(Viene de "El revés de la trama 2")
Tenía dos elementos entonces: la base (la idea de la trascención y las estelas) y un abordaje posible (el viaje iniciático). ¿Qué clase de personaje podía usar para jugar con estos elementos? Por el cuento sabía que tendría un componente denso de especulación científica o pseudocientífica, por lo tanto necesitaría un personaje que fuera capaz de decodificarla para el lector, o que al menos supiera hacer las preguntas correctas. Además, el personaje tenía que soportar sobre sus hombros, de manera no muy artificiosa, la narración del relato (en primera persona).
Más por vagancia que por otra cosa, decidí que fuera periodista, como yo. De esa manera, al menos al principio, directamente le daría mi propia voz, y luego, en la medida que lo fuera conociendo en acción, tal vez podría ajustar su discurso. Decidí también que el personaje tuviera poco background: unas ciertas obsesiones, algunos antecedentes familiares que justificaran el viaje a Trascendencia y no mucho más. Y con estas coordenadas iniciales, como en los ejercicios que propuse en “Limitaciones en los personajes” y en “Dominó”, el personaje se fue construyendo solo.
De esas impremeditadas inferencias que iban vistiendo al personaje (sobre la acción, prácticamente en el mismo momento en que escribía la historia), nació en retrospectiva, durante la reescritura, uno de los patrones o esquemas predominantes de “La ruta…”. De hecho, un mecanismo que resume toda la historia: el protagonista siempre termina ocupando el lugar de su primo. Esto sucede dos veces. La primera, contada en retrospectiva, cuando el protagonista queda huérfano y se va a vivir con los tíos. Lando se va de la casa, deja un vacante un rol que Tony, el protagonista, terminará asumiendo.
Después de la muerte de mamá, me mudé a la casa de mis tíos maternos y mi primo Rolando. Esa nueva vida en familia fue buena por un tiempo. Después, Lando-Rolando se fue. Era mayor que yo y cuando cumplió los veintiuno decidió enrolarse en la Gendarmería. Yo ocupé su lugar, pasé a ser el hijo oficial, pero todos sentimos su partida como una pérdida.
La segunda cuando llega a Trascendencia, el primo Lando comienza a apartarse de este mundo y, metafóricamente, vuelve a abandonarlo. El ciclo se cierra:
Cuando Trascendencia se quedó sin comisario, el ayudante se hizo cargo. El ayudante era yo. No era el más capacitado, pero así son las cosas en Trascendencia.
No hubo ceremonia. Fue tan discreto como había sido el comienzo de mi viaje. Esa travesía que empezó con la búsqueda de un trabajo y de un hermano perdido terminaba con mi conversión en trascendi y mi sumisión total a una religión donde ser inocuo es el valor máximo…
La seguimos luego.
Más por vagancia que por otra cosa, decidí que fuera periodista, como yo. De esa manera, al menos al principio, directamente le daría mi propia voz, y luego, en la medida que lo fuera conociendo en acción, tal vez podría ajustar su discurso. Decidí también que el personaje tuviera poco background: unas ciertas obsesiones, algunos antecedentes familiares que justificaran el viaje a Trascendencia y no mucho más. Y con estas coordenadas iniciales, como en los ejercicios que propuse en “Limitaciones en los personajes” y en “Dominó”, el personaje se fue construyendo solo.
De esas impremeditadas inferencias que iban vistiendo al personaje (sobre la acción, prácticamente en el mismo momento en que escribía la historia), nació en retrospectiva, durante la reescritura, uno de los patrones o esquemas predominantes de “La ruta…”. De hecho, un mecanismo que resume toda la historia: el protagonista siempre termina ocupando el lugar de su primo. Esto sucede dos veces. La primera, contada en retrospectiva, cuando el protagonista queda huérfano y se va a vivir con los tíos. Lando se va de la casa, deja un vacante un rol que Tony, el protagonista, terminará asumiendo.
Después de la muerte de mamá, me mudé a la casa de mis tíos maternos y mi primo Rolando. Esa nueva vida en familia fue buena por un tiempo. Después, Lando-Rolando se fue. Era mayor que yo y cuando cumplió los veintiuno decidió enrolarse en la Gendarmería. Yo ocupé su lugar, pasé a ser el hijo oficial, pero todos sentimos su partida como una pérdida.
La segunda cuando llega a Trascendencia, el primo Lando comienza a apartarse de este mundo y, metafóricamente, vuelve a abandonarlo. El ciclo se cierra:
Cuando Trascendencia se quedó sin comisario, el ayudante se hizo cargo. El ayudante era yo. No era el más capacitado, pero así son las cosas en Trascendencia.
No hubo ceremonia. Fue tan discreto como había sido el comienzo de mi viaje. Esa travesía que empezó con la búsqueda de un trabajo y de un hermano perdido terminaba con mi conversión en trascendi y mi sumisión total a una religión donde ser inocuo es el valor máximo…
La seguimos luego.
2 comentarios:
Hola. Tu blog me parece muy interesante y me puede resultar muy útil, pues intento mejorar como escritor, así que le echaré un buen vistazo. Además soy aficionado a la ciencia-ficción.
Te he enlazado en mi blog de relatos, www.cochambreliteraria.blogspot.com. Si lo crees oportuno, me agradaría mucho si me pusieras un enlace en el tuyo. Un saludo.
Gracias Porfirio. Ya he sumado el link.
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