7 de mayo de 2008

El tratamiento de las ideas

En literatura hay un tópico: el temor a la página en blanco. La falta de inspiración en el punto cero de la creación literaria. Tengo el prejuicio de creer que si alguien tiene ese problema, seguramente es escritor profesional, con la fecha de entrega pendiendo entre la página virtual del procesador de texto y su atribulado cerebro. El resto de los mortales no se sienta a escribir si no tiene algo que decir.

Pero hay sistemas para vencer la página en blanco. Son triviales, sirven para conseguir un concepto al cual aferrarse. O para ejercitarse en la rutina de llenar páginas. Mi colega Axxonita comentó una de estas herramientas en su blog. Pero hay otras. La interpretación lúdica del I Ching o de una tirada del Tarot puede dar paso a una historia. Otros usan fotos, ilustraciones, música.

Todos estos métodos suponen que la inspiración es algo externo, algo que llega. No estoy seguro de que sea así. En mi opinión, una mente curiosa llega tarde a temprano a una intuición inspiradora, fruto de un procesamiento no lineal de todo eso que ha visto y leído. Pero para eso tiene que haber visto y leído. En este sentido, la inspiración puede ser buscada.

Lo que a mí me preocupa, más que la página en blanco, es qué hacer con una idea, una vez que ésta aparece. Ese proceso suele ser más complejo. No hay recetas que nos digan cómo, partiendo de una idea en germen, podemos llegar a un relato.

Las ideas pueden surgir de un proceso especulativo sobre un hecho que conocemos, o de una noticia científica, o de juntar dos conceptos dispares. Pero una vez que tenemos la idea, ¿qué hacemos con ella? ¿Cómo la desarrollamos? ¿Cómo le damos una forma literaria? ¿La usamos como escenario, o como componente esencial en el conflicto?

Entrevistado por Alejandra Laurencich, el escritor argentino Pedro Mairal (Una noche con Sabrina Love, El año del desierto, Salvatierra), ofrece su propia experiencia al respecto (1):

“…lo que veo es que hay autores que generan un personaje y después lo someten a una serie de peripecias, obstáculos. A mí me funciona al revés: pienso una serie de dificultades y después pienso quién es el personaje que la pasaría peor…

”En El año del desierto, [decido que] va a suceder la historia argentina hacia atrás, como una especie de pesadilla, y va a pasar de la actualidad a un deterioro, va colapsando todo hasta casi la fundación de Buenos Aires. Va a haber como una aceleración de la historia, hay guerras, guerras civiles. Si meto un hombre ahí, se muere en el capítulo 2: tiene que ir a pelear. O es la historia de un desertor. También lo pensé, pero tenía que estar desertando todo el tiempo, era un poco agotador. Además en este último siglo, varió mucho más la vida cotidiana de las mujeres que la de los hombres. Entonces me servía mucho más un personaje femenino. Que lo contara una mujer. Bueno, ¿de cuántos años? Una mujer de 23 años que trabaja de secretaria, ahí se va definiendo el personaje. Traté de hacer eso…”


Sobre el “germen” de la historia, Mairal comenta:

“Yo vi, en un momento, una torre de esas del microcentro, en un pajonal. Esa fue una imagen que me venía dando vueltas. [Me] decía: ¿cómo voy a llegar a eso? Y después vi la máquina del libro. Porque además estaba sucediendo afuera en la calle. Tuvimos cinco presidentes en diez días en el 2002, en el 2001. De golpe había una situación de crisis muy fuerte. Me acuerdo que yo laburaba en un lugar donde se colgó Internet. Y alguien dijo: “Uy, se colgó para siempre”. Y nos lo creímos…

”Había una especie de tiempo para atrás, y lo que yo hice fue tomar ese registro y acelerarlo o potenciarlo hasta la destrucción total. No había más electricidad, no había más agua. Pero cuando vi la máquina, esa mañana que me acuerdo que la vi, vi todo el proceso del libro. Me puse anotar todo lo que se me ocurría. Me puse a anotar, a anotar, a anotar cosas. Después me llevó un año entero escribirlo…”


En este caso, el proceso puede resumirse en:

  1. La aparición de una imagen surrealista.
  2. La pregunta: ¿Cómo se llega a eso?
  3. La asociación con otra idea (en este caso, de la realidad).
  4. La pregunta: ¿A quién conviene que le pase esto?

Y luego de esto, la cosa comienza a definirse. En otros posts, rescataremos otros testimonios que reflejen de qué manera los escritores tratan las ideas.

(1) Trascripción extraída de
http://www.hablandodelasunto.com.ar/

4 comentarios:

Dany Vázquez - Axxonita dijo...

En algún lado leí que Alfred Bester, al escribir "Las estrellas, mi destino" (o "¡Tigre, Tigre!", otro nombre con el que se conoce esta novela) mezcló una historia real sobre un marinero que sobrevivió en una embarcación apenas a flote en medio del océano y en plena Segunda Guerra Mundial con la historia de "El Conde de Montecristo". Y lo hizo excelentemente, creando una de las mejores obras de la ciencia ficción del siglo XX.
Otra anécdota, contada cada tanto por Eduardo Carletti, es que William Burroughs utilizó fragmentos de notas periodísticas para armar/escribir su "Expreso Nova", un verdadero frankenstein literario.
Eduardo mismo, dedicado especialmente a la ciencia ficción, ha contado que muchas de sus historias tuvieron origen en ideas cruzadas sobre artículos científicos aparecidos en Scientific American.
Justamente, lo bueno es que hay muchas recetas.

Alejandro Alonso dijo...

Muy buena la anécdota de Bester. Gracias, Dany. tengo la intención de preugntarle alos autores que conozco (y me gustan), cómo manejaron las ideas de ciertos relatos que me parecen muy buenos. Hay mucho qué aprender ahí.

Alejandro Alonso

S.M. dijo...

En cuanto a la problemática de la página en blanco, cito a Marcos Mundstock en un congreso de psicología, invitado por Fernando Ulloa, el psicólogo de Les Luthiers: "¿Página en blanco? ¿Cómo puede alguien preocuparse por eso? Si hoy se venden en cualquier librería hojas de todos los colores..."

Alejandro Alonso dijo...

Las tribulaciones de un escritor sin ideas: flor de espectáculo que se podrían mandar Les Luthiers en torno a eso. ;-)