27 de noviembre de 2009

Interludio 5: María Negroni, sobre Cortázar y “Las babas del diablo”

Ya hablé en este blog de María Negroni, en este pequeño ensayo sobre “Lenguaje poético”. Ahora, quiero compartir con ustedes este clip, que tomé durante la presentación de su nuevo libro de ensayos, Galería fantástica, presentado el 26 de Noviembre en el Centro Cultural de España en Buenos Aires. Allí, María lee el capítulo dedicado a Julio Cortázar, y en particular a su cuento “Las babas del diablo”. El video recoge un fragmento de dicha lectura.

Próximamente (apenas termine de editarlo), Axxón publicará un reportaje a la escritora, donde habla del Gótico, tratado en su anterior volumen de ensayos, Museo negro, y sobre esta nueva obra que ganó el Premio Universidad de Sinaloa – México / Editorial Siglo XXI, entre otros temas.




En la contratapa de Galería fantástica reza:

En este libro de ensayos, la autora argentina María Negroni interroga los textos más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XX –entre ellos Aura de Carlos Fuentes, “La muñeca menor” de Rosario Ferré, “Las hortensias” de Felisberto Hernández, La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, “El impostor” de Silvina Ocampo o “Las babas del diablos” de Julio Cortázar”– para postular una poética de oposición a la moral soleada (y petrificante) del status quo. Leyendo dichos textos como una suerte de deriva del gótico europeo y norteamericano del siglo XIX, que abrió, en su tiempo, una gangrena en el costado del Iluminismo, consigue una mirada nueva sobre un género tan fértil como díscolo dentro del panorama literario continental.

Y en esos “teatros del mundo miniaturizados, en esos pequeños teatros del yo” que son los relatos, consigue formular algunas preguntas poco frecuentes (o poco articulables) que hacen trastabillar la realidad, ampliando de ese modo el abanico de lo concebible. En palabras de la autora: “Por un instante, algo invade algo y las jerarquías se borran. Entra el aire por alguna rendija invisible. Como en la poesía, en este tipo de relatos, la incredulidad queda, por un instante, suspendida y lo menos temeroso de nosotros mismos hala consuelo y agradece.”

La seguimos luego.

4 de noviembre de 2009

El revés de la trama 4: Las estelas como recurso narrativo

Al escribir “La ruta a Trascendencia” tenía una ventaja, no empezaba de cero. Como comenté en un post anterior, ya había escrito el cuento “Demasiado tiempo”, y sabía que no había explotado el tema lo suficiente. Una de las cosas que definitivamente había desaprovechado era las posibilidades narrativas que se abrían a partir de la existencia de las estelas temporales.

Tal vez convenga aclarar que, para graficar esas estelas temporales en el relato, intercalé los ecos de lo que los personajes decían (en la primera edición de la novela usé los signos "<" y ">" para delimitar esas estelas, pero en la edición argentina, por cuestiones de estética, primó el criterio de usar itálicas. Por limitaciones de la interfaz de Blogger, que malinterpreta los signos ">" y "<", aquí usaré corchetes).

Es así que una particularidad del contenido del relato —que algunos personajes vivieran extensamente en el tiempo, y que los “ecos” de lo que decían volvieran a aparecer en el texto— ponía en mis manos una herramienta narrativa eficaz: la posibilidad de usar esos ecos para pasar información de contexto al lector, retomar ideas durante un diálogo, crear evocaciones, e incluso asociaciones y recontextualizaciones caprichosas. Y es que, entre lo que pasa y el eco de lo que pasó se produce un diálogo, una tensión: las mismas palabras pueden significar cosas diferentes en la medida que los diálogos evolucionan.

Creo que esta herramienta le dio una consistencia particular al relato, una cierta originalidad expresiva, incluso una poética que, entonces y ahora, me parece novedosa (uno nunca sabe del todo a quién le está robando ideas, dicen que todo esta inventado).

Repasando el primer capítulo, aparecen varios ejemplos.

1) Apenas llega Tony a Trascendencia, sufre un extraño incidente automovilístico. Es su primer encuentro con un híbrido temporal y sus estelas. No está en condiciones de seguir manejando y Eduardo se ofrece a llevarlo al pueblo. El diálogo sigue. La estela de esa sugerencia permite retomar la idea (la oferta de Eduardo de llevarlo al pueblo) para justificar una acción al final de la escena.

(…habla Tony)
—Apague el proyector, señor —dije—. Es un peligro.
—No hay ningún proyector. —El tipo, no sé cuál de todos, me miró y diagnosticó acertadamente que yo estaba en estado de shock—. Hagamos una cosa: déjeme el coche acá y yo lo llevo al pueblo. Manejar por esta ruta puede ser peligroso para usted, con esto de las estelas.
—¿Qué son las estelas?
[¿Quién quiere saberlo?]
—Bueno, quisiera explicarle bien para que lo entienda. Pero seguro que su primo puede hacerlo mejor —dijo el hombre—. Somos nosotros, pero en otro tiempo. Aguante un cachito que saco la camioneta.
La mujer también se acercó a la tranquera. Era morocha, menuda y bastante atractiva. Frotaba una taza de café con un repasador viejo, como si pretendiera sacar un genio de aquel pocillo. Usaba un enorme reloj de pulsera. Noté que el hombre también tenía uno similar.
—Me llamo Clara y mi marido se llama Eduardo —dijo—. Fuimos de los primeros trascendis. No como su primo, que llegó después.
—¿Trascendis?
—Como dice mi marido, va a ser mejor que le explique su primo.
—¿Tiene algo que ver con las estelas? —pregunté.
—Sí, y con el primer epicentro.
El hombre interrumpió la conversación.
—Eduardo Sanguineti —dijo, extendiendo la mano para presentarse—. Cuando usted quiera nos vamos.
[No hay ningún proyector… déjeme el coche acá.]
Vacilé con la llave del auto en la mano.
—Déjele la llave a Clara… Entrá el auto, amor, que ya vengo. —El granjero me miró con aire divertido—. Voy a llevar al nuevo ayudante del comisario.


2) Otra posibilidad es usar las estelas para traer a colación una parte de la conversación anterior a la escena. En el texto no aparece en ningún momento la conversación de la que provienen esas estelas, pero ese fragmento de información llega de todos modos al lector.

(…)
Lando enfrentaba un dilema. Y a pesar de su intrínseca cobardía (que lo llevó a dilatar una decisión por dos o tres años) se las había ingeniado para encontrar un camino de salida. No era un asunto sencillo. Para entenderlo tuve que remontarme veintidós años hacia el pasado y pedir explicaciones sobre ese secreto que la milicia y los tracs se empecinaban en guardar.
Ante todo, decidí entrevistar a mi propio hermano. Es decir, a mi primo. Lando. Yo buscaba certezas que me permitieran conocer la verdad sobre Trascendencia. No me sentía cómodo interrogando a mi jefe, pero Lando me había llamado para eso.
[No, no estamos encerrados contra nuestra voluntad. ¿Me dejás que te explique?]
—Caminemos, Tony. Así podemos dejar atrás las estelas por un rato. Para mí es más difícil, pero ya estoy acostumbrado.


3) Las estelas permiten en el texto que sigue recalcar algunas ideas antes de la revelación. Nótese que cuando Lando dice “Todavía está funcionando”, el lector ya sabe de qué está hablando, el lector acaba de recibir el resto de la información a través de la estela.

(…habla Tony)
—¿Cómo es eso?
—El motor que impulsaba esa nave podía manejar el espacio-tiempo. ¿Se entiende? Los tripulantes de la nave, si los había, tenían que actuar en ese espacio-tiempo distorsionado. Es posible que ellos también estuviesen distorsionados.
—¿Distorsionados cómo?
—Así, como yo. Cuando la nave chocó en Primer Epicentro, esa distorsión que traía alcanzó a todos en un radio de diez kilómetros a la redonda. Los habitantes de Redención empezaron a desdoblarse en estelas.
Tragué saliva, conmocionado. Lando siguió caminando en silencio y tuve que apurarme para no perderle el paso.
—Recuerdo que los diarios hablaban de una epidemia cerebral o algo así —dije cuando lo alcancé.
—Ese desdoblamiento en estelas vuelve loco a cualquiera. —Rolando alzó la vista y miró en derredor, como si ese pasado estuviera todavía ahí—. Porque no es solamente la apariencia: toda la conciencia empieza a desdoblarse. Es terrible al principio.
Noté que cuando Lando hablaba de las estelas no se refería a los hologramas ni a los ecos que tanto me molestaban. Tal vez era como me había resumido Eduardo: eran ellos, pero en otro tiempo.
—Y si no sabés lo que te pasa —siguió Lando—, el pasaje de tridi a trascendi es un infierno.
—Ya me vas a contar —dije para evitarle el mal trago—. Después llegaron los militares.
—Sí. Dijeron que había una epidemia, lo cual no era del todo errado, y cercaron el pueblo. Así estamos desde entonces. Pero si no lo abrieron hasta ahora fue por mutuo acuerdo.
Lando se detuvo una vez más y saludó a una mujer que pasaba de la mano de sus dos hijos.
—Clara los puede cuidar —dijo. La mujer asintió y siguió su camino.
—¿A qué viene eso? —pregunté.
—Ayer me hizo una pregunta y se la estoy respondiendo.
—Buena memoria.
—No, Tony. Estamos ahí, en la puerta de la comisaría, charlando. Acaba de hacerme esa pregunta. Ahora sé la respuesta, eso es todo.
Me quedé pensando y Lando aprovechó para encender un segundo cigarrillo.
—Tengo que dejar esta mierda.
—¿El pueblo?
—Los cigarrillos.
La pausa duró dos o tres minutos, y en ese tiempo dos de sus estelas se acoplaron al original. Oí el eco de las explicaciones que me había dado.
[Cuando la nave chocó en Primer Epicentro, esa distorsión…]
[El motor que impulsaba esa nave podía manejar el espacio-tiempo. ¿Se entiende?]
—Todavía está funcionando —dijo Lando—. Los físicos que analizaron el proceso eran tridis, pero ya no lo son. Yo tampoco.


4) Las estelas me permitieron también poner el énfasis en un hecho que después sería importante en la novela: el amor de Lando por una mujer. Inmediatamente después de la porción de diálogo que acabo de citar arriba, surge el eco de una estela de Lando: “Clara los puede cuidar”. La estela nos dice en qué está pensando Lando. De esta forma, el narrador atestigua un hecho, pero no le da ningún valor. El valor puede dárselo el lector, o sencillamente queda el antecedente para cuando se revelen más detalles, hacia el final de la novela.

(…)
—Todavía está funcionando —dijo Lando—. Los físicos que analizaron el proceso eran tridis, pero ya no lo son. Yo tampoco.
—Dijiste que habías sido el primero.
—El primer voluntario, sí. Lo de los físicos fue un accidente. Pero gracias a esas transformaciones logramos avanzar en la investigación.
—Un sacrificio en aras de la ciencia —dije.
—Algo así.
[Clara los puede cuidar.]
—Sí, un sacrificio en aras de la ciencia —repitió Lando con la mirada perdida en la dirección en que se había ido la mujer.


5) Al final del capítulo. Las revelaciones llegan a Tony, pero después de que Lando se fue, así que no puede retrucarle.

(…)
Dijo algo más, pero en voz tan baja que no le entendí. Alguien se acercaba y evidentemente Lando no quería que oyera nuestra conversación.
—Ahora la seguimos —dijo, y se fue a atender al trascendi.
Estuve en vilo durante un minuto, hasta que la estela de Lando llegó a mi posición.
[Cuando les ofrecí un plan, una posible salida, aceptaron sin vacilar. Y los demás tracs también… Vos sos la parte principal de mi plan.]
Y yo que creía que me había llamado porque me extrañaba.


Avancemos un poco.

6) En el capítulo 4, las estelas sonoras del tango “Por una cabeza” (una serie de fragmentos tramposamente escogidos para que sugirieran otra cosa) me permiten mostrar, no explicar, las asociaciones de ideas que llevan luego a resolver el misterio del salón de baile de Hastings. Allí, unos jóvenes se habían incendiado, literalmente, comenzando por la cabeza. ¿La razón? Habían especulado (habían jugado a cambiar una y otra vez el futuro, iterativamente). La mecánica de ese proceso especulativo se explica más adelante. Lo interesante es que puedo sugerir las pistas sin detener la acción: Tony vuelve a casa y Susana está llorando.

(…)
Lando dormía en la habitación de al lado. Cerré la puerta que comunicaba ambos cuartos y bajé el volumen del amplificador. De poco me sirvió: los ecos del tango atravesaban la bruma eventual y llegaban hasta mis oídos con la misma sonoridad.
[No olvides, hermano, vos sabés, no hay que jugar…]
Susana estaba llorando.
[Por una cabeza, metejón de un día…]
—¿Qué te pasa? —le pregunté.
—Nada. Me voy a dar un baño.
[Quema en una hoguera todo mi querer.]
—¿Por qué llorás?
—No importa. Tengo sueño y quiero darme un baño.
Cuando volvió del baño, se metió en la cama y se hizo la dormida. La canción empezó otra vez. O tal vez eran las estelas.
[No olvides, hermano, vos sabés, no hay que jugar…]
[Por una cabeza…]
[Quema en una hoguera…]
—Apagálo —me pidió de mala gana—. Ya escuché bastante, no hace falta más.
No pegué un ojo en toda la noche.


7) ¿Puede una charla científica volverse romántica? ¿Ayudan las estelas a ello? Esta escena (perdonen la extensión de la cita) juega a cambiar el contexto de lo que se dijo para hacer que fragmentos de una explicación delaten, en otro contexto, intenciones románticas. Pero en esta escena suceden más cosas. Las estelas intercaladas permiten retomar ideas para avanzar con las explicaciones, hacen parecer que los personajes se “justifican” mentalmente antes de “atajarse” verbalmente, o que demandan la atención de su interlocutor sin hacerlo verbalmente, entre otros efectos. Es como si un duende invisible hiciera acotaciones, a veces con fines didácticos, otras simplemente para mofarse, de puro juguetón.

(…habla Susana)
—El espacio-tiempo puede ser comprimido o expandido —me explicó—, al menos en teoría. Una nave como la de los epics, que quiera moverse «más rápido que la luz», comprime el espacio-tiempo delante de ella y lo expande detrás.
Susana vio mi perplejidad y confusión, o quizá vio un futuro cercano donde al final de su trabajosa explicación yo le decía que no había entendido. Se puso en el papel de maestra y me dio un ejemplo.
—Mirá esa hormiga.
Esa hormiga era tres hormigas caminando en perfecta hilera.
—Las veo.
—Ahora imaginemos que esa hormiga puede moverse, con toda la furia, a dos centímetros por segundo. Y que se aleja de nosotros a esa velocidad.
—Sí.
—Pero, de repente, se sube a una oruga como ésta. —Me mostró una oruga tridi, en una hoja trascendi que ella acababa de sacar vaya a saber de dónde—. Y esta oruga también se mueve a dos centímetros por segundo, y se aleja de nosotros. ¿Me seguís, bachiller?
—Sí gordi, te sigo.
—¿A cuánto se mueve la hormiga?
—A cuatro.
—No, amor. Localmente se sigue moviendo a dos centímetros por segundo, pero se aleja de nosotros a cuatro centímetros por segundo.
—Retorcido, pero muy gráfico.
—Ahora lo voy a hacer más complicado. —Dejó la hoja en el piso—. Digamos que la oruga se queda quieta y lo que se mueve es el piso. Entonces la oruga arruga el piso que está por delante y estira el que está por detrás.
—Pobre hormiga.
—Chistoso. Bien, si la oruga fuera la nave, y la velocidad de la luz fuera de dos centímetros por segundo, y el piso fuera el espacio-tiempo que la nave comprime y expande, entonces se podría mover de un punto a otro más rápidamente de lo que lo haría la luz en un espacio-tiempo sin comprimir.
Tardé medio minuto en deglutir todo lo que me había dicho. Hay libros enteros con fórmulas matemáticas que explican este fenómeno, pero eso lo supe luego. Siempre que pienso en el plegamiento del espacio-tiempo, se me aparecen la hormiguita viajera y el gusanito arrugador.
—¿Y cómo llegamos desde ese gusanito a los trascendis? —pregunté.
[El espacio-tiempo puede ser comprimido o expandido…]
—Eso es más complejo. La mayoría son suposiciones, premisas.
Vaciló, y esa vacilación la pintó de cuerpo entero: por momentos muy segura, y por momentos endeble y llena de dudas.
Una mujer adorable.
—Lo primero a considerar —dijo Susana, jugando con la hormiguita viajera—, es que se necesita mucha energía para comprimir y dilatar el espacio-tiempo. Probablemente en el mismo orden que una pequeña nova. Así que tal vez la compresión no se hiciera con energía continua, sino con picos de energía pulsatoria. Eso explicaría la existencia de estelas puntuales, que bien podrían coincidir con los picos máximos de esos pulsos. Probablemente, si esa energía fuera continua, nuestra extensión temporal también sería continua. ¿Me seguís, Tony?
—Hasta la Luna.
[Con toda la furia…]
—Por otra parte, nada que estuviera dentro de la nave podría sobrevivir a una emisión de energía de ese tipo. Nada físico, quiero decir. Yo creo que si estos tipos tienen la habilidad de manipular más finamente el espacio-tiempo, podrían trascender y poner el eje de trascención en su pasado. De esa forma estarían a salvo de las emisiones de energía.
Susana hizo una pausa mientras yo trataba de digerir esa idea.
[La mayoría son suposiciones, premisas.]
—Todo esto es muy loco —se atajó. Tal vez pensaba que yo estaba en condiciones de objetar algo de su explicación—. La verdad es que no tengo la menor idea de cómo se puede distribuir toda esa cantidad de energía en distintos ejes de trascención. Pero eso explicaría por qué el impacto no acabó con media provincia. O con todo el planeta. El núcleo de la nave está cien metros bajo tierra. Una de las dudas que todavía tenemos es dónde fue a parar toda la energía cinética del impacto.
—No dónde, sino cuándo —objeté con tono triunfal.
—Sí, eso —concedió Susana.
[¿Me seguís, Tony?]
—O sea que manejaban la nave, previendo eventos futuros y corrigiéndolos mucho antes —arriesgué yo—. En ejes de trascención anteriores al de la nave.
—O no, quizá tuvieran multimotricidad absoluta y manejasen las naves directamente con sus estelas. Y esas estelas terminaran consumiéndose, sólo para se crearan estelas nuevas. No sabemos de qué están hechos estos tipos. Para eso habría que llegar al corazón de la nave y hasta ahora no pudimos. En ese caso tendrían que lidiar con las paradojas, pero sería en medio del espacio vacío. Donde no hay nada, o casi nada, tal vez haya menos consecuencias paradojales… No tengo idea.
—¿Por qué razón el equipo no pudo llegar a la nave?
—Encontramos fragmentos, incluso parte del mando de la nave, pero no pudimos llegar al motor. Hay radiaciones, la temperatura aumenta abruptamente a medida que excavamos. Los sonares no pueden detectar el núcleo. En temporada alta parece cambiar de posición o los instrumentos derivan.
[El espacio-tiempo puede ser comprimido o expandido…]
—¿Cuerpos?
—No. No había nada que pudiéramos considerar cuerpo.
—O sea que era manejada a control remoto.
—O esos cuerpos están en otro eje de trascención.
—¡Mierda!
—¿Ya te estás cansando, amor?
—No, pero cambiemos de tema.
[Al corazón de la nave.]
[Con toda la furia.]
[Los instrumentos derivan… Al corazón de la nave.]
Susana siempre supo cambiar de tema sin decir palabra.


La seguimos luego.