esa forma les decimos a qué parte del cuerpo tienen que ir o qué procesos tienen que estimular para regenerar el tejido y sellar la fisura.<br />—Pasámelo en limpio, hermano. No entendí nada.<br />Galíndez me ignoró. Sacó otro frasco del maletín y lo abrió. Tenía una jalea oscura que apestaba a grasa grafitada. Separó un poco de gel con una cuchara diminuta.<br />—Acá van las nanopulgas —dijo. Metió la cuchara en un hueco de la pistola hipodérmica. Me quitó la ampolla y la insertó en un orificio cerca del gatillo—. La ampolla contiene los virus talladores.<br />Tecleó algo sobre el panel que el arma tenía en la culata.<br />—Listo, amigo —dijo, pero de pronto cambió de opinión—. Dejáme revisar algo…<br />Sin soltar la hipodérmica, tomó un handheld que tenía el logo del service y leyó con atención el display. Frunció el ceño, y adiviné unas gotitas de sudor en el cráneo lustroso.<br />Parecía contrariado.<br />—¿Va a doler? —pregunté.<br />Galíndez apoyó la pistola en el maletín.<br />—Y… sí —suspiró—. Te va a doler: acá dice que los accidentes fuera del domo no tienen cobertura. ¿Cómo pensás pagar el service?<br /><br /><br /><strong>Memorias del piquete</strong><br /><span style="font-size:85%;">(Palermo Retro – Tercer invierno del 214 e.p.)</span><br /><br />Don Isidro apoyó el vaso de quematripa en el mostrador del bar y le pidió al sistema de confort que le mostrara el periódico del día. La superficie del mostrador cambió su apariencia: del marrón veteado y lustroso del roble pasó al blanco sucio de las páginas del diario. Una camarita disimulada en el apoyavasos enfocó el rostro de Don Isidro. Era un chiste: ningún parroquiano había usado jamás un apoyavasos. Así, el sistema experto pudo reconocer a Don Isidro y los bots buscaron sólo los titulares que coincidían con ese perfil de lector.<br />El tipo de al lado se acercó un poco y leyó en voz alta el pie de una foto.<br />—<em>Los cesanteados del sector público desvían el tránsito de la autovía nueve. </em><br />El desconocido podría haber pedido su propio diario, venía con la bebida. Don Isidro supuso que el repentino interés por las noticias sólo era una excusa para desembuchar algún entripado. Se lo veía triste.<br />El tipo tenía más de cuarenta, era alto y bien parecido. Vestía un traje caro de casimir gris, sin solapas ni bolsillos, al estilo de los gerentes de banco. Leía fluida y musicalmente, cosa que a Don Isidro le llamó la atención. Parecía engolosinado con su propia voz, y un poco borracho también.<br />—<em>La actividad pública se redujo en un cuarenta por ciento.</em><br />—Tendrían que salir a buscarse la comida, como hago yo —protestó Don Isidro.<br />El ejecutivo se irguió, molesto por la interrupción. El cazador de zancudos le sostuvo la mirada.<br />—Es mi diario, son mis opiniones —desafió Don Isidro.<br />—Brindo por eso —dijo el tipo bajando la mirada y levantando el porrón de cerveza. Don Isidro percibió el aroma. Era cerveza de verdad.<br />—¿No le parece? —insistió el cazador.<br />—No sé. No me gustaría quedarme sin trabajo. Pero sí me gustaría que buscaran otra forma de protestar, que no molestaran a la gente que trabaja.<br />—Y a usted, ¿en qué lo joden? —preguntó Don Isidro.<br />De alguna manera, el tipo había hecho que Don Isidro cambiara de vereda: ahora estaba defendiendo a los piqueteros. Se mordió la lengua.<br />—Me joden —respondió el ejecutivo—, no vaya a creer. No me dejan pensar.<br />—No lo dejan pensar —repitió el cazador con sorna.<br />Pidió otro quematripa y pasó las páginas del diario sin mayor interés.<br />—<em>La columna piquetera de los tequis y los inges avanza hacia Plaza de Mayo para solidarizarse con los cesanteados</em> —leyó el tipo—. ¡Los muy podridos!<br />—¿Cómo es eso de que no lo dejan pensar?<br />El tipo apoyó el índice en la sien derecha.<br />—Están ahí. Cada vez que pienso, cada vez que trato de recordar, es como si escuchara ruido blanco. No puedo.<br />—¡Aflojá con las anfetas, hermano! Te comen el coco…<br />El tipo se levantó el cabello detrás de la oreja, y le mostró a Don Isidro la interfaz neural y la pequeña antena que facilitaba la transferencia inalámbrica de información.<br />—Los miembros del directorio guardamos la memoria operativa en el data center del banco. Es una práctica de rutina. Usted no puede disfrutar de sus hijos si cada vez que los mira está pensando que el índice Lavagna bajó un seis por ciento.<br />—A mí me parece que es una imposición del banco —objetó Don Isidro.<br />—Sí, claro —admitió el ejecutivo—. Una forma de controlar la información. Si me pasara algo…<br />—Dios no lo permita…<br />—…o si renunciara, ellos podrían recuperar los datos. —El tipo sonrió—. Pero eso no es lo que le decimos a nuestras familias.<br />—Claro.<br />—Algunos, incluso, <em>swapeamos</em>.<br />—¿Lo qué?<br />El hombre se puso de pie y avanzó un paso para acodarse más cerca de Don Isidro. El taburete lo siguió.<br />—Tampoco queremos que los problemas familiares influyan en nuestro trabajo —explicó en voz baja—, así que intercambiamos memorias operativas. Cuando estamos en casa somos amorosos padres de familia, y al entrar en la oficina nos transformamos en gerentes de primera.<br />—Hijos de puta profesionales —replicó Don Isidro.<br />—Hacemos lo que tenemos que hacer. Lo quisiera ver a usted en mis zapatos.<br />Don Isidro asintió. Sabía que se hacían esas cosas.<br />El gerente extrajo un cigarrillo, pero Don Isidro le mostró el cartelito de la esquina del mostrador: “Cuide el oxígeno, no fume”.<br />—¿Tiene hijos? —preguntó el gerente, guardando el cigarrillo.<br />—No, vivo solo. ¿Usted?<br />—No sé.<br />Don Isidro se volvió. El gerente sacó un pañuelo y se secó una lágrima.<br />—Ya le dije, esos piqueteros no me dejan pensar. Trabajo en un banco público, ¿sabe? Los tipos se instalaron en el data center del banco y apagaron los sistemas de MemOp hasta que el conflicto se termine. No tengo memoria operativa.<br />El gerente guardó el pañuelo.<br />—Es más, creo que están metiendo basura para confundirnos, ruido nemónico. —Se llevó el dedo a la sien—. Están ahí, bloqueando los caminos neurales que me permiten recuperar mis memorias familiares. Hace tres días que soy gerente. No doy más.<br />Don Isidro le apoyó la mano en el hombro.<br />—Váyase a casa, hombre.<br />—¿Y que me vean así? —El gerente apretó el puño para golpear el mostrador, pero se contuvo—. Ni siquiera sé quién me espera. Imagínese, hoy podría ser el aniversario de casamiento con mi mujer, o el cumpleaños de mi hijo… o de mi hija. ¡Yo qué sé!<br />Don Isidro apagó el diario digital y pulsó algunos comandos sobre el mostrador. Apoyó una tarjeta plástica en la superficie lustrosa y el sistema se cobró los quematripas.<br />—Que te sea leve, hermano.<br />El hombre siguió hablando, estaba más allá del bien y de mal.<br />—No me quieren. ¡Qué me van a querer! Quieren al padre de familia. Los gerentes de banco no tenemos familia…<br /><br /><br /><strong>Don Isidro salva el día<br /></strong><span style="font-size:85%;">(Peatonal Crucero Gral. Belgrano – Antiprimavera del 216 e.p.)</span><br /><br />No sé de dónde salieron. Estaban ahí, acosando a los peatones para que donaran sus calcetines. El más simpático era bajito y rubio, sucio por donde se lo mirara: un pícaro de esos que imitan presidentes históricos en la vía publica para ganarse el mango. El otro era flaco y pelado, salvo por la cresta de gallo y las plumas verdes que se había implantado en la nuca: un signo tribal.<br />—¡Vamos, don! —me insistió el rubio—. Si se anota lo dejamos jugar.<br /><em>¿Jugar?</em><br />Antes de que me diera cuenta le había entregado las medias. Había algo en la voz del rubio. Hablaba con una cadencia subliminal, que rebotaba en su sonrisa compradora —un muestrario de complicidades infantiles y dientes manchados de nicotina— y surgía luego en la mirada salvaje de sus ojos claros. Era como el eco de una invitación: mi mejor amigo, treinta y seis años antes, me rescataba del tedio a la hora de la siesta.<br />No fui el único. En poco rato habían conseguido una docena de voluntarios, todos en patas como yo. Embolsaron los calcetines, unos dentro de los otros, hasta armar una pelota.<br />Algunos caminantes se desviaron para ver el espectáculo. El rubio, que sostenía la pelota como un trofeo, apoyó el talón derecho por delante del pie izquierdo y gritó: ¡Pan! El otro se le puso enfrente, a unos metros nomás, y lo imitó gritando ¡Queso!<br />Se acercaron progresivamente y, al final, el flaco de las plumas verdes terminó pisando el pie del rubio.<br />—Elijo al delivery-mutante —dijo.<br />—Pero si toca la pelota con las alas le cobramos mano, ¿eh? —protestó el rubio—. Elijo al cazador.<br />Di un paso al frente.<br />—La mujer-gato —dijo el plumas verdes.<br />—El del brazo robot.<br />—El kiosquero.<br />—El murciélago cantarín.<br />—¡Pero ese tipo está ciego! —protestó el plumas verdes.<br />El rubio sonrió pícaramente. Avanzó hacia el murciélago y le lanzó la pelota. Las orejas del murciélago se orientaron hacia el rubio. Atajó la pelota con una asombrosa economía de movimientos. En toda la maniobra no dejó de chillar, o cantar… o rezar, quién sabe.<br />—Quiero que sea mi arquero —dijo el rubio.<br />—Bueno, pero no se vale aturdir al contrincante con ese chillido —advirtió el plumas verdes.<br />El murciélago dejó la pelota en el piso.<br />—Está bien —dijo—. Pero mi novio también aportó sus calcetines. Él canta en baja frec…<br />—No, señor —interrumpió el plumas verdes—. El topito tenor juega para nosotros. Yo también necesito un arquero.<br />—Vale —intervino el rubio—. Elijo la Barby.<br />—El clon trucho de Maradona.<br />Le tocaba una vez más al rubio, pero algo pasaba. Los curiosos del fondo comenzaron a inquietarse. Pude ver el transporte celular de la guardia metropolitana y seis o siete uniformados avanzando entre la multitud. Iban armados con bastones sónicos y escudos de fibra de aluminio.<br />—¡Despejen! —decía con aire despectivo el que iba al frente—. Despejen la zona.<br />Los dos muchachos se volvieron hacia el uniformado. Bajaron la mirada, aflojaron los hombros. El murciélago comenzó a desmadejar al tanteo la pelota.<br />—Elijo al comandante —grité.<br />Todos me miraron. Después encararon al uniformado.<br />—¿Me están invitando a jugar? —preguntó el comandante con incredulidad.<br />—Claro —respondí—. Media horita, nomás. Para aflojar las tabas y hacer unos goles.<br />El uniformado se volvió hacia su lugarteniente.<br />—¡Vamos, jefe! ¡Anímese! —dijo el otro—. Yo levanto las apuestas.<br />—Está bien, está bien. Que no se diga que los agentes del orden arrugamos al primer desafío.<br />El rubio tomó la pelota y se la presentó al comandante. Pude adivinar la sonrisa, esa mirada enérgica y cristalina. Todos oyeron su invitación.<br />—Pero antes, jefe, préstenos las medias.<br />El comandante frunció el ceño. Tanteó el bastón y comenzó a sacarlo.<br />Lo dejó en el piso. Se desabrochó el chaleco, entregó la cartuchera y el arma a uno de los guardias. Empezó a sacarse las botas.<br />—Después de todo —admitió con una sonrisa—, tengo que jugar descalzo.<br /></div><br /><div align="left"></div><br /><div align="right"><span style="font-size:85%;"><strong>Alejandro Alonso, 2004.</strong><br />Una versión temprana de estos cuentos apareció en <em>El Planeta Urbano </em>n°75 (mayo, 2004).<br /></span></div>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-41825459137405375732009-08-06T02:10:00.002-03:002009-08-06T02:16:49.511-03:00Oficio: Fabricante de universos<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiR1M86mhLVj4CWSMvoKMJv1-Fw1tk_Xi-5UGryMkSOCpol2V5yLAW-MGhgsBP2UFG1UPnU1A7_e-jUPleyVAll-Xf0MpqlYgo5SPnJkN3oSAsovT2f_NVqZZakcrhkHkKeov7GX00PjnU/s1600-h/Neuma.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5366715288732922898" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiR1M86mhLVj4CWSMvoKMJv1-Fw1tk_Xi-5UGryMkSOCpol2V5yLAW-MGhgsBP2UFG1UPnU1A7_e-jUPleyVAll-Xf0MpqlYgo5SPnJkN3oSAsovT2f_NVqZZakcrhkHkKeov7GX00PjnU/s320/Neuma.jpg" border="0" /></a> No existen muchos autores capaces de crear universos ficcionales tan maravillosos y extraños como Ted Chiang. Su último cuento, “Exhalation” es una muestra de ello. Es uno de los relatos nominados a los Premios Hugo 2009, y está ampliamente <a href="http://www.nightshadebooks.com/Downloads/Exhalation%20-%20Ted%20Chiang.html">disponible para ser leído</a> (en inglés).<br /><br />En este cuento, como antes lo hiciera en “Setenta y dos letras” o en “La torre de Babilonia”, Chiang se da el gusto de construir, ladrillo a ladrillo, un universo ficcional completo. Esto significa desarrollar sus reglas a fuerza de pura especulación (plantar coordenadas, deducir, extrapolar); y también avanzar sobre las motivaciones de los personajes, su biología, su filosofía, su sociedad, imaginar los conflictos y las crisis. Incluso plantear una forma de narrar (ya que el relato es en primera persona) que resulte propia del personaje, pero comprensible para el lector. Crear un universo es también dilucidar metáforas nuevas y enriquecedoras, que aplican a ese universo. Y todo eso está en “Exhalation”.<br /><br />En un reportaje que le realizara la revista <em>Locus</em> (<a href="http://www.scribd.com/doc/8681530/Ted-Chiang-Interview">“Ted Chiang - Science, Lenguaje, and Magic”</a>, en la edición de Agosto de 2002), a propósito de la publicación la antología <em>Stories of Your Life and Others</em> (<em>La historia de tu vida</em>, publicada en español por <a href="http://www.bibliopolis.org/editorial/bibliofan/historiavida.htm">Bibliópolis</a>), donde incluía todos los cuentos escritos hasta ese momento, Chiang reflexionaba sobre “Setenta y dos letras” y “La torre de Babilonia”. Buena parte de esta reflexión también aplica a “Exhalation”:<br /><br /><em><span style="color:#ffff66;">Todos hablan de la habilidad de la ciencia-ficción de evocar la sensación de maravilla. Definitivamente ésa es mi meta, porque recuero la sensación de maravilla que experimentaba cuando de joven leía ciencia-ficción. Quisiera evocar eso en otras personas. “La torre de Babilonia” y “Setenta y dos letras”, ambos, parecen tener lugar en un universo de fantasía, si bien en última instancia se refieren a principios científicos de nuestro mundo. No comencé específicamente para lograr ese efecto, pero sospecho que, a los lectores que les gustan cuentos como éstos, les gustan porque los personajes logran comprender algo hacia el final del cuento. Básicamente descubren avanzadamente pos sí mismos conceptos científicos con los que estamos todos familiarizados en nuestro mundo, pero que en este universo de fantasía son nuevos. Eso crea parte del sentimiento o sensación a maravilla asociada con la emoción del descubrimiento: una que es difícil de lograr en un cuento ubicado en nuestro universo, donde esa ciencia es muy familiar. John Crowley dijo que una de las cosas sobre las que trataba los libros <i>Aegypt</i> es acerca de que son tiempos donde el mundo cambia. La perspicacia ganada por los personajes en “La torre de Babilonia” y “Setenta y dos letras” son, del mismo modo, conocimientos que cambiarán la visión del mundo de la gente en esos mundos. Ellos hacen avances conceptuales que son nuevos para ese universo, pero debido a que esos descubrimientos son más familiares en nuestro universo, eso hace que se parezcan más a los nuestros, aunque sólo fuera en un sentido metafórico.</span></em><br /><br />En este orden, Chiang elige en “Exhalation” situar a su personaje (y narrador) en un momento en que su mundo está cambiando. Un momento de crisis terminal (un esquema que se repite en “Setenta y dos letras”). Y, sin lugar a dudas, se trata de un mundo extraño. Explicarlo sería hacer <em>spoiler </em>del relato. Por eso (y teniendo en cuenta que no todos habrán leído el cuento) podemos empezar con los primeros párrafos (disculpas por la traducción), donde ya se empiezan a percibir las coordenadas fundamentales de la historia.<br /><br /><span style="color:#ffff66;">Se ha dicho desde hace mucho que el aire (que otros llaman argón) es la fuente de la vida. Éste no es, de hecho, el caso, y he grabado estas palabras para describir cómo llegué a entender la verdadera fuente de la vida y, como corolario, los medios por los cuales la vida un día terminará.<br /><br />Para la mayor parte de la historia, la proposición de que sacamos la vida del aire era tan obvia que no necesitaba que la validen. Cada día consumimos dos pulmones de aire; cada día sacamos los vacíos de nuestro pecho y los reemplazamos con los llenos. Si una persona es descuidada y deja que su nivel de aire baje mucho, siente la pesadez de sus miembros y la creciente necesidad de reabastecerse. Es extremadamente raro que una persona no pueda obtener al menos un pulmón de repuesto antes de que los dos instalados se vacíen; en aquellas desafortunadas ocasiones donde esto sucede —cuando una persona está atrapada y no puede moverse, con nadie cerca para asistirla— muere segundos después de que el aire se acabó.<br /></span><br />Estructuralmente, el relato puede dividirse en cuatro partes bien identificables, si bien existen solapamientos: no todo está dispuesto de manera lineal. Sólo ahondaremos (evitando el <em>spoiler</em>) en la primera parte. Del resto sólo haremos una referencia más somera.<br /><br />En el primer párrafo se menciona que existe la creencia de que el aire es la fuente de la vida. Esto sería también cierto para el lector (que es un ser humano que respira), pero Chiang nos advierte que la fuente de la vida es otra. Otra de las coordenadas, esta vez del segundo párrafo, resulta más intrigante: las “personas” reemplazan sus pulmones vacíos por otros llenos. Evidentemente no respiran como nosotros (no incorporan aire del exterior y luego lo devuelven enrarecido a la atmósfera). Y tampoco son de carne y hueso. En el mismo párrafo dice que cuando los pulmones se vacían, esa persona siente los miembros pesados. No habla de pérdida de conocimiento. El efecto es “mecánico”. El narrador también se expresa con palabras específicas (y esto se aprecia mejor en la versión original) para describir las acciones y los objetos: habla de grabar o tallar (engrave) sus palabras, y de repuesto o piezas de recambio (replacement) al referirse a los pulmones. Y las pistas/coordenadas siguen. Sólo después de algunas páginas de lectura se tendrá un panorama completo de cómo es el personaje.<br /><br />A partir de allí (figuradamente, pues, como dijimos, hay solapamientos) comienza la segunda parte de la historia: la presentación del mundo en que vive ese personaje. <em>¿Cómo es físicamente el mundo? ¿Qué leyes de la física son relevantes? ¿Cómo es esa sociedad? ¿Cuáles son sus actividades recreativas y sus ritos?</em><br /><br />La tercera parte nos muestra de qué es capaz el personaje. Y aquí empieza el proceso que Chiang describía en la entrevista de <em>Locus</em>: el proceso de la obtención de un conocimiento que cambiará a perspectiva que ese personaje tiene del mundo. Y ese cambio de perspectiva nos lleva a la cuarta y última parte: el corolario del que se habla en el primer párrafo, y de yapa abre camino a las dimensiones filosóficas y metafísicas de ese personaje extraño y diferente, en un mundo extraño y diferente, pero al mismo tiempo (metafóricamente) muy parecido al nuestro.<br /><br />Como hiciera en “Setenta y dos letras”, “La torre de Babionia” o “El infierno es la ausencia de Dios”, Chiang toma una idea o la combinación de dos y comienza a profundizarlas, a analizar las consecuencias y las implicancias desde una gran cantidad de puntos de vista. Y luego se monta sobre el resultado para ir aún más lejos. Otros escritores, empelarían una novela para contar estas historias. Pero Chiang no, prefiere estructuras más simples. “Me gusta el formato corto [el cuento] por varias razones. Puedes mantener casi toda la historia en tu cabeza a la vez”, aseguraba en una entrevista concedida al podcast británico sobre CF StarshipSofa de Tony Smith (se puede descargar de <a href="http://huffduffer.com/jessewillis/4077">aquí</a>). En esa entrevista decía que la novela (el formato) lo intimidaba: una novela exige mucho más estructura y planeación. “Es una especie de milagro que novelas realmente exitosas hayan sido escritas. (…) Supongo que soy un hombre de ideas. Estoy más interesado en las ideas que ofrece la ciencia-ficción. Creo que las ficciones cortas son la mejor forma de explorar una idea única. (…) Las novelas son mejores para contar historias de un personaje a lo largo del tiempo”.Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-59600915129128661582009-07-24T13:24:00.006-03:002009-07-24T14:56:26.490-03:00La premisa<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLZaug0YojO6f9ao0RhHmW98mdpwbprqx2hUcH7umfpxQ0myVLVX4ocLd3Nx9P1MQ6mblu4INQoceeSFGH-wyZi2ilOxsd3Ecn-R1gYkv7VSKMdihZW5vNY6x4ak1FgUSh4pe5nboPgV4/s1600-h/Premisa.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5362065407314535890" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLZaug0YojO6f9ao0RhHmW98mdpwbprqx2hUcH7umfpxQ0myVLVX4ocLd3Nx9P1MQ6mblu4INQoceeSFGH-wyZi2ilOxsd3Ecn-R1gYkv7VSKMdihZW5vNY6x4ak1FgUSh4pe5nboPgV4/s320/Premisa.jpg" border="0" /></a>Hace algunos años, en el taller literario que hacíamos en la casa de Aníbal Gómez de la Fuente, una de las participantes, Verónica, llevó <a href="http://www.storyispromise.com/wpremise.htm">un texto de Bill Johnson</a>, que hablaba de la “premisa”. Comparto con ustedes un resumen de los conceptos, que a lo mejor puede serles útil para analizar un cuento “que no funciona”.<br /><ol><li>La <strong>premisa </strong>del cuento establece el <strong>nudo dramático</strong> central de la historia, el <strong>movimiento</strong> (o desarrollo) de este tema hacia la resolución, y lo que el lector verá de <strong>la realización</strong> de esa resolución. Su ensayo está aplicado al guión, pero puede extraerse alguna herramienta para el cuento.<br /></li><li><strong>Nudo dramático:</strong> Es el conflicto en el corazón de la promesa del cuento. Los nudos dramáticos o las ideas giran en torno a las necesidades humanas. La necesidad de ser amado. Tener el control del propio destino. Poder para superar los obstáculos. Sentirse necesitado. Poder crecer y curar as heridas de la vida. Entender y dar sentido a los eventos de la vida. Experimentar la vida profundamente. Lo importante es que quien relata pueda poner un nombre al nudo dramático.<br /></li><li><strong>Movimiento:</strong> Describe la dirección general en que el narrador mueve el cuento para resolver la promesa. Por ejemplo: una historia sobre coraje tendrá personajes y eventos para resolver esto. El movimiento de la historia podría ser descripto como la superación, o la confrontación, el miedo a luchar, la llegada de una nueva comprensión sobre lo que es el coraje. La historia no se mueve “geográficamente”, o a través de sentimientos cambiantes o mediante la presentación de ideas, eso no “mueve” al lector.<br /></li><li><strong>Realización:</strong> Es dos cosas. a) lo que se manifiesta de manera concreta y visible para resolver la promesa. b) los sentimientos y pensamientos que eso debe desencadenar en la audiencia.<br /></li><li><strong>Ejemplo de premisa. </strong>Lajos Egri, en <em>The Art of Dramatic Writing</em> detalla qué es una premisa. La premisa de Egri para <em>Romeo y Julieta</em> es: <strong>"Un gran amor desafía incluso la muerte"</strong>. El nudo dramático es el amor. Debido a que los lectores desean experimentar el amor de una manera completa, el amor está como nudo dramático en el corazón de muchos cuentos. El movimiento es acerca del amor superando obstáculos que van escalando hasta llegar incluso a la muerte. Al desafiar incluso a la muerte, la historia completa su premisa (realización). La palabra desafía describe el movimiento de la historia. Nótese que desafía sugiere un movimiento activo. Desde la primera página, la narración va hacia alguna parte. </li></ol>Entender la premisa, lleva también a encontrar los otros componentes del relato. Los personajes de Romeo y Julieta que podrían amar son bloqueados por aquéllos que odian. El resultado es el conflicto. Los personajes que deben amar bloqueados por los que odian. Algunos personajes avanzan, otros se oponen en el progreso de la narración. Una vez creada la premisa, se puede pensar, entonces:<br /><ul><li>¿Qué personajes deben habitar el cuento?</li><li>Es posible crear eventos del argumento para poner en escena el movimiento dramático del cuento. </li><li>La premisa sugiere qué acciones de los personajes y qué eventos del cuento podrían ser expresados para ejecutar la historia. </li><li>O tal vez quiera primero escribir su cuento y luego explorar la premisa que reside en el corazón de la historia y usarla en las reescrituras.<br /></li></ul>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6780603277759258689.post-49040102863022457762009-06-28T12:59:00.004-03:002009-06-28T18:16:27.759-03:00El tratamiento de las ideas (III)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwEfvtK7NDcWOYUcHcbpElQ72KkljfEygsP6Y9NKXvxtgVtTq7T2gHAYcVD-26wRVY8CKEtXbHM9XvQUU4YOl50MKosROWjWyGbqvnmyldzUXv1rk_b7qUlkd7vjDTSFFwfuLZpB3UioM/s1600-h/Tratamiento_ideas_3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5352413392250950450" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 208px; CURSOR: hand; HEIGHT: 208px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwEfvtK7NDcWOYUcHcbpElQ72KkljfEygsP6Y9NKXvxtgVtTq7T2gHAYcVD-26wRVY8CKEtXbHM9XvQUU4YOl50MKosROWjWyGbqvnmyldzUXv1rk_b7qUlkd7vjDTSFFwfuLZpB3UioM/s320/Tratamiento_ideas_3.jpg" border="0" /></a> ¿Cuál es el origen de un cuento o una novela? ¿Cuál es la semilla y cómo se desarrollan los argumentos a partir de allí? En el diario <em>Clarín</em> del 28 de junio de 2009 (págs. 50 y 51), ocho escritores explican cómo se originó la semilla del relato. Elegimos tres: Ana María Shua, Guillermo Martínez y Pablo De Santis.<br /><br />Administrar un chispazo, una imagen, una intuición, lo que sabemos de una persona peculiar en pos de la construcción de un relato es un proceso bastante azaroso. Generalmente es necesario que dos o más ideas se unan (en otras oportunidades, llamamos a estas ideas o imágenes “coordenadas”), o al menos intenten unirse. Incluso puede haber etapas de búsqueda de documentación para terminar de redondear la historia.<br /><br />El caso de Ana María Shua con su cuento “La revancha”, publicado originalmente en 2001 y republicado hace unos meses en <em>Que tengas una vida interesante</em> (Emecé) resume varios de estos aspectos. En la nota, Shua cuenta que la historia se fue formando tributariamente. Dice Shua <a href="http://www.clarin.com/diario/2009/06/28/sociedad/s-01947879.htm">en la nota</a>:<br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ffff99;">Hace años Olguín me propuso escribir un cuento de box para una antología. Dije que sí y me arrepentí: de box, no sabía nada. </span><br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ffff99;">Tiempo atrás había escrito para una revista sobre el asesinato de la mujer de Monzón. Hasta ahí llegaba. ¿Qué hacer? Decidí avanzar por ese camino. Empecé por una librería de revistas usadas. "Busco <em>El Gráfico</em> del ´79, la pelea de Monzón y Benvenutti", le dije al señor que atendía. </span><br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ffff99;">El hombre se transfiguró. "¡Qué pelea!" me dijo "¡Nunca me voy a olvidar cuando sobrevino esa piña de Monzón!" Y yo supe que mi cuento estaba en esa palabra: "sobrevino". Una palabra que yo jamás hubiese usado y que era perfecta, necesaria. El señor Jorge era un fanático del box. Y también un gran narrador. Su habla tenía color, tenía juego.<br /></span><br /><span style="font-size:85%;color:#ffff99;">Soy tímida, pero junté coraje y le pedí permiso grabarlo. Ahí estaba todo. La trama del cuento se me fue ocurriendo después. Combiné los conocimientos del señor Jorge con la historia un primo que había nacido con doble luxación de cadera. Y al narrador le agregué una característica de una chica conocida que tenía una fe muy extraña en el poder de los ángeles. Así construí "La Revancha". </span><br /><br /><span style="font-size:100%;">En el caso de Guillermo Martínez y <em>Acerca de Roderer</em>, el disparador tuvo que ver con dos personajes de la vida real y sus respectivos entornos. Como si la realidad machacara con un nuevo estereotipo. Martínez no lo menciona en la nota, pero probablemente, a la hora de encarar el argumento, se habrá preguntado: ¿Cuáles son las inquietudes de un personaje de este tipo? ¿Qué cosas lo motivan? ¿Cuál será su búsqueda o su destino?<br /><br />Dice Martínez en </span><a href="http://www.clarin.com/diario/2009/06/28/sociedad/s-01947878.htm">la nota</a>:<br /><br /><span style="font-size:85%;color:#ffff99;">En Bahía Blanca, cuando tenía quizá doce años, un amigo a quien yo derrotaba fácilmente al ajedrez me llevó en venganza a la casa de un primo segundo o tercero, un poco mayor que nosotros. Era una casa antigua y oscura y nos salió a recibir la madre. Este primo parecía vivir encerrado a solas en la penumbra mortuoria de su cuarto. Recuerdo que jugaba de una manera indirecta y extraña. Mi amigo me contó que había aprendido solo, reproduciendo partidas de los libros. (…) Ya en la universidad, todavía en Bahía Blanca, tuve un compañero que era también retraído y silencioso, muy alto y flaco, con la apariencia de alguien que no está enteramente en este mundo. Un día enfermó y con un par de amigos le llevamos a su casa los apuntes de clase. Salió a recibirnos la madre y yo sentí que, como en un túnel del tiempo, entraba otra vez a la misma clase de casa y me asomaba, otra vez, al mismo misterio. En la habitación de nuestro compañero había unos cuadros muy vívidos que él pintaba, a la manera de El Greco…</span><br /><br />El trabajo de <a href="http://www.clarin.com/diario/2009/06/28/sociedad/s-01947887.htm">Pablo De Santis para <em>El enigma de París</em></a> parece haber sido más arduo y artesanal. Consistió en organizar y dar vuelo a un misterio de su juventud: los avisos de las escuelas de detectives que aparecían en las revistas que leía entonces. Aquí hay un proceso de imaginación dirigida, porque lo único que hay es un punto de partida. Desde luego, a lo largo de este proceso pueden aparecer nuevas coordenadas. Durante la <a href="http://axxon.com.ar/not/175/c-1756020.htm">presentación del libro</a> (en julio de 2007), De Santis señaló otra de las coordenadas que originaron el relato. Explicó que siempre le había gustado la relación entre los asistentes y los detectives, citando al capitán Arthur Hasting (asistente del detective Hercule Poirot, de Agatha Christie) y a John Watson (adlátere de Sherlock Holmes), como personajes con más características humanas que los protagonistas. Probablemente la tercera coordenada sea histórica: el relato se ubica inicialmente en el Buenos Aires de las postrimerías del siglo XIX, determinando así un cierto tipo de protagonista: el hijo de un zapatero inmigrante. ¿Su destino? Terminar en Paris, y conviviendo codo a codo con los grades detectives del mundo.<br /><br />En estos dos posts, otros dos autores hablan de cómo se originaron sus novelas:<br /><ul><li><a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2008/05/el-tratamiento-de-las-ideas.html"><em>Plop</em>, de Rafael Pinedo</a></li><li><a href="http://cronoelipsis.blogspot.com/2008/05/el-tratamiento-de-las-ideas.html"><em>El año del desierto</em>, de Pedro Mairal</a> </li></ul><p></p>Alejandro Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18205984140975414701noreply@blogger.com7