El encuentro “La voz propia”, organizado este año en el MALBA por Elsa Drucaroff, me dio la oportunidad el pasado 9 de Septiembre de contrastar esta forma de entender el lenguaje y las palabras con la visión de la escritora, poeta y ensayista María Negroni (foto), quien ganó recientemente el Premio Universidad de Sinaloa – México / editorial Siglo XXI, por su ensayo Galería fantástica. Negroni está dando por estos días en el MALBA un seminario sobre literatura fantástica, donde profundiza dicho ensayo.
Consultada sobre la idea del lenguaje y las palabras como herramientas para situar al lector allí donde el escritor lo desea, ella ensayó un abordaje diferente:
Creo que al escribir, más que una estrategia de situar al lector en algún lado, hay una estrategia de perderse uno mismo. La estrategia de correrse de lo que uno sabe, y de bancarse eso. No sé si es perderse: desubicarse o desorientarse. A mí me gusta la idea (sacada del fútbol) de desmarcarse.
El instrumento que usamos es el lenguaje, pero ese instrumento viene armado. Llega con todo el peso de la costumbre y de lo convencional. Es fundamental para alguien que escribe empezar a correrse del eso, a desarticularlo, a desarmarlo. Más que pensar en cómo se va a deslumbrar o asombrar al lector, el trabajo es hacia adentro.
Negroni no concibe la escritura sin ese corrimiento. “En todo escritor verdadero, en mi opinión, hay una conciencia del lenguaje. Hay una conciencia de que su instrumento es el lenguaje. No está contando una historia sin esa conciencia”. Y esto está íntimamente relacionado con la poesía, a la que define como “una especie de reaseguro contra el pensamiento autoritario. La poesía es el género de la literatura que tiene más conciencia de la indecibilidad de lo real”. A través de ese corrimiento y de esa articulación, la poesía (y el lenguaje poético) pueden “tocar eso que no se puede tocar”, entiende Negroni.
Leyendo su ensayo Museo negro, dónde Negroni traza lúcidas (y poéticas) reflexiones sobre la novela gótica, los castillos y los monstruos tradicionales, vinculándolos de manera original con la poesía, las ficciones clásicas y modernas, y hasta el cine de ciencia-ficción, esta búsqueda expresiva de la escritora es aún más evidente.
Y entonces me encontré ante la desafío de entender en qué contextos (o bajo qué paradigmas) mis afirmaciones y las de Negroni debían ser entendidas. Fue ahí que empecé a desvariar. Lo que sigue es el fruto de ese sinsentido.
Mi manía de poner todo en cajitas y clasificar (al menos desde el punto de vista de las ideas, mi hogar es testigo de que no llevé esa obsesión al mundo físico), me llevó a intentar una explicación un poco más arriesgada. Accidentalmente tropecé con el artículo “Partículas, campos… y Picasso”, de Aberto Clemente de la Torre (revista Ciencia Hoy, Agosto-Septiembre de 2009). Y terminé acudiendo a la Física para complicar un poco más las cosas.
Entendí que la cuestión era contraponer mi versión clásica, o newtoniana, del lenguaje, que tiene relaciones largamente establecidas entre las palabras y los significados (que si bien no son biunívocas, al menos son bastante abordables y discretas), contra un lenguaje de índole cuántico, donde las palabras (al igual que los electrones y los fotones en Física Cuántica, que se comportan como ondas o partículas indistintamente) tienen múltiples sentidos, e incluso dentro de una misma frase pueden expresar más de una naturaleza.
En el artículo mencionado dice acerca de la “partícula cuántica”, en contraposición con la “partícula clásica”:
La descripción que la mecánica cuántica hace de lo que clásicamente llamaríamos "una partícula", por ejemplo un electrón, debe contener las características duales de mostrar aspectos típicos de las ondas y también aspectos típicos de las partículas. La teoría describe la partícula brindando una función de distribución de los posibles valores de posición que podemos observar para la partícula.
En otras palabras, la partícula es aquí una entidad difusa, que sólo puede describirse a través de una función probabilística. Esa función determina un máximo, que indica la posición más probable de la partícula, pero también una dispersión o indeterminación. Algo similar se puede decir de la velocidad o cantidad de movimiento de la partícula. Según el principio de incertidumbre de Heisenberg, querer acotar esa indeterminación para ambas variables (posición y velocidad) es imposible.
Negroni considera que la realidad es indecible (imposible de describir con palabras). Que a través del un uso contraconvencional del lenguaje, que es otra forma de hablar de lo poético, se puede “tocar eso que no se puede tocar”. La palabra se convierte así en una entidad difusa, cuyo sentido sólo puede ser abordado a través de una especie de función de distribución que le asigna múltiples estados dentro de un campo de significado. Es en esa indeterminación, supongo, que la palabra puede ganar eficacia en su cometido de hablar de lo real.
Esto no significa que yo vaya a renunciar a mi lenguaje newtoniano, es completamente funcional a mis propósitos. Pero ciertamente estas cosas le dan contexto a un mar de posibilidades, en el cual yo apenas había mojado los pies.
En otras palabras, la partícula es aquí una entidad difusa, que sólo puede describirse a través de una función probabilística. Esa función determina un máximo, que indica la posición más probable de la partícula, pero también una dispersión o indeterminación. Algo similar se puede decir de la velocidad o cantidad de movimiento de la partícula. Según el principio de incertidumbre de Heisenberg, querer acotar esa indeterminación para ambas variables (posición y velocidad) es imposible.
Negroni considera que la realidad es indecible (imposible de describir con palabras). Que a través del un uso contraconvencional del lenguaje, que es otra forma de hablar de lo poético, se puede “tocar eso que no se puede tocar”. La palabra se convierte así en una entidad difusa, cuyo sentido sólo puede ser abordado a través de una especie de función de distribución que le asigna múltiples estados dentro de un campo de significado. Es en esa indeterminación, supongo, que la palabra puede ganar eficacia en su cometido de hablar de lo real.
Esto no significa que yo vaya a renunciar a mi lenguaje newtoniano, es completamente funcional a mis propósitos. Pero ciertamente estas cosas le dan contexto a un mar de posibilidades, en el cual yo apenas había mojado los pies.
10 comentarios:
Está bueno esto. Y sí, cada palabra dice lo que dice pero siempre algo más, y otra cosa. Los significados no son estables y unívocos, también las teorías del lenguaje terminaron descubriéndolo y esa cosa newtoniana saussuriana de que a cada significante le corresponde un significado se diluye cuando se entiende que las connotaciones de cada palabra son muchísimas y que los significados proliferan, la gente vive EN las palabras, en ellas discute, ama, hace política, se excita, se enoja, se hiere o se encuentra, y las carga de acentos y significaciones. Y además, entre las palabras y las cosas hay una diferencia abismal, son materiales distintos, nunca coinciden uno con otro. Así que creo que está buena la comparación con la quántica. Lo único que yo objetaría es que sos menos newtoniano de lo que creés. Es cierto que la poética de Negroni es completamente distinta de la tuya y que en la tuya hay estrategias muy pensadas hacia el lector, hacia convencerlo del mundo que lee, pero no diría que usás las palabras tan unívocamente. Tu neologismo exoshi, por ejemplo: es la I.A. que se apodera de Oniris, ¿pero solamente? ¿No es también algo exo, externo, ajeno, alienígeno, amenazante por todo eso, y algo femenino -she-, DIFERENTE por femenino, que irrumpe a destruir un mundo donde la "civilización" puede connotar racionalidad y poder masculino (aunque más no sea porque la mayoría de las mujeres que nombra tu novela son secretarias o víctimas, nunca en lugares directivos). Entonces... ¿es tan newtoniana, unívoca y pensada la palabra Exoshi, que vos escribiste? Algo poético se juega siempre en la literatura, algo de la poética de Negroni no puede dejar de estar, y en las novelas de María, algo narrativo obliga, de un modo u otro, a que las palabras tengan al menos un poquito de univocidad, porque si no,no se podría entender nada de la historia que se cuenta.
Me dejás pasmado. Uno ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio: ¡Incluso con las cosas que salen bien! Elsa, mucas gracias por tu comentario.
Me gustó esta reflexión: "la gente vive EN las palabras, en ellas discute, ama, hace política, se excita, se enoja, se hiere o se encuentra, y las carga de acentos y significaciones".
Quizás habría que hablar de dos lenguajes: el del que escribe y el del que lee. Vos vas a seguir con tu lenguaje newtoniano, pero del otro lado vas a encontrarte con lectores de cabeza newtoniana descifrando tu lenguaje pero también con lectores de cabeza cuántica. Y ahí van a aparecer las distintas lecturas que se puedan hacer de las mismas palabras.
Se me ocurre que tal vez que la palabra poética es un proyectil difuso y certero: un escopetazo dirigido al átomo. El artífice dispara con la imprecisa mira del lenguaje como guía pero con la fé sensible de la multiplicidad poética.El ciego adelanta un pié y encuentra el puente.
Es verdad, Marcelo. Me recuerda a otra premisa básica de la física cuántica: el observador altera el experimento. La medición (observación) colpasa la función de onda de una particula (la hace decantar hacia un estado determinado). Como se ve aquí: http://axxon.com.ar/not/188/c-1881084.htm
Es una imagen muy certera. Es como este mismo post: podemos sospechar, pero no saber a priori qué fibras del lector tocaremos, qué redes de significados y connotaciones iluminaremos en cu cerebro. Es un misterio cómo es que yo digo estas cosas, y ustedes me comprenden. ;-)
Uff, esto es bastante loco y a la vez certero, nunca lo había pensado de esta/s manera/s.
Y ojo, que nosotros también cambiamos por las palabras y frases que incorporamos y generamos. Todos salimos modificados. ¿O acaso alguna vez releíste un libro y encontraste exactamente lo mismo que la primera vez?
Aparte: podrás ser newtoniano, pero nunca clasicista. La cantidad de neologismos (tan envidiables) que inventaste no me dejan mentir.
Lo contrario sería algo así como desenterrar gerontologismos, ¿no?
Concuerdo con lo expuesto, la realidad, más que la palabra es difusa, cuál realidad? cuál palabra?
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