Resultó sumamente enriquecedora la entrevista que el periodista Claudio Martyniuk le realizó al profesor de la Universidad Española a Distancia, el filósofo y matemático Emmanuel Lizcano (“Nuestra matemática tiene que ver con cómo entendemos el mundo”, Clarín, 20 de Septiembre de 2009, sección Zona, p. 36 y 37). Desgraciadamente, hasta donde pude verificar, no está disponible en línea.
Después de leerlo una vez, me di cuenta de que lo que Lizcano decía era relevante para la creación de universos, en el sentido de intentar pensar como el otro (el alienígena). De crear metáforas nuevas para interpretar el universo (las metáforas que usaría una cultura no humana, o la que usarían humanos de realidades distintas a la nuestra), y de concebir y desarrollar el universo teniendo en cuenta (o partiendo desde) estas diferencias con nuestras propias metáforas fundacionales. Hace algunos posts veíamos esto maravillosamente graficado en un cuento de Ted Chiang.
Cito algunas partes de la entrevista:
—¿Por qué le interesa comparar la matemática occidental con la china?
—Porque hay diferencias enormes. Una, básica, es que la nuestra está fundada sobre la metáfora de la extracción. Y por eso la matemática europea hasta el siglo XVIII se atrancó al no resolver el problema que constituyen los números negativos, porque a base de extraer o sacar de donde hay, como mucho se puede llegar a vaciar aquello que había, y resultaba inconcebible seguir extrayendo para llegar a generar lo negativo. El matemático griego y el moderno pensaron en cómo si se tienen 4 piedritas se quitan 3, pero el problema es cómo si tengo 3 piedritas puedo quitar 4, algo que no hay manera de resolver desde la metáfora de quitar o sustraer.
—¿Cómo lo resolvieron los chinos?
—Los chinos enfrentaron el problema desde una metáfora muy distinta, que es la de oposición. En vez de trabajar con piedritas lo hacen con palillos, que son los mismos palillos con los que comen y se arreglan el pelo. Tienen palillos rojos y negros; van emparejando palillos de un color y de otro, y proceden a la destrucción mutua. Un rojo con un negro se emparejan y se destruyen mutuamente. Entonces, si la operación es 3 menos 4, lo que hacen es tomar 3 rojos y 4 negros, los enfrentan, se destruyen mutuamente y lo que queda es un negro: menos uno. De la manera más “natural”, el menos uno se obtiene con la misma simplicidad que el más uno, porque la metáfora de fondo no ha sido la extractiva, sino la de emparejamiento de opuestos que interactúan.
Lizcano sostiene que esta concepción de las matemáticas parte de la mitología (o la concepción del universo) que tiene los chinos: “(…) si todo el universo tiene su lado ying y su lado yang, ¿por qué iban a dejar de tenerlo las matemáticas? Entonces, desde la mitología, el número es intrínsecamente ya positivo y negativo”.
Otro ejemplo que cita Lezcano es la manera en que se cuenta, y lo grafica con algunos choques culturales:
En el nordeste brasileño, cuando llegaron los franceses con su espíritu ilustrado, se originó la Revolución de los Quiebrakilos: la población se levantó contra el kilo. Claro, el kilo es una unidad arrasadora, da lo mismo de qué trate el kilo, todo lo unifica. En España, por ejemplo, que para mí en ese sentido sigue siendo deliciosamente tercermundista, hay unidades de medida y superficie como el carro. Uno puede tener un terreno de 10, 20 o 5 carros. Yo me sorprendí cuando vi un terreno de 20 carros en un sitio era más pequeño que el de 5 carros en otro lugar. El carro es la cantidad de hierba que hay que cortar en un terreno para llenar un carro. Entonces depende de la cualidad del terreno: si el terreno está en el valle, la hierba crece más, con lo cual el carro se llena antes; en la ladera de la montaña apenas crece la hierba y hace falta mucha extensión de superficie para llenar el carro. Entonces, son unidades de medida donde la calidad determina la cantidad. Calidad y cantidad son discernibles. El sistema métrico decimal no lo discierne, lo unifica. Tres metros cuadrados son tres metros cuadrados, al margen de la calidad del terreno.
Las metáforas, según Lizcano, determinan la forma en que vivimos el tiempo y habitamos el espacio.
Escuchemos cómo habla la gente y cómo el tiempo se manifiesta en el lenguaje corriente. Encontramos distintas familias de metáforas. Unas que hablan de “eso que has hecho es una pérdida de tiempo”, o “la de tiempo que he invertido en esta relación”. Hablamos del tiempo como si fuera dinero: lo ganamos, lo perdemos, lo ahorramos, lo invertimos. Vivimos el tiempo como un recurso escaso. Y esto también da una dimensión importante de las metáforas, que es la emotiva, ya que nos genera la misma angustia perder tiempo que perder dinero…
Este trabajo antropológico de Lizcano sobre las metáforas y las matemáticas, que se ha cristalizado en libros como Imaginario colectivo y creación matemática (de 1993), Metáforas que nos piensan - Sobre ciencia, democracia y otras poderosas ficciones (Biblos, 2009, y también disponible en su edición de 2006 bajo licencia Creative Commons), nos dan una perspectiva original y enriquecedora que sería bueno incorporar a la hora de crear universos.
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3 comentarios:
Hola, Alejandro.
El tema de las metáforas culturales (casi que podríamos llamarlas mitos, ¿no?) en la génesis de la imagen del universo y, por ende, de las relaciones que lo determinan (como las matemáticas) es uno de los más interesantes tanto a nivel literario como epistemológico, me parece.
Por ejemplo, a mi me encanta la eterna cruzada de Fred Hoyle y Nalin Chandra Wickramasinghe contra el Big Bang, que consideran un resultado de la metáfora creacionista de la cosmogonía judeocristiana. Ellos proponen la "creación permanente" como modelo, más acorde a la metáfora hinduísta.
Te dejo un link a una entrada en mi blog sobre metáforas, poesía e informática, que lo encara desde otro lado:
¿Cuántos megapixels tiene tu metáfora?
Saludos.
Te felicito por el blog.
¡Gracias!
Mis felicitaciones por el tuyo, que sigo asiduamente (si se me permite la terminología cuasi decimonónica).
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